México, concentración obscena de riqueza: 0.3% concentra la mitad de la riqueza nacional

Unas 399 mil personas concentran patrimonios por 788 mil 571 millones de dólares
La desigualdad en México no es una percepción ni una exageración: es un dato. Apenas el 0.3 por ciento de los mexicanos —unas 399 mil personas— concentran patrimonios por 788 mil 571 millones de dólares, una cifra equivalente a la mitad del valor total de la economía nacional, según revela el último Informe sobre la riqueza mundial elaborado por el banco suizo UBS.
Más que una fotografía del presente, el reporte sugiere un problema estructural a largo plazo: México está en ruta para heredar esta brutal desigualdad a las próximas generaciones. El país es hoy la décima economía más desigual del planeta, sólo detrás de gigantes como Brasil, Rusia y Sudáfrica. Esta concentración extrema de riqueza pone en duda cualquier narrativa oficial sobre movilidad social o justicia económica.
UBS advierte que México se prepara para una de las mayores transferencias de riqueza del mundo en los próximos 20 a 25 años: 4.5 billones de dólares cambiarán de manos, más del doble del tamaño actual de su PIB. Pero este relevo generacional no será producto del esfuerzo o innovación, sino de herencias, lo que perpetuará la estructura patrimonial de élites familiares que dominan la economía mexicana desde hace décadas y que la Cuarta Transformación ha mantenido intocadas.
Aunque el informe reconoce que ha habido un crecimiento patrimonial notable desde el año 2000, sobre todo por el aumento en los activos de clase media (casas, terrenos, pequeños negocios), ese crecimiento no se refleja equitativamente en la población. La riqueza por habitante cayó 3.45% solo en el último año, y ha descendido más de 18% desde el inicio del siglo. En otras palabras, el país se hace más rico, pero su población, más pobre en términos relativos.
El leve descenso en la desigualdad que muestra el índice de Gini —de 0.75 a 0.72 entre 2019 y 2024— es engañoso: sigue siendo un valor alarmante que coloca a México muy por encima de naciones desarrolladas y por debajo solo de las peores economías en términos de concentración del ingreso.
A escala global, UBS documenta una paradoja: aunque la riqueza mundial sigue creciendo a una tasa promedio de 3.4% anual desde el 2000, en más de la mitad de los países analizados la riqueza media por adulto disminuyó en términos reales. México comparte esa tendencia: sus millonarios multiplican sus patrimonios mientras la base social se precariza.
Además, esta concentración no es resultado de la creación productiva, sino del encarecimiento de activos inmobiliarios, fluctuaciones cambiarias y un modelo económico que privilegia la especulación financiera sobre la producción o la innovación tecnológica.
A nivel mundial, se estima que 83 billones de dólares cambiarán de manos entre generaciones en las próximas dos décadas, y México se encuentra en el grupo de países donde esta transferencia amenaza con consolidar castas económicas familiares más que promover una verdadera meritocracia.
Lejos de ser solo una cifra fría, el fenómeno de la concentración de riqueza en México revela una debilidad estructural: un sistema económico incapaz de distribuir los frutos del crecimiento de manera equitativa, condenado a reproducir desigualdades históricas.
El desafío no es solo económico, sino político: ¿cómo enfrentar una estructura donde la herencia sustituye al esfuerzo, y la riqueza se convierte en un mecanismo hereditario más que en una recompensa al trabajo o la innovación? De no corregirse, el futuro del país será uno de riqueza creciente… para los mismos de siempre.