Guerra de aranceles. ¿Lo que exige Trump es justo? LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura
En lugar de comprometerse firmemente a frenar migración y fentanilo, Sheinbaum se engalla
El próximo presidente norteamericano, Donald Trump, amenazó con imponer aranceles de 25% a todos los productos provenientes de México y Canadá, desde su primer día de mandato y hasta que esos países detengan, de una vez por todas, la “invasión” de drogas y de inmigrantes indocumentados a su país. Y como ya va por su segundo mandato, es decir, ya no tiene que cuidarse las espaldas para ser reelecto, nadie duda que la amenaza del Presidente Ku Klux Klan va muy en serio.
Pero la respuesta de la Presidenta Sheinbaum resultó ser igual de inmadura y agresiva que la amenaza de Trump: “A un arancel, vendrá otro en respuesta”, dijo muy salsa, o muy pantera la mandataria mexicana, lo que de ninguna manera abona a atemperar el ánimo belicoso del intolerante y misógino energúmeno.
“El 20 de enero, como una de mis primeras órdenes ejecutivas, firmaré todos los documentos necesarios para cargar una tarifa del 25% a todos los productos de México y Canadá que vengan a Estados Unidos“, indicó Trump en lo que constituye un discurso reiterativo que algunos asesores de Claudia Sheinbaum califican como “fanfarronadas de campaña”, asegurándole a la mandataria que el irracional magnate –aterrizado por azares del destino, para desgracia global, en el terreno de la política– no cumplirá jamás “porque perjudicaría por igual a muchas empresas norteamericanas asentadas en México“, concediéndole así a Trump un grado de racionalidad económica y política que ha demostrado con creces no tener.
Si Sheinbaum estuviera bien asesorada, le daría por su lado al neoyorkino con desplantes retóricos encendidos contra los narcotraficantes y uno que otro operativo propio de García Harfuch –no como el robado al fiscal mexiquense–, lo más espectacular posible, contra narcos pesados en el campo del tráfico de fentanilo, acciones aderezadas con promesas grandilocuentes de asignar numerosos batallones de la Guardia Nacional para detener la migración desde la frontera Sur. Prometer no cuesta nada, sobre todo cuando las demandas del adversario suenan justas desde culaquier ángulo que se les mire.
Lástima que en el ánimo de doña Claudia prevalezca el espíritu pendenciero antiyanqui del expresidente AMLO, proclive a los baños de pureza nacionalista ramplona, evocadora compulsiva de soberanías e independencias castradas por la doctrina Monroe, convicciones proferidas al mismo tiempo que abrazaba a los delincuentes productores y exportadores de fentanilo (con precursores asiáticos o de Marte, no importa) y alcahueteaba a migrantes indocumentados provenientes de decenas de países invasores.
En la carta que le escribió Sheinbaum a Trump, dice: “Presidente Trump: No es con amenazas ni con aranceles como se va a atender el fenómeno migratorio ni el consumo de drogas en Estados Unidos. Se requiere de cooperación y entendimiento recíproco a estos grandes desafíos”. Y no suena mal. Parece que, a fin de cuentas una dama, doña Claudia es capaz de moderarse, a pesar de las presiones que desde Palenque la impulsan a desbocarse.
Pero lo que Trump espera –y definitivamente ya ha perdido la paciencia– es un respuesta contundente a su dos demandas específicas, perfectamente definidas y unívocas: No más fentanilo y no más migrantes invasores, lo que en buen Inglés y mejor Español significa no más abrazos a los delincuentes y no más tolerancia y hospitalidad a quienes prefieren abandonar sus países de origen a enfrentar ahí las condiciones insoportables de abuso de oligarquías –de derecha y de izquierda– que los impulsan a emigrar en busca de mejores condiciones de vida.