Alita del Moral abre la boca… y la cloaca. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura
Ya no queda duda de que Alfredo del Mazo cedió la plaza ¡a cambio probablemente de nada!
Analistas de medio pelo todavía cuestionan como un “mito” la cesión de la plaza electoral mexiquense a Morena, por cuenta del exgobernador Del Mazo Maza, en alianza con Movimiento Ciudadano -que amordazó a Juan Zepeda para no restarle votos a Delfina Gómez en el 23, contra lo que hizo él mismo pero con el PRD en el 17-, pero son ahora los priistas mexiquenses más destacados -excepción hecha de Arturo Montiel y César Camacho, hasta ahora- quienes reconocen lo que planteamos aquí en innumerables ocasiones en plena campaña del 2023, en coincidencia con lo denunciado por ALITO Moreno hace once meses, sobre la traición de Alfredo del Mazo.
Las muestras de indignación de Laura Barrera, Enrique Jacob Rocha y la propia dirigente del PRI, Ana Lilia Herrera, entre otros, son muy elocuentes en el sentido de que los arreglos de Del Mazo con Morena para hacerle el vacío a la candidata que él mismo destapó, no fueron consensuados con el priismo mexiquense, sino directamente entre Del Mazo y AMLO.
De ahí que la propia Claudia Sheinbaum termine de darle la puntilla a Alita del Moral, difundiendo que fue ella la que se le acercó y que no tendrá ningún cargo en su probable gobierno, contra lo que asegura Mario Maldonado en su columna de El Universal, quien afirma que fue Claudia la que buscó a Del Moral, a través de Mario Delgado, para ofrecerle un puesto en su gabinete.
Estos experimentados priistas que despotrican, en-ca-bro-na-dí-si-mos, contra Alita, dan muestras de una ingenuidad y candidez de párvulos de la política, sorprendidos frente a algo que para nosotros fue evidente desde el principio de la campaña del 23 y lo denunciamos en varias ocasiones: Con su huelga de brazos caídos -similar a la que ahora los priistas mexiquenses aplican a su candidata presidencial Xóchitl Gálvez– Alfredo del Mazo no solo traicionaba a su partido y a millones de mexiquenses que creyeron en la honestidad de su proyecto, sino a un robusto legado familiar de cepa pura tricolor.
Ahora bien, coincidimos en que el destino del país es mucho, pero mucho más importante que cualquier partido político. La lealtad debe ser ofrendada a los principios, a los ideales y no a las burocracias partidistas, y mucho menos a caudillos que se creen la encarnación viva de esos principios e ideales, cuando su praxis los contradice a diario, como es el caso lamentable de López Obrador.
A lo que estamos asistiendo con esta desbandada del priismo hacia el PRIMOR, es a la creación de un partido político “progresista” conformado por miembros históricos de la izquierda no radical, aderezados con las bases del nacionalismo revolucionario priista, del cual emergen personajes como el propio AMLO, Porfirio Muñoz Ledo, Cuauhtémoc Cárdenas y un larguísimo etcétera que incluye a ex presidentes de la talla del general Cárdenas y Adolfo López Mateos.
Paralelamente, se está dando una irrupción históricamente contenida del panismo, con ideales democráticos largamente acariciados pero con una orientación ideológica conservadora, lo cual es perfectamente válido por mucho que López Obrador pretenda descalificarla.
Estas dos corrientes, nacionalista revolucionaria y conservadora, se alternaron en el poder presidencial en México a lo largo de los 70 años de estabilidad política que Vargas Llosa calificó como “la dictadura perfecta“, dado que, dentro de un mismo partido hegemónico, se daba cauce a la alternancia entre esas dos corrientes contrapuestas, pero muy civilizadas para darse juego mutuamente según cada circunstancia y momento históricos, siempre manteniendo a raya a los extremismos de izquierda y derecha mediante ratones locos y urnas embarazadas.
La exigencia de los Estados Unidos de dar paso a un bipartidismo al estilo gringo como requisito para la firma de un Tratado de Libre Comercio con México, dio pie a la cesión de la Presidencia por cuenta de Zedillo al PAN en el 2000. El motivo del asesinato previo de Luis Donaldo Colosio fue que dio muestras claras en su campaña de que no iba a mantener los pactos de Salinas con los narcos, y probablemente tampoco consentiría honrar los acuerdos del Innombrable con los gringos sobre dar paso al bipartidismo, permitiendo el arribo del PAN a la Presidencia como sí consintió Zedillo en lo que constituye la mayor de las concertacesiones del salinato.
El bipartidismo democrático, que le daría oportunidad a progresistas y conservadores de disputarse el poder en las urnas, con autoridades electorales confiables que garantizaran elecciones limpias, fue obstruido por los panistas Fox y Calderón debido a sus ansias de conservar el poder presidencial tal como lo hacían sus antepasados priistas.
Se inventaron nuevas formas de fraude electoral y se fue formando así un bloque conservador al que conocimos como prianismo, en su lucha contra la corriente progresista derivada del Frente Democrático Nacional, encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, corriente de la que poco a poco se fue adueñando Andrés Manuel López Obrador.
Don Andrés pretende ahora suplantar la dictadura neoliberal, de 36 años, con una dictadura progresista mediante, otra vez, nuevas formas de fraude electoral frente a las que las autoridades actuales se hacen de la vista gorda.
La renuncia de Alita del Moral al PRI es consecuencia lógica de esta dinámica histórica en la formación del nuevo bipartidismo -en gestación desde el año 2000- que no termina de cuajar debido a las desviaciones brutales de sus protagonistas, tanto de derecha, como de izquierda.
La vocación democrática del panismo fue deshonrada escandalosamente por Fox y por Calderón con sus famosos fraudes electorales, lo que dio pie a que muchos leales a esa vocación democrática, confundidos y decepcionados, buscaran nuevas alternativas, como Movimiento Ciudadano, por ejemplo.
Ahora, muchos leales al nacionalismo revolucionario priista y a la izquierda moderada e incluso radical, se sienten traicionados por el militarismo compulsivo de AMLO y sus desastres en materia educativa, de salud y de “lucha contra la corrupción”, por no mencionar el peor de todos, su sorprendente e inexplicable manía de abrazar a los delincuentes, lo que los deja en el dilema de plegarse a los deseos totalitarios de don Andrés, o sumarse al conservadurismo que siempre han rechazado. Ése es el fenómeno que está nutriendo las filas de Movimiento Ciudadano.
A 42 años de intentar su consolidación, el bipartidismo no termina de madurar simplemente porque las dos corrientes dominantes se niegan a jugar limpio.
ESTO OPINA ENRIQUE JACOB: