viernes, junio 27

Ya serán 4 las zonas militares de EU en la frontera con México, destaca el New York Times

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Todo indica que Estados Unidos prepara una invasión “no contra México, contra los cárteles”

Estados Unidos ha comenzado a consolidar una arquitectura militar a lo largo de su frontera sur que, por su escala y naturaleza, despierta una grave preocupación geopolítica y plantea interrogantes sobre los verdaderos alcances de su agresiva política migratoria. De acuerdo con The New York Times, el Pentágono está creando dos nuevas zonas militares ampliadas: una en la frontera con Arizona, que se integrará a la Estación Aérea del Cuerpo de Marines en Yuma, y otra en el sur de Texas, que quedará bajo control de la Base Conjunta San Antonio.

Con estas adiciones, suman ya cuatro franjas fronterizas transformadas en instalaciones militares. La anterior, de más de 100 kilómetros, fue adscrita a Fort Bliss en El Paso; y otra más, establecida en abril, abarca 200 millas en Nuevo México, formando parte de una base militar aún no especificada públicamente.

El diseño estratégico de estas zonas no es menor. Todo migrante que ingrese en estos corredores será tratado como intruso en una zona militar, con la posibilidad de ser detenido por tropas activas antes de ser entregado a la Patrulla Fronteriza. Este hecho marca una militarización sin precedentes del fenómeno migratorio, donde el Ejército estadounidense —originalmente excluido de tareas de seguridad civil por el principio del Posse Comitatus— asume funciones de contención y vigilancia propias de agencias civiles.

La dimensión del operativo es notable: casi nueve mil soldados en activo desplegados, vigilancia aérea mediante aviones espía, y presencia naval en alta mar. Lo que se perfila no es sólo un reforzamiento logístico, sino una transformación institucional de la frontera, bajo una lógica de control territorial cada vez más agresiva.

En este contexto, la inclusión reciente de México en una lista de “adversarios extranjeros” por parte de autoridades estadounidenses, y las declaraciones de figuras como Pam Bondi —quien aseguró que “no se dejarán intimidar”—, refuerzan la percepción de que se está gestando una postura hostil, con tintes de doctrina prebélica.

El despliegue no puede analizarse en aislamiento. Sucede después de que el expresidente Donald Trump, en su aventura geopolítica con Irán, reactivara discursos nacionalistas y militaristas, ahora trasladados al frente doméstico. La frontera con México, convertida en zona de exclusión militar, comienza a parecer menos una línea de contención y más la antesala de una estrategia de ocupación preventiva, en nombre de la seguridad interna.

La ambigüedad entre migración y amenaza exterior —alimentada desde el discurso oficial— sienta un precedente peligroso. La preocupación ya no es solo humanitaria, diplomática, o de soberanía regional, sino un preludio de invasión, no contra México, sino contra los cárteles, argumento que se usó en el bombardeo contra instalaciones nucleares en Irán.

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