martes, diciembre 16

Jorge Romero, líder del PAN, festeja el triunfo del pinochetismo con raíces nazis en Chile

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“Cada vez son más los países de nuestra región que optan por la defensa de la patria, la familia y la libertad”, festina

AL GRANO. Por Jesús López Segura

La frase no es inocente. Tampoco es casual. Es la consigna histórica de la ultraderecha autoritaria latinoamericana, reciclada ahora por el dirigente nacional del PAN, Jorge Romero Herrera, para celebrar el triunfo de José Antonio Kast en Chile. Con su desvergonzado tuit, Romero no sólo felicitó a un presidente electo: confesó sin rubor el verdadero proyecto ideológico de la derecha partidista mexicana.

José Antonio Kast, abogado de 59 años y fundador del ultraderechista Partido Republicano, llegó a la presidencia chilena reivindicando sin matices la herencia de la dictadura de Augusto Pinochet y proponiendo un gobierno de mano dura frente a la inseguridad y la migración. Su victoria marca el retorno explícito del autoritarismo al centro del poder político en Chile.

Su biografía política no puede separarse de su historia familiar. Kast es hijo de Michael Kast Schindele, inmigrante alemán que llegó a Chile en 1950 tras haber militado en el Partido Nacionalsocialista y servido como soldado de la Wehrmacht, el ejército de la Alemania nazi. En el ámbito local, su entorno también estuvo íntimamente ligado al pinochetismo: Miguel Kast, su hermano, fue ministro del Trabajo durante la dictadura militar.

Lejos de tomar distancia de ese legado, Kast ha defendido los “valores” del régimen militar, relativizando sus crímenes y cuestionando consensos básicos del Estado de Derecho. Su programa —recortes al gasto social, endurecimiento migratorio, cárceles de máxima seguridad y militarización territorial— coincide mucho más con Donald Trump, Nayib Bukele y Javier Milei que con la tradición democrática chilena.

Las reacciones en México no tardaron. Y fueron reveladoras.

Lo que durante años se disimuló como “conservadurismo democrático” en el PAN terminó de derrumbarse. Jorge Romero celebró sin ambages el triunfo de Kast y escribió en X, con entusiasmo doctrinario, que “lo mismo ocurrirá próximamente en México”.

No fue un desliz retórico. Fue una declaración ideológica. “Patria, familia y libertad” es el eslogan con el que se justificaron dictaduras, persecuciones y crímenes de Estado en América Latina. Que el líder del PAN lo adopte y lo celebre no deja lugar a dudas: la derecha mexicana ya no finge.

Nada del pasado de Kast incomodó a Romero. Ni su pinochetismo, ni su entorno familiar ligado al nazismo, ni su desprecio por los derechos humanos. Al contrario: le deseó “éxito” para conducir a Chile por la “paz y la prosperidad”, como si esas palabras no hubieran sido históricamente utilizadas para blanquear la represión y el autoritarismo.

El PAN ya no es una oposición democrática, es una fuerza política que mira con admiración al pinochetismo, normaliza el fascismo y sueña con importarlo a México.

Sheinbaum y la diplomacia selectiva

La presidenta Claudia Sheinbaum, por su parte, felicitó a Kast, calificó su triunfo como una decisión soberana del pueblo chileno y llamó a los movimientos progresistas de América Latina a reflexionar sobre el retroceso de la izquierda, sin emitir juicios directos contra el nuevo gobierno.

Sostuvo que este giro no se reproducirá en México porque existe un amplio respaldo popular a su administración, sustentado —dijo— en la reducción de la pobreza, el combate a la desigualdad y el cumplimiento de compromisos.

Una postura cauta y respetuosa que contrasta de manera evidente con la dureza mostrada frente a Perú y Ecuador, donde el gobierno mexicano sí ha cuestionado abiertamente la legitimidad democrática. En el caso chileno, incluso ante el avance de la ultraderecha, optó por la no intervención.

El péndulo y la inseguridad

Pero si la presidenta invita a reflexionar sobre el péndulo que empuja a América Latina de la izquierda moderada a la ultraderecha radical, convendría empezar por lo obvio: la inseguridad.

En México, señora presidenta, las encuestas son generosas con usted: más del 70% de aprobación personal. No lo son cuando evalúan el desempeño del gobierno, especialmente frente a la violencia rampante que azota al país.

Usted y sus pésimos asesores interpretan ese apoyo como un cheque en blanco a la 4T. No han querido entender que ese respaldo existe para que confronte con decisión a los factores que hicieron explotar la inseguridad: la política de abrazos, no balazos que permitió el crecimiento exponencial del control criminal sobre vastos territorios y poblaciones.

Tiene, de manera temporal, el apoyo de un pueblo que es víctima masiva de asesinatos y extorsiones, y para el cual siete años de 4T han sido insuficientes. Aquí no se trata de alfabetización ni de reparto agrario. Se trata de vida o muerte. Y la paciencia tiene un límite.

No se confunda mandataria. La apoyamos para que tome las decisiones trascendentes que la obligan sin dilación. Usted permitió que se asesinara a Carlos Manzo, héroe nacional que se atrevió a denunciar las relaciones de burócratas michoacanos del más alto nivel con los cárteles que torturan a los ciudadanos de Uruapan. Usted permite que burócratas del más alto nivel con relaciones con grupos como La Barredora y el Huachicol Fiscal sigan en sus puestos dañando gravemente a los mexicanos de bien, y lo hace sólo porque son allegados de su mentor y padrino político.

Si mañana un neofascista improvisado —con dinero, micrófonos y promesas de mano dura— gana las elecciones jurando que ahora sí combatirá la inseguridad en serio, no se haga la sorprendida. Usted, y sólo usted, junto con los obradoristas que la presionan, serán los responsables.

Limpie con decisión valiente de criminales su gobierno y verá cómo los mercachifles de ultraderecha se quedarán con un palmo de narices durante décadas de progreso y paz social.

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