Diálogo en el infierno entre cínicos y mesiánicos. Por Jesús López Segura. La Versión no Oficial
Elecciones en México: Explosión de sangre, mentiras, machismo incontinente y dinero sucio
El país ha mostrado su verdadero rostro detrás de la incansable retórica presidencial que trata afanosamente de construir cada mañana una narrativa de triunfalismo contrastante con los datos de la realidad.
No critico el discurso del Presidente López Obrador. Es correcto. Retrata con precisión el cúmulo de atrocidades que cometieron varios de sus antecesores y abona con ello a lo que él y algunos de los que creen entender su estrategia, denominan “la revolución de las conciencias”.
Lo que critico es la grave discrepancia entre el vehemente discurso y los pobres – y en algunos rubros nulos- resultados.
Estancarse en la denuncia está bien para líderes opositores -es su única opción-, pero no para quien ejerce el poder, y mucho menos si ese poder es prácticamente absoluto, pues está potenciado por una Presidencia tradicionalmente omnímoda en México; la mayoría calificada en el Congreso de la Unión; mayoría en varios congresos estatales; un apoyo popular inusitado; el respaldo pleno y lealtad de las fuerzas armadas y una simpatía internacional que se ha venido dilapidando con el tiempo.
¿Qué espera López para encarcelar a los capos de la mafia del poder; aumentarle los impuestos a los megamillonarios, muchos de ellos cómplices de los saqueadores; cancelar concesiones televisivas y radiofónicas a los capos de la mentira; legalizar las drogas y la interrupción del embarazo; empoderar a las mujeres y no solo a unas cuantas amigas suyas?
¿Qué espera el presidente de la cuatroté para tomar medidas efectivas contra la inseguridad?
¿Para acotar el empoderamiento frenético de los militares?
López Obrador parece estar convencido de que actuar con firmeza real, no solo verbal, podría generar el caos que sus enemigos políticos vaticinaban con su llegada al poder: fuga masiva de capitales, devaluación y crisis económica y social devastadoras, entre otras catástrofes apocalípticas.
Trata don Andrés, por lo tanto, de ser muy cuidadoso en sus decisiones políticas y económicas, y se irrita cuando alguno de sus colaboradores- o algún analista- le exige congruencia. Piensa que somos voceros de sus adversarios, cuando lo que buscamos precisamente es el éxito real de su gobierno.
Es un buen hombre el Presidente, indudablemente; apasionado con sus ideales, pero muy limitado para ejercer el poder frente a quienes ponen su fortuna en juego para evitar la concreción de esos ideales.
Los conservadores y sus voceros deberían estar felices. También los extranjeros que siguen saqueando el oro, la plata y otros minerales preciosos de nuestro subsuelo en cantidades 3 veces mayores que durante los 3 siglos de colonización española. Lo único que se ha hecho al respecto es denunciar en las Mañaneras, de vez en cuando, casi con lágrimas en los ojos, que ¡los malvados neoliberales concesionaron el 60% del territorio nacional!
Por el crucial proceso electoral intermedio, donde se juega el futuro de la segunda mitad de este gobierno, la cuatroté amagó a Cabeza de Vaca, pero ni siquiera se atrevieron -hasta ahora- a decretar la desaparición de poderes ante los respingos de un juececillo mafioso. El caso de Emilio Lozoya sigue archivado en el cajón de la Fiscalía más inocua de la historia, y los ex presidentes siguen muertos de la risa con las puntadas matutinas de don Andrés.
López Obrador no se atreve a tocar -más allá de la diatriba- a la mafia del poder. Sigue intacta en su gobierno y cada vez más confiada en que perro que ladra… no muerde. Pero aun así la cosa nostra mexicana hace todo para derrotarlo en las urnas, pues anhela volver a saquear libremente sin que un presidente locuaz, aunque inofensivo, los moleste verbalmente.
AMLO está convencido de que su palabra es tan poderosa que por sí misma puede cambiar la realidad. De ahí que se le tilde de “mesiánico”. Es un predicador, un presidente hippie que ve en el amor y la libertad plena, en el “prohibido prohibir” la solución de todos los males sociales, políticos y económicos: “Dejad que los saqueadores y narcotraficantes se acerquen a mí”.
Puso un fiscal de papel, timorato y a todas luces incompetente, pero presume de que es “independiente”. Alejandro Gertz Manero es, para colmo, amigo de aquéllos que deberían constituir la materia primordial de su trabajo.
Nunca en las últimas décadas había habido tanta sangre en un proceso electoral. Muertes inútiles, absurdas que se añaden a la cuota terrible de la pandemia, por el abandono total de la seguridad pública, convertida en la caricatura que antepone los abrazos a los balazos, es decir, pone la otra mejilla al crimen organizado para asombro y burla del mundo entero.
Nunca el Presidente de la República se atrevió a defender a capa y espada a un presunto violador para imponerlo como gobernador y, encima, alegando que esa sorprendente actitud era “democrática”. Nunca habíamos visto tanto desprecio por las mujeres como para terminar imponiendo a la hija de ese nefasto personaje como su “Juanita”.
Mario Delgado fue capaz de acompañar al “Toro sin Cerca” en cada uno de sus desfiguros, incluso pasando noches enteras con él en sus ridículos plantones. El mismo Mario Delgado que defendió tan vehementemente a un presunto violador, no pudo emitir una sola frase de apoyo a su correligionaria de Metepec, víctima de una asonada mediática nacional por el “delito” de ser malhablada.
Entre aquéllos que echan la casa por la ventana para regresar al poder -y seguir así saqueando al país, denigrando a las mujeres y a los jóvenes, aliándose con los criminales- y los otros a los que les tiembla la mano para empoderar a la gente que los llevó al puesto, y se limitan a darles atole gatopardista con el dedo, estamos los que anhelamos la llegada de un líder capaz de llevar el discurso a los hechos.
Entre los cínicos y los mesiánicos, estamos los que seguiremos trabajando por el cambio verdadero, dentro o fuera de cualquiera de las opciones políticas formales.
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