AMLO, latinoamericanismo ramplón. LA VERSIÓN NO Oficial. Por Jesús López Segura
Como en los tiempos de Luis Echeverría, el populismo mexicano típico que simulaba construir un liderazgo de los “países no alineados” frente al Imperio, pero sin entender nada y solo para satisfacer un ego exacerbado del entonces boquiflojo presidente, don Andrés Manuel López Obrador prácticamente se postró ante Biden, casi suplicando -y encima con elogios desmedidos- “la ayuda” de este hombre “visionario” que -lo dejó más que claro- solo venía a exigir que se frene la migración y el fentanilo y que se cumplan los compromisos del TLC sobre salarios dignos y cambio climático.
¿Qué carajos tiene que andar abogando el Presidente de México por “ayuda” al resto de América en una reunión exclusiva de los 3 países del Norte del continente, cuando lo que debería hacer es negociar con Canadá, por ejemplo, la revisión de los contratos por los que sus antecesores corruptos concesionaron el 60% del territorio nacional -como no se ha cansado de lloriquear en las mañaneras don Andrés– a empresas mineras que saquean nuestras enormes riquezas del subsuelo, llevándose entre los pies el medio ambiente nacional y explotando a los trabajadores mexicanos sin cumplir, para colmo, con sus obligaciones fiscales?
Esa retórica bolivariana castrada de nuestro mandatario, ignora por completo los preceptos básicos que nutrieron a los verdaderos líderes revolucionarios de América, como Fidel Castro o Lázaro Cárdenas, a saber, que la riqueza de los Estados Unidos se ha construido con base en el intercambio desigual con el resto del mundo. Que la industrialización del país más poderoso se debe a la explotación inmisericorde de los recursos naturales de los países no desarrollados. Que la riqueza de Norteamérica existe gracias a la pobreza nuestra. Que México tiene suficientes recursos para no necesitar de nadie. Que no es integrando al resto del Continente como podríamos construir una zona autosuficiente y poderosa. Que su obligación como mandatario mexicano es velar por los intereses del país y no de cualquier otra región del mundo, por mucha afinidad cultural o racial que exista. Y que la única razón de ser de un movimiento conjunto de los países latinoamericanos sería la de exigir a los gringos que dejen de agandallarse, no para andarles limosneando “ayuda”.
La globalización es fruto de la evolución frenética de las fuerzas productivas, aceleradas a tal grado por la pandemia del Coronavirus, que ya los antiguos “mojados” -los que tenían que cruzar el Río Bravo en busca de mejores condiciones de vida- están siendo sustituidos paulatinamente por los “secos“, los jóvenes talentosos que son contratados por empresas transnacionales para laborar para ellas desde sus lugares de origen, incluso en sus propio domicilio, con mejores salarios y prestaciones que los ofrecidos por las empresas mexicanas, acostumbradas a explotar hasta la ignominia a los trabajadores criollos, pero más que dispuestos a importar presuntos cerebritos del extranjero.
Cualquiera que pretenda ser un líder izquierdista, debería tener perfectamente claros estos principios elementales.