Noroña es un héroe nacional. ¡Déjenlo que se explaye! LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

Don Gerardo es la enzima que cataliza la descomposición del organismo político que gobierna México
Noroña ha impulsado la proeza —sí, la proeza— de exhibir ante el mundo el verdadero pensamiento de los morenistas. Noroña es transparente, un caso clínico: carece de las mañas y las habilidades de otros para esconder sus verdaderas pulsiones. Como le aconseja Citlalli Hernández, debería aprender a barnizar con empatía fingida el odio incontenible que le escupe a todo aquel que no piensa como él. Por eso le permiten al senador “noroñear” a sus anchas: lo mantienen como mono de cilindrero en el escenario. Él se ensucia el hocico con sus groserías para evitarles a los verdaderos dirigentes del partido la vergüenza de hacerlo ellos mismos, y así preservan —cada vez con más dificultad— las apariencias.

Pedir que expulsen a Noroña después del espectáculo inaudito de llamar “fascista” a la viuda de Carlos Manzo es hacerle a Morena el favor más grande posible. Si lo expulsaran, frenarían el proceso de descomposición que los corroe y que, inevitablemente, los llevará al desastre. Noroña es el catalizador perfecto para que ese fracaso se fragüe más rápido: la enzima que acelera la putrefacción de un partido que, por primera vez en la historia del país, decidió lanzarse a la inverosímil aventura de financiarse con y trabajar para los delincuentes.

Al verlo hablar así de Grecia Quiroz —la mujer más valiente de la patria en este momento— y observar las reacciones extraordinarias de otras mujeres igualmente firmes e inteligentes, como Azucena Uresti, me dispuse a buscar los adjetivos que retrataran la vileza de Noroña en todo su esplendor primitivo. Pero esos adjetivos no existen. Él ha logrado superar cualquier definición de estulticia. El asco que provoca rebasa el lenguaje, y fue entonces cuando comprendí que, en realidad, deberíamos estar agradecidos con Noroña: gracias a grotescos especímenes como él, el deterioro de la farsa morenista avanza de manera exponencial.

El verbo “noroñear” —que muy pronto figurará en el diccionario— significa exponer a plena luz toda la pus que se esconde detrás de cursilerías engañosas como “por el bien de México, primero los pobres”. Dichas frases simulan nobleza, pero en realidad encubren una maldad incubada por complejos, rencores y frustraciones largamente acumuladas. Es así como se gestan los impulsos más siniestros de un inconsciente colectivo reprimido masivamente, que, con el líder adecuado, termina desembocando en el fenómeno del fascismo.
No, Noroña. El fascista eres tú. Tú y todos los que te cobijan, porque piensan exactamente como tú, solo que no se atreven a confesarlo. Si te expulsaran, retardarían la metástasis.





