Sheinbaum y la carabina de Amlosio. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

Ofrece “mesas de diálogo” mientras los transportistas exigen acabar con la extorsión en las carreteras
La “movilización nacional” de productores y transportistas no nació de un capricho ni de la mala leche opositora, como parece creer la Presidenta, a quien todavía damos el beneficio de la duda, no por ingenuos, sino porque la alternativa sería terrible para el país: que AMLO se salga con la suya y sustituya a Claudia con Adán, con Andy, o peor aún, con él mismo.
La movilización estalló porque en México mover un camión por carretera se ha convertido en una ruleta rusa: o te asaltan, o te extorsionan, o simplemente desapareces junto con la mercancía. Y frente a este cuadro, la Presidenta Sheinbaum sale con su oferta de “mesas de diálogo”, como si el país padeciera un malentendido administrativo y no un colapso criminal explícito.

Desde antes de las seis de la mañana, los bloqueos comenzaron a multiplicarse en el Estado de México: México-Toluca, México-Querétaro, Ecatepec, Tecámac, Texcoco, Acolman… una geografía del hartazgo. Productores y choferes atravesaron tractocamiones, cerraron carriles completos y provocaron filas kilométricas. No eran actos de sabotaje político: eran gritos de auxilio (como los de Carlos Manzo) al borde de una carretera tomada por bandas que cobran cuotas por respirar.
En la México-Toluca, a la altura de Plazas Outlet, dos camiones atravesados bastaron para formar una fila de más de cinco kilómetros. En la México-Querétaro, pasando Palmillas, los transportistas bloquearon parcialmente desde antes de las siete, obligando a miles de personas a avanzar a vuelta de rueda. Las lonas lo decían sin florituras: “Transportistas solicitan seguridad en todas las carreteras y en todo el país”. Ni reforma constitucional, ni nuevo modelo policial, ni asamblea de expertos: seguridad. Punto.
En Ecatepec, sobre la vía López Portillo, pesados camiones cerraron ambos sentidos. En Tecámac, otro grupo bloqueó la Texcoco-Lechería. Y en la autopista Ecatepec-Pirámides, rumbo a Acolman, más unidades exigieron lo mismo: “Alto a la delincuencia contra el transporte”. Mientras tanto, miles de automovilistas y usuarios del transporte público quedaron varados, obligados a improvisar rutas imposibles.
Incluso en la México-Texcoco y la autopista Peñón-Texcoco, donde apenas 12 camioneros bastaron para obstruir tres de cuatro carriles, la demanda volvió a resonar con crudeza: el Estado mexicano ha renunciado a garantizar el tránsito libre en su propio territorio.
Y ahí radica la ironía central: mientras los transportistas ponen el cuerpo y sus unidades para denunciar una realidad insoportable, el gobierno federal responde con la vieja receta del “vamos a dialogar”, como si la criminalidad en carreteras fuera susceptible de resolverse con café, galletitas y un memorándum de acuerdos.

Los manifestantes no piden una audiencia. No exigen una reforma legal ni una consulta popular. No reclaman una mesa multisectorial con académicos y funcionarios. ¡Exigen que pare la extorsión en las carreteras! Exigen que el Estado haga lo único que un Estado que se respeta debe garantizar: seguridad.
La hipocresía está en fingir que se trata de un diferendo. No lo es. Es un colapso. Y ante un colapso, ofrecer “mesas de diálogo” no es voluntad política: es eludir la responsabilidad de gobernar, con un insufrible estilo de burla.





