domingo, octubre 13

México, Venezuela y Brasil, los países con las ciudades más peligrosas del mundo: Por Jesús López Segura / La Versión no Oficial

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El deshonroso primer lugar mundial lo gana Los Cabos, Baja California Sur, que desbancó a Caracas

https://youtu.be/wYjvFlXNzGg

 

De las 50 ciudades clasificadas por el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal A.C. como “las más peligrosas del mundo” por el número relativo de homicidios dolosos (excluyendo a las que están en guerra), 17 están en Brasil, 12 en México, 5 en Venezuela, 4 en Estados Unidos, 3 en Colombia, 3 en Sudáfrica, y 2 en Honduras. Hay una ciudad de El Salvador, Guatemala, Puerto Rico y Jamaica, pero México ocupa 5 de los 10 primeros lugares, lo que lo proyecta como el país más inseguro y violento del mundo.

El estudio ubica a Los Cabos, Baja California Sur, como la ciudad más peligrosa de todas, con una tasa de homicidios de 111.33 casos por cada 100 mil habitantes, desplazando al segundo lugar a la ciudad de Caracas, capital de Venezuela.

Esta noticia pavorosa, que debería causar alerta máxima en las estructuras de Gobierno y en los medios de comunicación de nuestro país, pasa casi inadvertida en los medios escritos hegemónicos, y merece menciones marginales en las televisoras nacionales -salvo las que intentan explotar el morbo con fines mercantiles- o en el caso de Imagen TV -en su emisión de mayor rating, la nocturna que conduce Ciro Gómez Leyva-, donde se realiza un patético esfuerzo por enmascarar el dramatismo de la tragedia mexicana con argumentos tramposos encaminados a paliar las cifras relativas de asesinatos en Los Cabos, es decir, el número de homicidios por cada cien mil habitantes, con las impresionantes cifras absolutas de Ciudades mucho más populosas como Caracas, Venezuela.

El clima exacerbado de violencia en México es producto directo -ya nadie lo duda- de la desastrosa estrategia diseñada por Felipe Calderón y continuada, a pie juntillas, por Enrique Peña para, según ellos, “combatir” a los cárteles de las drogas, conforme a una política inspirada en la visión más compulsiva y radical del anacrónico paradigma del prohibicionismo en materia de narcóticos, que resultó completamente contraproducente, porque el consumo de drogas, el tráfico y la violencia asociada con la represión militarizada, han crecido exponencialmente en vez de disminuir, como supuestamente sería el propósito de cualquier política en la materia.

Ante resultados tan catastróficos cabe preguntarse, a estas alturas, si realmente el objetivo de esta política iatrogénica, es decir, que provoca peores males que los que pretendía resolver, es realmente ése, a saber, “terminar con los cárteles de las drogas para lograr un clima de seguridad en el país”. Cabe preguntarse si la lucha contra las drogas no fue más que un pretexto para instaurar un clima de represión a gran escala, un clima de terror generado “con buenas intenciones”, para evitar la crítica internacional, a fin de desbrozar el camino para el escandaloso saqueo de las finanzas públicas y la impunidad absoluta que caracterizan a esas dos administraciones.

Cuando Richard Nixon instrumentó el viejo paradigma del prohibicionismo como una estrategia de “guerra contra las drogas“, a finales de la década de los 60s, lo hizo específicamente para tener una justificación aceptable para reprimir a los jóvenes que protestaban contra la guerra de Vietnam, a quienes no podía prohibir manifestarse, por el auge en materia de libertades civiles de la época.

La guerra contra las drogas le brindaba la facultad legalizada de arrestos masivos, irrupción en sus casas sin órdenes de cateo y aprehensión, y la persecución abierta de aquéllos a quienes consideraba sus enemigos políticos: hippies y negros, unos afectos a las marihuana y los otros a la heroína, según confiesa un excolaborador de Nixon.

En una entrevista publicada por la revista Harper’s, John Ehrlichman, quien fue jefe de la Política Interna durante el mandato de Richard Nixon, quien declaró por primera vez una “guerra contra las drogas”, afirmó que esa estrategia se lanzó para contener a “dos enemigos: la izquierda antiguerra y la gente negra”.

En la entrevista Ehrlichman explicó que como candidato y presidente, Nixon ubicó a sus “enemigos”, y divisó una manera de mantenerlos bajo control.

“Sabíamos que no podríamos hacer ilegal protestar contra la guerra o ser negro, pero al hacer que el público asociara a los hippies con la mariguana y a los negros con la heroína, y al criminalizar a ambas cosas severamente, podríamos desbaratar comunidades”, afirmó.

Con la excusa de las drogas, precisó Ehrlichman, “podíamos arrestar a sus líderes, catear sus hogares, terminar con sus juntas y vilipendiarlos noche tras noche en los noticiarios nocturnos. ¿Sabíamos que mentíamos sobre las drogas? Claro que sí”.

La guerra calderoniana y peñista podría ser una versión actualizada de la guerra contra las drogas de Nixon, un pretexto idóneo para mantener a raya a sus “enemigos políticos”, es decir, a todo un pueblo víctima de uno de los mayores saqueos de su historia.

 

CON INFORMACIÓN DE:

“Guerra contra las drogas” de Nixon en los 70’s, plan para controlar a hippies y negros
Proceso.- http://www.proceso.com.mx/434621/guerra-contra-las-drogas-nixon-en-los-70s-plan-controlar-a-hippies-a-negros

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