sábado, abril 20

Obradorismo ¿fase superior del gatopardismo? LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López

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¿Está realmente chiflado el Presidente, como plantea el gran periodista Ricardo Rocha?

Que un periodista de la talla de Ricardo Rocha haya sugerido que el Presidente de México “está afectado de sus facultades mentales por la gran cantidad de chochos que le administran para tratar las 9 o 10 enfermedades que padece”, es un asunto delicado que no puede dejar de comentarse.

Si fuera solo Alazraki el osado que se atreviera a plantear semejante bomba informativa, la descartaríamos de inmediato como una fake news, porque conocemos la antipatía irreconciliable que este mercachifle de la publicidad política siente por el mandatario, o para expresarlo en sus propios términos: “Yo le caigo en los huevos… y el me cae en los huevos”.

Pero como fue Rocha el que hizo el planteamiento, y hay muchos mexicanos que lo piensan, la hipótesis de la presunta locura presidencial amerita una reflexión.

Es muy bajo, para empezar, que Alazraki presente una fracción de las miles de horas de grabaciones mañaneras en la que, porque no durmió bien o por lo que usted quiera, el mandatario, efectivamente, se presenta extraviado y con mucha dificultad para ligar argumentos con base en una anécdota que, en ese momento particular, no le viene a la memoria. Y lo peor es concluir, a partir de esa eventualidad, que al presidente se le aflojó un tornillo.

Ésa es la estrategia típica de comunicadores que cazan a funcionarios que “les caen en los huevos” para ridiculizarlos. Y se vale, pero concluir a partir de un lapsus momentáneo que la persona exhibida está loca, revela una intencionalidad mediáticamente golpista, o para decirlo en términos alazrakíticos: revela tener muy poca madre.

https://youtu.be/8aHW8OxjWiE

A pesar del sabio dicho “dime con quién andas y te diré quién eres”, no creo que las motivaciones de Rocha sean tan insanas y miserables como las de Alazraki, porque don Ricardo lo ha acreditado en una larguísima y admirable trayectoria, y manifiesta sinceramente su preocupación. De modo que voy a intentar una hipótesis alterna, en la que la presunta chifladura de don Andrés, con todo respeto, no tiene que ver con que se le vaya el avión de vez en cuando y hable con mucho mayor pausa que de costumbre.

Es muy fácil editar un video para que aparezca nuestro personaje extraviado y hasta desvariando. Muchos lo podemos hacer. Lo difícil es demostrar que don Andrés Manuel López Obrador ha fincado su movimiento de transformación en bases bien intencionadas, pero absolutamente falsas y que su obstinación extrema -basada en los ataques de conservadores a lo largo de toda su vida- lo hace perder por completo la perspectiva de la realidad.

En términos freudianos, el “Yo” del mandatario se debate en un conflicto permanente entre su “ello” (toda la energía vital de las metas izquierdistas de las que abrevó desde joven) y el “Super Yo”, representado en este caso por quien se revela ahora como un autoritario militarista y presuntamente proclive a negociar con el crimen organizado: Adán Augusto López.

Don Andrés está convencido en el fondo de su “núcleo biológico” (en términos de Wilhelm Reich, el discípulo genial de Sigmund Freud) que él es capaz de transformar lo malo en bueno, por la pura fuerza de su palabra mesiánica: a los soldados dispuestos a acatar órdenes de masacrar a civiles inocentes, en buenos samaritanos, armados y guardianes de los derechos humanos.

A los empresarios que solo piensan en el dinero, pretende convencerlos de convertirse en impulsores del desarrollo, dispuestos a contratar a los egresados de “Jóvenes Construyendo el Futuro” y no simplemente usar el dinero público de ese programa para favorecer, con becas simuladas, a los amiguitos “ninis” de sus hijos, o a los familiares de sus empleados.

A los jóvenes desalmados (por circunstancias familiares terribles) dispuestos a reclutarse como sicarios del crimen organizado, y violar niñas y mujeres indefensas o pozolear cadáveres, con tal de pasearse en autos de lujo con cadenas de oro macizo al cuello, don Andrés cree poder convertirlos en buenos ciudadanos, dispuestos a sobrevivir modestamente con un salario mínimo pero honrado que generosamente les ofrece la 4Té “para combatir las causas de la criminalidad”.

A los delincuentes, abrazos y no balazos, para que comprendan que también ellos son mexicanos que hacen por su vida y las de sus familias y que no es bueno que anden por ahí descuartizando personas.

Alguna vez, el “ello” de don Andrés, el que lo identifica con quienes impulsamos el movimiento estudiantil de 1968, por ejemplo, le aconsejó desaparecer al Ejército. Su argumento de entonces: “en la eventualidad de una invasión extranjera, siempre ha sido el pueblo el que saca la cara por la Patria”.

Su “súper yo” le censuró esa idea maravillosa que ha convertido a Costa Rica en el país más civilizado de América. Pero finalmente “cambió de opinión” porque su “yo” lo indujo a reconvertir a las fuerzas armadas. En vez de tener soldados ejercitándose todo el santo día en prepararse para la guerra, los convirtió en empresarios y constructores, migra fronteriza, guardianes de la seguridad pública, administradores de líneas aéreas, aeropuertos y aduanas y todo lo que se ofrezca.

Sin darse cuenta, don Andrés, siempre bien intencionado, ha decidido en la práctica gobernar no para el pueblo de México, sino para las fuerzas armadas que, a final de cuentas -le dice un cada vez más confundido “yo”-, son pueblo uniformado.

Muchísimos mexicanos, cansados de las fechorías que cometieron los antecesores de un presidente abocado a recordárselos a diario, siguen creyendo y confiando en él, ingenuidad que don Andrés interpreta como un triunfo de su “revolución de las conciencias”.

Lo peor de esta tragedia que vivimos es que los cercanos a López Obrador no se atreven a decirle que anda desnudo por el palacio nacional creyendo que realmente está transformando a un país en el que:

Los empresarios siguen igual o peor que antes, con su insaciable voracidad intocada. Muchos jóvenes están a punto de organizar un movimiento de protesta de proporciones sesentyaocheras por la absoluta disfuncionalidad de las universidades patito. La pensión de adultos mayores no alcanza para un carajo. Las mujeres siguen siendo asesinadas masivamente en todo el territorio nacional. Los legisladores que iban a retomar su digno papel de contrapeso, están más domesticados que nunca. El combate a la corrupción, asunto “clave” de su gobierno, se ha convertido, en manos de Gertz Manero, en una broma de mal gusto. El crimen organizado goza de cabal salud y el ejemplar Ejército mexicano -salvo unos cuantos mandos de altísimo nivel que hacen su agosto- está harto de que lo usen en experimentos fallidos.

Lo siento don Andrés, pero usted no escucha y, con todo respeto, alguien tiene que decírselo: podría estar usted más loco que una cabra.

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