viernes, noviembre 22

“Clientelar”, la decisión de cancelar “Escuela de Tiempo Completo”: expertos educativos

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Ese programa atacaba el corazón mismo de la desigualdad de oportunidades educativas: Jesús López Segura

LA VERSIÓN NO OFICIAL

La Secretaría de Educación Pública (SEP) anunció que, tras la eliminación de las Escuelas de Tiempo Completo, los beneficios de ese programa, como los apoyos de alimentación y horario ampliado, se entregarán de manera directa a las madres, padres y alumnos; sin embargo, especialistas en educación y transparencia opinaron que el otorgar dinero no garantizará que los estudiantes de esos planteles tengan alimentos y mejores aprendizajes, ni que se frene la deserción escolar. Afirmaron que la intención oculta es más bien de tipo “clientelar”.

Es un hecho comprobado en investigaciones experimentales patrocinadas por la SEP y por el Centro de Estudios Educativos A.C. (en las que colaboré hace varios años) que la participación de la comunidad en las escuelas rurales básicas formales (a través de los mecanismos previstos en los reglamentos escolares, como la Asociación de Padres de Familia, la Cooperativa y la Parcela escolares) incrementa notablemente el aprovechamiento académico de los niños y abate la deserción, uno de los flagelos para la educación en comunidades rurales apartadas y pobres.

De acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), para 65.8% de las niñas, niños y adolescentes que acudían a esos planteles, los alimentos que recibían eran los primeros que consumían en el día. La estrategia, implementada en 2008 beneficiaba a 3.6 millones de niñas, niños y adolescentes de más de 25 mil escuelas públicas de todo el país, pues ofrecían ocho horas de aprendizaje en las aulas y servicio de alimentos.

“El programa lograba reducir las brechas de aprendizaje entre estudiantes de distintos estratos socioeconómicos, además de ser un apoyo para las madres de familia, quienes contaban con un espacio seguro, la escuela, para dejar a sus hijos y poder trabajar”, afirma una experta de la Universidad Iberoamericana citada en la nota de El Universal.-
https://www.eluniversal.com.mx/opinion/salvador-garcia-soto/un-presidente-que-no-escucha

Y precisamente “reducir las brechas de aprendizaje entre estudiantes de distintos estratos socioeconómicos” constituye el punto toral para superar el papel contradictorio de la escuela capitalista, entendida como Aparato Ideológico de Estado (AIE) orientado en un sentido enciclopédico o memorístico, a favorecer a los estudiantes con el capital lingüístico y cultural típico de la clase dominante, de modo que en el llamado “proceso de enseñanza-aprendizaje” se va rezagando a los hijos de obreros y campesinos que ingresan al sistema con un capital intelectual distinto, que la escuela autoritaria y clasista tiende a discriminar, de modo que finalmente son arrastrados a la reprobación y/o deserción escolares.

La escuela capitalista clásica garantiza a las clases dominantes que sus hijas e hijos adquieran, a través de la certificación escolar, los títulos necesarios para ocupar las posiciones laborales acordes con su origen de clase, mientras las bases de la pirámide escolar, tienen que asumir las consecuencias de haber “desperdiciado la oportunidad” que les dio el sistema de aprovechar la enseñanza escolar para ascender en la escala social.

El papel de la escuela como AIE, la ubica claramente como un agente reproductor de las desigualdades sociales, muy lejos y de hecho contrariamente al papel de “impulsora de la movilidad social ascendente” que le asigna demagógicamente la ideología dominante.

“Darle el dinero a las familias, en lugar de a las escuelas, no resuelve el problema de aprendizaje. Para ello se requiere de programas enfocados en atender rezagos y en mejorar la calidad de la oferta educativa. El pretexto es mejorar la infraestructura, pero hay otras cosas urgentes que se están dejando. Es una decisión de alta rentabilidad política y que denota un desprecio por la evidencia”, dice Arcelia Martínez Bordón, académica del Departamento de Educación de la Universidad Iberoamericana.

Señala que el trasfondo de la entrega directa de recursos tiene como objetivo la rentabilidad política que busca el actual gobierno de Morena, es decir, traducir en votos la entrega de dinero que después no se sabe cómo va a terminar aplicándose, o desviándose de su objetivo original.

Pero el reclamo de la académica de la Ibero nos recuerda la actitud típica de la burocracia que todo lo quiere controlar.

En lo personal no dudo que habrá muchas desviaciones de esos dineros que tal vez ni siquiera se lleguen a aplicar en la solución de necesidades básicas de infraestructura escolar, como la falta de baños, pisos de cemento y agua potable en multitud de recintos escolares (ya no digamos que de alumnos desnutridos y falta de materiales didácticos), pero también habrá padres y madres que aprovechen esos recursos para mejorar sus escuelas, una de las promesas para sacar a sus hijos de la situación dramática que les tocó vivir.

Jacqueline Peschard, expresidenta del Instituto Federal de Acceso a la Información Pública, comenta que con la entrega de recursos a padres de familia se está tergiversando lo que es la esencia del programa. “Lo que se está haciendo es cambiar un programa de política pública de una institución educativa, por una beca o un recurso que se entregará directamente a los padres de familia, sin que haya ningún tipo de estructura institucional que asegure que ese dinero sirva para que haya una mejor educación para la niñez y que no exista abandono escolar”, dijo.

Lamento que Jacqueline Peschard no se haya percatado de que las múltiples “estructuras institucionales” que han acaparado presupuestos educativos durante décadas, hayan servido, en su mayoría, para reafirmar el papel de la escuela como el mejor agente de reproducción de las desigualdades sociales.

Asegura la Peschard que la nueva postura de la Secretaría de Educación Pública “tiene un sentido más de relación clientelar que de política pública”, y comenta que la entrega de recursos “tendrá que traducirse en lineamientos específicos sobre cómo se canalizarán, cómo llegarán a los padres de familia y cuánto le tocará cada uno de los padres de esos estudiantes”, dejando ver sin rubor sus ansias de control.

Eliminar el intermediarismo burocrático que dio chambas muy redituables, durante las décadas del neoliberalismo, a esos “expertos”, es una de las motivaciones más claras del Presidente López Obrador, que ha sido y seguirá siendo criticada duramente por esos “expertos”.

El problema, a mi modesto entender, radica en que despreciar de un plumazo a los indudablemente bien intencionados expertos y poner la educación en manos inexpertas que precisamente formaron con su desempeño magisterial parte del problema y no de la solución, de acuerdo con el romántico mito de que el pueblo es invariablemente “bueno y sabio”, resulta sumamente peligroso para programas que por fin habían mostrado algunos resultados positivos en el tremendo reto de elevar el nivel educativo de nuestro pueblo.

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