Reseña de la columna “Rocha Moya apesta” de Luis Cárdenas (El Universal)
Cauteloso, Cárdenas recoge los múltiples señalamientos en contra de Rocha, sin considerarlo culpable
Luis Cárdenas ofrece un retrato implacable del gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, a quien describe como una figura política que ha sobrevivido más por su cercanía con Andrés Manuel López Obrador que por méritos propios. La columna (“Rocha Moya apesta”. El Universal) no afirma directamente su culpabilidad en los múltiples señalamientos que pesan sobre él, pero expone el cúmulo de acusaciones y teorías que lo rodean, desde supuestos nexos con el crimen organizado hasta la protección política que lo mantiene en el poder.
Un gobernador bajo sospecha
Cárdenas señala que Rocha Moya llegó a la gubernatura en 2021 con un 56% de los votos, pero bajo un proceso cuestionado por la posible injerencia del crimen organizado. Aunque estas denuncias fueron presentadas, nunca prosperaron en las fiscalías. Más allá de su elección, el autor destaca que, sin el respaldo de López Obrador, Rocha difícilmente habría alcanzado el poder, pues su paso por la Universidad Autónoma de Sinaloa como rector dejó más detractores que seguidores.
La columna también menciona el supuesto expediente que las autoridades estadounidenses tendrían sobre Rocha, el cual podría crecer si el líder del Cártel de Sinaloa, Ismael “El Mayo” Zambada, decide testificar en su contra. Además, se mencionan rumores sobre su papel como intermediario entre López Obrador y la familia del Chapo Guzmán, pero sin pruebas concluyentes.
Un gobierno que evade responsabilidades
El autor destaca el deterioro de la seguridad en Sinaloa, particularmente tras el asesinato de Antonio Sarmiento y sus hijos en Culiacán, crimen que desató protestas multitudinarias exigiendo la renuncia del gobernador. Sin embargo, Rocha Moya minimizó la situación y llegó al absurdo de culpar a las víctimas por llevar vidrios polarizados en su vehículo.
Esta desconexión con la realidad, según Cárdenas, es un rasgo recurrente en el gobernador, quien insiste en que la violencia es un problema generalizado y no exclusivo de su estado. Incluso, cuando en octubre pasado el colectivo “Ciudadanos Unidos por Sinaloa” promovió la revocación de su mandato, Rocha desafió a sus críticos diciendo que él mismo ayudaría a recolectar firmas, pero pronto guardó silencio cuando se hizo evidente que podría perder en las urnas.
El ocaso de Rocha Moya
Cárdenas concluye que el futuro de Rocha Moya se asemeja al de otros exgobernadores caídos en desgracia, como Javier Duarte o Roberto Borge. Insinúa que su salida es solo cuestión de tiempo y que en las cúpulas del poder ya se barajan estrategias para su remoción. Entre ellas, una “enfermedad repentina” que lo obligue a apartarse del cargo, una salida que ha sido utilizada en otros casos donde el desgaste político se vuelve insostenible.
En última instancia, la columna no ofrece pruebas definitivas de las acusaciones contra Rocha, pero sí pinta un panorama de creciente presión política y social. Luis Cárdenas deja claro que, independientemente de su culpabilidad, la imagen del gobernador de Sinaloa está ya demasiado deteriorada como para sostenerse por mucho tiempo más.