jueves, noviembre 21

¿Capacitar o adoctrinar? That is the question. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López

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Convertir los libros de texto en catecismos izquierdosos constituye un despilfarro tan lamentable como inútil

Las Matemáticas, la Biología, la Física, la Química y muchas otras disciplinas científicas carecen por completo de “ideología“. Un axioma matemático, sobre el que se construyen infinidad de teoremas que cumplen con una lógica intrínseca inapelable, en paralelo con una realidad que termina siendo medida con precisión absoluta, es decir, matemática, no admite controversia alguna de tipo ideologizante.

La ideología, según el marxismo, es una representación falsa de la realidad que se impone para justificar el avasallamiento de la clase dominante en el poder formal, a pesar de que ese dominio sea a todas luces contrario a los intereses de las mayorías que, sin el intenso adoctrinamiento ideológico, no permitirían un minuto de permanencia en el poder de quienes ostensiblemente las oprimen y explotan.

Para abordar el conocimiento científico de la manera más eficaz, epistemológicamente hablando, es menester apartarse de cualquier prejuicio de tipo ideológico, sembrado en la mente del educando por la familia (patriarcal, autoritaria y represora de la capacidad lúdica y creativa de niños y adolescentes), por la Iglesia, por los medios masivos de comunicación de estructura autoritaria, es decir, la radio y la televisión, y por cualquier combinación posible de todos los aparatos ideológicos de Estado que se imponen en formaciones sociales y momentos históricos específicos.Niños estudiando y viendo la tele

Por lo tanto, el debate no radica, como postula, en La Jornada, Felipe Ávila, “en el tipo de sociedad que se quiere construir a través de la educación”. La disyuntiva no es, como argumentan todos aquellos que ven a la educación no como la estrategia más adecuada para formar a las nuevas generaciones en el maravilloso reto de abordar el conocimiento humano, sino como un instrumento de control de las conciencias.

Dice Ávila que la disyuntiva que se nos presenta es “si queremos formar individuos aislados, competitivos, desvinculados de la sociedad y que sólo vean por sus intereses personales, que ha sido el paradigma educativo neoliberal que ha privado en la educación mexicana durante las últimas décadas o si, por el contrario, queremos formar a niños y adolescentes comprometidos con su comunidad, con el respeto a los derechos humanos, con la justicia social, con el cuidado del ambiente y con una ética de solidaridad para alcanzar una vida digna”.

Ahora que el gran director de cine Christopher Nolan ha puesto de moda el caso de Oppenheimer (muy ad hoc con el aniversario de las explosiones nucleares de Hiroshima y Nagasaki), caso usado por cierto muy a menudo como el ejemplo típico del científico carente de valores que pone su conocimiento al servicio de la destrucción y que ha dado lugar a las polémicas interminables sobre “la moralidad de la ciencia y la tecnología” y no de quienes las usan para sus fines ambiciosos y criminales, viene como anillo al dedo la exposición de los libros de texto que abandonan por completo su papel de instrumentos para facilitar el aprendizaje, y se convierten de manera ridículamente infructuosa, en armas de imposición ideológica.

Nuevos libros de texto gratuitos

Dice el ideólogo del obradorismo que “un modelo educativo, el anterior, giraba alrededor del individuo aislado, egoísta, al que la escuela formaba como mano de obra capacitada para satisfacer la demanda del mercado laboral [como si eso fuera un pecado]. El nuevo modelo pone en el centro [en forma meramente retórica, con grandilocuencia “progre” alejada de la realidad] el fortalecimiento del tejido social, de la comunidad, de la solidaridad, del humanismo a partir de un método pedagógico que desarrolla los conocimientos y saberes a partir de problemas, y del trabajo colectivo en el aula, entre alumnos, junto con los maestros y junto también con los padres de familia”.

Por lo visto, ni el Señor Ávila (¿será pariente de Eruviel?), ni el señor Marx Arriaga tienen la menor idea de lo que significa el desarrollo curricular. Ven el libro de texto no como un auxiliar pedagógico para los maestros y los alumnos, sino como una suerte de guion que el profesor debe seguir en el proceso de enseñanza-aprendizaje que se desarrolla a diario en la intimidad del salón de clases. El maestro, así, ya no tendrá que enseñar, ahora su papel será el de adoctrinar.

La polémica, entonces, radica en la sencilla pregunta de si los libros de texto deben ser usados como herramientas de adoctrinamiento ideológico, o como auxiliares para la capacitación en las disciplinas científicas.Capacitar o adoctrinar con los libros de texto gratuitos

Sin habernos dado a los padres de familia la oportunidad de conocer los libros de texto gratuitos, antes de que experimenten con nuestros hijos y nietos (y no me refiero a las reaccionarias sociedades de padres de familia que integran la “liga de la docencia“), puedo aventurar que los dichosos libros solo servirán para privar a los niños de origen humilde de las herramientas que el Estado mexicano daba para equilibrar un poco la balanza criminal de desigualdad social que tienen que enfrentar en el aula esos niños desprotegidos lingüística y culturalmente. Y que los favorecidos de siempre, los arropados por familias ilustradas, seguirán teniendo acceso a internet, a computadoras y a toda clase de materiales didácticos que los ubiquen a la vanguardia del conocimiento.

Ése será el resultado de quien hasta desde su nombre, Marx Arriaga, insulta el materialismo dialéctico del gran maestro Karl Marx, uno de los sabios peor interpretados en nuestra historia.

Don Andrés Manuel López Obrador, con todo respeto, pontifica a diario -y quiere que los profesores hagan lo mismo en todo el país-, sobre las bondades de la conciencia ecológica, por ejemplo, al mismo tiempo que se obsesiona con la construcción de una costosa refinería, mientras el planeta agoniza por el abuso de la quema de combustibles fósiles. O jura haber alcanzado el éxito en su política de abatir la inseguridad pública, mediante su estrategia fallida de los abrazos y no balazos, mientras militariza como nunca antes a un país que se ahoga en un mar de sangre.

Lo suyo lo suyo, es la retórica divorciada de la realidad. Y parece que los libros de texto seguirán el mismo estilo.

 

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