miércoles, noviembre 19

Adán, Monreal y Cía. dicen respaldar a Sheinbaum ante la “embestida oscura de la derecha”

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Quienes bregan para revocarle el mandato fingen defenderla antes de asestar la puñalada trapera

LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

Los intachables defensores de la República —los mismos a quienes la sombra del crimen organizado nunca les despeina un cabello gracias a la impunidad institucional— salieron en bloque a regañar a la “Generación Z” por atreverse a marchar sin pedir permiso, junto con todas las otras personas —jóvenes y viejos— que decidieron sumarse en forma incuestionablemente legítima, incluidos los michoacanos del Movimiento del Sombrero.

El presidente de la Jucopo del Senado, Adán Augusto López —quien en cualquier país civilizado estaría sometido a un proceso de investigación criminal por sus inocultables nexos con La Barredora, entre otros escándalos—, aseguró que la marcha del sábado fue una embestida desde la parte más oscura de la derecha mexicana, incluso con participación internacional, la ultraderecha y el fascismo.

¿Habrase visto semejante hipocresía? ¿Se atreve Adán Augusto a hablar de fascismo sin morderse la lengua?

En una escena digna del teatro político mexicano, la cúpula legislativa del oficialismo —convertida repentinamente en la Liga de la Justicia— convocó a conferencia de prensa para advertirle al país que la protesta del 15 de noviembre no fue un estallido juvenil contra un gobierno cada vez más miope ante su realidad, sino una “embestida oscura” de la derecha y del fascismo internacional liderado seguramente por Lex Luthor.

Mientras tanto, Ricardo Monreal —equilibrista del poder, operador de cualquier régimen que lo tolere— remató con un llamado solemne: cerrar filas con Claudia Sheinbaum, esa presidenta que, según él, encarna la voluntad de la mayoría y por eso debe ser protegida de “embates internos y externos”. ¿Como “internos” se refiere a los que provienen de los sectores duros del morenismo?

Faltó que aclarara que esos “embates” incluyen a jóvenes sin partido, sin padrino, sin estructura… pero incómodamente auténticos.

Resulta casi poético —en un sentido oscuro y tragicómico— que personajes cuya cercanía con actores criminales, caciques regionales y financiadores turbios ha sido señalada y documentada, se erijan ahora como guardianes de la democracia y verdugos del “fascismo juvenil”.

La ironía es brutal: quienes han convertido la política mexicana en un cártel del poder, moralizan sobre marchas estudiantiles como si fueran golpes de Estado.

Y así, rodeados de vicecoordinadores, representantes del PVEM y del PT —todos alineados como soldados de utilería—, los autoproclamados defensores de la patria reclamaron unidad. Unidad, por supuesto, en torno a un gobierno que confunde crítica con complot, juventud con enemigo y protesta con traición.

La Generación Z, mientras tanto, queda advertida: para los dueños de la impunidad, nada resulta más peligroso que jóvenes que piensen por sí mismos.

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