Fosfolandia. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura
¿De dónde sacó Diego Sinhue que los jóvenes asesinados en Celaya andaban incursionando en territorios ajenos?
Al más puro estilo del comandante Borolas, AMLO criminalizó, de bote pronto, a los jóvenes estudiantes de medicina asesinados brutalmente en Celaya. Determinó en la Mañanera -con la seguridad que solo el respaldo de una investigación prolongada y sólida, o el pitazo de un narcosocio-, con base en información proporcionada por Diego Sinhue, que los estudiantes fueron asesinados porque acudieron a comprar droga a un territorio que correspondía a un grupo criminal ‘que pertenecía a otra banda’. O sea que incursionaban, imprudentemente, en territorios ajenos y peligrosos.
A escasos días de la masacre, era imposible exponer tales detalles sin la información de primera mano de los propios narcos, o de los funcionarios públicos que controlan los territorios en que las bandas criminales operan, evidentemente, bajo su complicidad y protección.
Calderón, el precursor del genocidio en México a causa de la militarización en la guerra contra el narcotráfico, solía acusar a las víctimas juveniles deslizando -sin mayores detalles- que estaban vinculados de alguna manera al consumo o incluso al tráfico de estupefacientes. Era su forma vil de justificar su ineptitud para resguardar a la ciudadanía de las tragedias que él mismo provocó al llevar a extremos de locura el obsoleto paradigma del prohibicionismo en materia de drogas, y la incipiente militarización del país.
Tanto Xóchitl Gálvez, como la familia Le Barón y muchos otros, nos hemos indignado ante la criminalización de esos estudiantes, por cuenta de don Andrés, un hombre que presume de humanista al mismo tiempo que ha continuado e incluso exacerbado la política militarista y el genocidio perpetrado por sus dos antecesores recientes en el cargo: “El comandante Borolas” y “El Licenciado Peña Nieto“.
Si, como aclaró el mandatario, fue Diego Sinhue Rodríguez Vallejo quien formuló facilona, precipitadamente esa “hipótesis” -de que los muchachos andaban de fiesta en aguas turbulentas-, y se la comentó a la secretaria de Seguridad, Rosa Icela Rodríguez, entonces lo conducente para un Presidente que se dice comprometido con el destierro absoluto de la impunidad, sería iniciar una investigación a fondo contra el gobernador de Guanajuato y sus pequeños garcíalunas, tan al tanto de los pormenores en las actividades de esos criminales, a menos, claro, que el propio gobierno federal sea cómplice de esta trama macabra, lo que pondríamos en duda si no existieran indicios, cada vez más contundentes, de la participación activa del dinero del narco en procesos electorales recientes, y de la intención presidencial, también cada vez más clara, de maquillar las cifras de los asesinatos en México.
Hay que ver la entrevista de Carlos Marín de anoche a Francisco Rivas y otras que el Director General del Observatorio Nacional Ciudadano de Seguridad, Justicia y Legalidad A.C, ha concedido a diferentes medios, para darse cuenta de la manipulación descarada que Rosa Icela Rodríguez y, en su momento, Alfonso Durazo, realizaron alrededor de las cifras sobre la tragedia nacional en materia de inseguridad, ¿por instrucciones presidenciales?
Por lo pronto, ya nadie duda de que, en Fosfolandia, la “luminosa tierra donde sus habitantes irradian felicidad”, los homicidios dolosos son enmascarados como “desapariciones” y las cifras de estas últimas tratan de maquillarse con la ayuda de los servidores de la nación, entre otras muchas argucias, como comparar las peores cifras del peñismo con los meses actuales para que luzcan fosforescentes, y muchas otras artimañas que dejarían boquiabiertos a los expertos que perpetraban los ingeniosos métodos “democráticos” del prianismo depredador, como los ratones locos y las urnas embarazadas.