Rioboó, huyó… y la pescaron. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura
A contracorriente del deseo presidencial, nombran a Norma Lucía Piña presidenta de la Corte
El Presidente López Obrador -igual que los cada vez más impresentables Mario Delgado y Claudia Sheinbaum– trató de voltear el chirrión por el palito esta mañana y se dijo satisfecho con la designación de doña Norma Lucía Piña Hernández como nueva ministra presidenta de la Tremenda Corte. Aseguró que el hecho de tratarse de una mujer es muestra clara del avance de la transformación que él encabeza. Lo mismo había dicho Delgado después de que estuvieron defendiendo a Yasmín Esquivel, esposa de su contratista favorito, José María Riobóo, a pesar del evidentísimo plagio de su tesis profesional de licenciatura.
Claudia Sheinbaum no se ruborizó siquiera al llevar las cosas al extremo de ordenar a su fiscal “autónoma” de la Ciudad de México que se sacara de la chistera una exoneración fast track antes de la votación por el destacadísimo puesto, fechoría que, tratándose de una mujer que presume sus grados académicos, constituye una doble desvergüenza.
No deben olvidarse los episodios vividos este fin de año en que se nos agriaban los días de descanso cada vez que veíamos a don Andrés en acción, obsesionado como estaba con imponer a quien ni siquiera se tomó la molestia de disfrazar el plagio, copiando y calcando como lo haría cualquier pirata del Caribe.
Conforme al muy difundido mito presidencial de que para ser buen funcionario público hay que acreditar 90% de lealtad y 10% de preparación y capacidad, pero también alentado por su nada disimulado desprecio a los académicos de la UNAM (que le hicieron pasar las de Caín a don Andrés con su tesis profesional) y otras universidades a las que el mandatario considera “conservadoras” (lo que en el caso de la UAEMex es desgraciadamente muy cierto), el Presidente se brincó todas las trancas epistemológicas imaginables al decretar que su amiga ministra debe ser exonerada por aquello de que “quien esté libre de pecado arroje la primera piedra”, porque era joven cuando cometió el delito de plagio y quienes la denunciaron, como es el caso de Guillermo Sheridan, “han hecho cosas peores”.
Después de la vapuleada que le pusieron varios columnistas por esta nueva forma de considerar el crimen y el castigo en el marco del ejercicio del Derecho y la Justicia en México, se abrió don Andrés a la ridícula posibilidad -postulada con cinismo insólito por la propia ministra, luego desmentida- de que la plagiada fue ella, en un arranque de ficción que involucraría viajes en el tiempo y otras fantasías francamente bananeras.
Así que hay varias buenas noticias en este arranque de año nuevo:
1.- La primera es que se logró detener la imposición de una ministra que habría garantizado la sumisión total de la Suprema Corte de Justicia a los deseos y, peor aún, caprichos presidenciales.
2.- La ministra en cuestión no tiene, al parecer, llenadera: no solo ha logrado con un título espurio escalar en la burocracia judicial hasta el grado de ministra privilegiada de la Corte, con sueldos y poder estratosféricos, sino que, a sabiendas de carecer de la capacidad académica indispensable, podría haber llegado, con una pequeña ayuda de sus amigos, a la cúspide de ese escalafón cada vez más repudiado por la sociedad
3.- Por azarosos designios de la democracia auténtica, ejercida ayer quizá por primera vez en la historia de la Suprema Corte, quedó como presidenta la ministra perfecta, la que ha demostrado en el ejercicio de su práctica profesional la mayor independencia y quizá la única que no se puede deslumbrar con los presuntos principios de una cuarta transformación ajena por completo a la agenda feminista, a la despenalización del aborto y el uso lúdico de la mariguana, así como a la defensa efectiva de los periodistas, entre otras banderas que, con dignidad y valor ha honrado la ministra Piña sin necesidad de aglutinarse en las huestes oportunistas de un morenismo reacio a impulsar la agenda de la verdadera izquierda.
Expreso mis mejores deseos de que esta rebelión democrática histórica de la Corte contagie a los legisladores para que realmente empecemos a vivir un auténtico Estado de Derecho, con contrapesos que resten poder omnímodo a presidentes que, invariablemente, empiezan a enloquecer hacia su quinto año de gobierno, por muy bien intencionados y muy buenas y honestas personas que hayan sido. ¡Enhorabuena!