sábado, julio 27

¿Gatopardismo involuntario? LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

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¿Qué tiene que hacer Gertz Manero para que AMLO le retire su confianza ciega?

Un fiscal que ha sido exhibido en llamadas telefónicas confabulando para presionar a ministros de la Suprema Corte de Justicia y obteniendo de ellos ilegalmente documentos que usa para dirimir asuntos personalísimos como el de perseguir con fiereza misógina imperdonable a dos ancianas, evidentemente inocentes, ¿no debería renunciar?

Un fiscal acusado por el ex consejero de la Presidencia y “hermano de López Obrador“, Julio Scherer Ibarra, de torcer la ley y perseguirlo judicialmente porque se negó a hacerle el único favor solicitado de ayudarlo a hundir a las pobres mujeres a las que odia, ¿no debería ser puesto de patitas en la calle?

¿Fue acaso más grave la lujosa boda de Santiago Nieto que los delitos flagrantes del fiscal?

Gertz Manero obsequia más de 95% de impunidad a los criminales a los que debería perseguir. Se gastó cien millones de pesos en autos de lujo; litigó abusando de su poder contra investigadores que se negaron a apoyarlo para cobrar en grande como investigador en Conacyt. Es un tipo grosero, déspota, que sigue mereciendo la confianza ciega del mandatario que prometió luchar contra la corrupción y la impunidad, no mentir, no robar y no traicionar.

¿Qué tiene que hacer Gertz para perder esa confianza?

Un hombre que amenaza judicialmente al secretario Adán Augusto López Hernández por el pecado de intentar -por instrucción del Presidente- que resolviera sus diferencias con Scherer de manera discreta y civilizada, y tiene a un número indeterminado de senadores amenazados judicialmente para que se le rindan como lacayos en su comparecencia ¿merece seguir en el puesto?

Sólo, al parecer, hay algo que el fiscal podría hacer para que don Andrés Manuel le retire su apoyo incondicional: ¡hacer su trabajo!

Así de simple. Si el fiscal se comportara como un ente realmente autónomo y empezara a perseguir, como Dios y la Constitución mandan, a los corruptos, incluidos algunos destacados miembros de la 4té, entonces sí que el Presidente se avisparía, y no porque don Andrés se proponga ser un encubridor de corruptos, sino porque está convencido de que no es judicializando los casos de delincuencia de cuello blanco, sino por el puro impulso de su palabra y ejemplo personal que se puede transformar a la corrupta sociedad mexicana .

No quiere encarcelar a nadie (con algunas excepciones como Rosario Robles). No desea perseguir a los maleantes, ni a los expresidentes, jefes impunes de la mafia del poder. Los deja en libertad como a los hijos del Chapo, e incluso los rescata de la justicia gringa como al general Cienfuegos. Y todo ello porque quiere pasar a la historia como el hombre que arrancó de raíz las causas últimas del odio y la delincuencia, con la pura fuerza de su prédica salvadora.

Piensa sinceramente el Presidente de México que con becas muy limitadas arranca a los jóvenes de las garras de la delincuencia organizada, bajo el prejuicio de que son los “ninis” los únicos sicarios posibles al servicio de los criminales. Está convencido de que, poniendo el ejemplo como máxima autoridad que no roba, toda la burocracia se contagiará de ese impulso renovador y dejará de saquear a la nación.

Piensa seguramente el mandatario que los abrazos son capaces de transformar a un pozolero que descuartiza a sus víctimas y, además, lo goza, en un hombre arrepentido que dejará su siniestro trabajo en el cártel para sumarse con devota emoción a la cuarta transformación nacional.

Por eso a don Andrés le molesta mucho más una crítica en la prensa -incluso aquella bien intencionada que no tenga nada que ver con el golpe blando de la prensa fifí, nostálgica del chayo- que, por ejemplo, diez mujeres en promedio asesinadas a diario en el país.

Dedica varias horas al día a despotricar contra los neoliberales, acusándolos de toda clase de atrocidades, pero está muy contento con un fiscal que no traduce esas denuncias mediáticas en casos judiciales concretos y punibles. Se satisface a plenitud con la pura denuncia mañanera porque está convencido de que ello impulsa la “revolución de las conciencias“, único método (derivado de un marxismo de manual) para generar la “conciencia de clase” que impedirá el retorno de los explotadores neoliberales.

Los narcos están felices. La Guardia Nacional no se mete con ellos y el Presidente nunca los critica, prefiere enfilar sus diatribas cotidianas contra los neoliberales y sus voceros de la prensa, a los que identifica como delincuentes de cuello blanco. Ellos finalmente han entendido que fuera de los insultos permanentes, el mandatario no tiene la menor intención de perseguirlos. Se sienten completamente a salvo. Además, ya les quedó claro que si llegara a judicializar sus casos, con devolver parte de lo robado librarían la cárcel.

La clase media alta, lo mismo. Que diga todo lo que quiera mientras permita que un personero de “Robero” Deschamps se haga cargo del sindicato petrolero, mientras los mismos charros de siempre dominen los sindicatos importantes en las narices de la “Señorita Morena 2018”.

Los que están muy descontentos son los de la clase media baja a los que la 4té quiere enlistar entre las hordas de miserables agradecidos por apoyos, como la pensión de adultos mayores que se entrega irracionalmente de manera universal, es decir, Carlos Slim y Ricardo Salinas Pliego, entre otros megamillonarios incluidos.

Es urgente que los militantes más honestos de Morena empiecen a cuestionar los métodos de su líder máximo, dejando en claro que lejos de tratarse de una traición, la crítica constituye el único recurso para que López Obrador deje de perder el piso de la manera dramática en que lo está haciendo.

Dejar hacer y dejar pasar al Presidente sin señalarle sus graves desviaciones, deja el camino libre para sus críticos de mala fe. Los que capitalizan esos errores para pavimentar el retorno de la dictadura prianperredista que sumió al país en la situación actual. Situación tan grave que requiere mucho más que abrazos y discursos para ser transformada de raíz. Lo demás es gatopardismo, involuntario, pero gatopardismo al fin.

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