Invocar la soberanía para defender a narcotraficantes, ¿un síntoma de morbilidad política?

Muy molesta estuvo hoy por la mañana nuestra presidentA con motivo de la columna de Raymundo Riva Palacio (“Las primeras filtraciones”. Estrictamente Personal. El Financiero), con la que el destacado periodista logra enredarla en un juego de conceptos sobre espionaje y soberanía, derivados de las filtraciones del New York Times y CNN.

Raymundo se hace bolas al plantear que “el espionaje” de la CIA en México se realiza con el conocimiento y autorización del gobierno claudista, lo que constituye una contradicción. Si la vigilancia a los narcos con drones o cualquier otro mecanismo técnico se efectúa con autorización del gobierno, entonces no se trata de “espionaje“, salvo desde el punto de vista de los grupos “espiados”, en este caso, los cárteles.

Aeronaves gringas sobrevuelan territorio mexicano con su permiso, asegura Sheinbaum

Y doña Claudia Sheinbaum, con todo respeto, también se hace bolas cuando –reconociendo abiertamente que esa actividad se realiza con su conocimiento y autorización, además de que presuntamente la retroalimenta para combatir a quienes exportan el fentanilo a EU–, se envuelve en el lábaro patrio invocando el masiosare y jurando que el pueblo de México la respaldaría si EU alguna vez violara nuestra soberanía, es decir si Donald Trump se atreviera a atacar por su cuenta a los grupos criminales.

Y digo que se hace bolas porque con tal narrativa se expone a proyectar la idea, seguramente errónea (eso espero) de que ella convocaría al pueblo de México a combatir a los gringos si osaran perseguir a los “narcoterroristas” mexicanos, creando la imagen, seguramente falsa (eso espero) de que sin importar que se trate de asesinos desalmados, por el simple hecho de ser mexicanos, todos tendríamos que aprestad el acero y el bridón para hacer temblar en sus centros la Tierra, al sonoro rugir del dron.

Dron equipado con metralleta

Ese síntoma que muestra doña Claudia de cierta obnubilación al defender a narcoterroristas, proviene del discurso de su antecesor, quien promovió una auténtica revolución cultural al estilo maoísta, durante miles de horas de mañaneras en las que acusaba a sus opositores de ladrones y asesinos, sin presentar una sola prueba y sin realizar las denuncias correspondientes ante las autoridades competentes, revelando, así, su intención real de usar ese discurso polarizante con fines estrictamente políticos que le rindieron, por cierto, generosos frutos electorales, absolutamente ilegales por cuanto usó recursos púbicos en un proselitismo político disfrazado, ante las narices de organismos electorales, cómplices involuntarios bajo amenaza de desaparición.

Hay que recordar que los servidores de la Nación instruían a los viejitos a que no se perdieran una sola Mañanera, como condición para recibir su Tarjeta del Bienestar.

Pero la mejor prueba de esa suerte de “amlotomía” cerebral en las filas morenistas la podemos apreciar en la actitud de Rocío Nahle, quien se inconforma con la incorporación de Yunes a Morena, acusándolo de lavado de dinero y muchas otras lindezas, pero, fiel a las enseñanzas de AMLO, no se anima a presentar, como gobernadora de Veracruz, las pruebas de sus acusaciones ante las instancias veracruzanas ya que, según dijo, Gertz Manero no le hizo el menor caso a la “carpeta azul” que ella le envió.

Rocío Nahle protesta por incorporación de Yunes a Morena

La “amlotomía” es el síntoma de una gravísima morbilidad política, consistente en perdonar en la práctica judicial a todos los corruptos, de derecha o de izquierda, fifís o chairos, asesinos, extorsionadores o ladrones, para limitarse a denunciarlos públicamente con el exclusivo fin de que pierdan su respetabilidad, es decir, su potencial electoral. Así, la “amlotomía” que afecta a vastos sectores del pueblo de México ha permitido a Morena ganar elecciones con candidatos impresentables como Cuauhtémoc Blanco, Rutilio Escandón o Cuitláhuac García, por mencionar un puñado de los más deleznables.

AMLO les enseñó a sus millones de fanáticos que él era capaz de purificar a sus adversarios, que no enemigos, otorgándoles el perdón de sus pecados, con el simple hecho -no de rezar unas cuantas aves marías-, sino de afiliarse con devoción cuasirreligiosa a su movimiento. Por eso vemos a su hijo Andy, muy sonriente, entregar a Rocha Mayo, perdón Moya, su credencial de morenista redimido por El Supremo, como le dice Guillermo Sheridan al tabasqueño.

Rocha Moya feliz por ingresar a las filas de Morena por parte de Amlito JR

Y la “amlotomía” seguirá haciendo de las suyas frente al presidente Ku Klux Klan, que lo único que reclama para suspender definitivamente los aranceles es que se anule a los grupos criminales que dominan nuestro país, según dice, y se contenga de manera eficaz a los millones de indocumentados que invaden el suyo.

Para ello, Trump incluso ofrece ayuda, lo que prende las alarmas de los nacionalistas de café y anima la voracidad de los conservadores vendepatrias, pero también, hay que decirlo, mantiene a nuestra aparentemente bien intencionada mandatariA, doña Claudia, haciendo malabarismo mentales mientras camina -aparentando cabeza fría- sobre una cuerda floja en la frontera de dos difíciles opciones: decidirse a combatir realmente a los narcos y a los corruptos como Yunes y Rocha Moya, así como frenar drásticamente la oleada masiva de indocumentados, o seguirse haciendo como que la virgen le habla para mantener el statu quo de criminalidad creciente que le heredó su padrino y gurú ideológico.

Trump ofrece ayuda a Sheinbaum para acotar a los narcoterroristas

Faltan 13 días, doña Claudia. Si la seguridad de México realmente estuviera en juego, cabría esperar una postura coherente: o se rechaza tajantemente toda intromisión extranjera o se acepta la necesidad de una cooperación integral, incluso cuando incomode a ciertos actores políticos y criminales. Pero usted ha decidido una tercera vía: abrir las puertas al espionaje estadounidense mientras se envuelve en la bandera de la soberanía cuando conviene.

El mensaje es claro: los principios son flexibles cuando se trata de mantener el control político. Washington puede intervenir, siempre y cuando Sheinbaum lo apruebe. Pero si la intervención amenaza con incomodar a ciertos grupos delictivos, entonces la soberanía vuelve a ser el estandarte sagrado del gobierno mexicano. La contradicción no podría ser más evidente.