jueves, mayo 16

Nestora y Meade ¿quién es el delincuente?: Por Jesús López Segura / La Versión no Oficial

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Al candidato del PRI le urge cambiar a su coordinador de Campaña

 

Ignoro si Nestora Salgado -“La comandanta“, como le dice con desprecio Ciro Gómez Leyva– es el monstruo que Meade y sus cómplices mediáticos tratan de retratar ante una opinión pública desinformada y cansada de escándalos de corrupción y deterioro.

Pocas veces se polarizan tanto las posturas como en el caso de Nestora. Una heroína popular, una mujer maravilla guerrerense o una delincuente que hizo de las suyas al amparo de leyes obsoletas y autoritarias. He ahí el dilema en el que los torpes -o malintencionados- asesores de José Antonio Meade lo arriesgan a quedar en ridículo, porque la única certeza sobre el verdadero perfil de Nestora es la que brindaron las autoridades judiciales, al ponerla en libertad y declararla, sin lugar a dudas, inocente de los cargos que Meade le recrea en cadena nacional, poniendo, efectivamente, el prestigio de Nestora y su propia vida en riesgo inminente.

El pésimo asesoramiento en la campaña de Meade lo arrastra inexorablemente a la derrota, porque no puede un candidato presidencial pasarse por el arco del triunfo una resolución judicial, por sus pistolas, y encima hacerlo con la mezquina intención de arrebatar votos a sus contrincantes en la contienda.

No puede Meade un día criticar a quien manda al diablo a las instituciones y al siguiente, hacer lo mismo que critica, es decir, desconocer una sentencia judicial para sacar raja política.

Lo que hizo el aparato corrompido de Guerrero al mantener en la cárcel durante casi 3 años a una persona finalmente declarada inocente -gracias a la intervención decidida de organismos internacionales- es un hecho ignominioso. Pero lo que reproduce el Sr. Meade una y otra vez en cuanto foro se le presenta, con motivo de su campaña, de restregarle a la víctima oficial de una injusticia el delito por el que fue finalmente exonerada, no tiene nombre.

Si la preocupación real de Meade fuera, como sus asesores le dicen que diga, la justicia para las víctimas de esa ley, debería prometer que, de llegar a la Presidencia, impulsará una iniciativa para que el órgano indicado, es decir, el Congreso de Guerrero, derogue un ordenamiento que da pie a esas presuntas aberraciones. Punto.

No debe Meade, ni Aurelio Nuño, ni nadie, pasar por encima del Poder Judicial al desconocer sus resoluciones y emprender una campaña de criminalización contra una candidata oficial al Senado de la República por presuntos delitos por los que fue encarcelada durante 32 meses, es decir, durante casi mil días de su vida, y finalmente liberada por falta de pruebas.

No puede un candidato a la Jefatura del Poder Ejecutivo, subordinar de antemano a los otros dos poderes. Si eso hace como candidato ¿qué puede esperarse de él como presidente?

Los asesores de Meade lo han convertido en un delincuente por difamar públicamente a una mujer, a partir de testimonios de probables criminales que quizá se vieron afectados por su desempeño como comandante de policías comunitarias, legalmente establecidas, desempeño que muchos testimonios de la gente califican como impecable y eficiente.

Debería el Sr. Meade haberse limitado a respaldar la denuncia de las presuntas víctimas ante las autoridades correspondientes y no erigirse como juez y verdugo para desacreditar a su enemigo declarado, Andrés Manuel López Obrador.

¿Qué espera el INE para poner orden en este vergonzoso asunto y don José Antonio Meade para reemplazar, cuanto antes, a su desastroso coordinador de campaña?

Incluso en el caso de que Nestora estuviera bajo una reposición del proceso, o tuviera pendientes otras denuncias que la inhabilitaran para ser candidata a un puesto de elección popular -como alega la Sra. viuda de Wallace– aún en ese caso el candidato presidencial del PRI , José Antonio Meade, violó la ley al afirmar ante millones de televidentes -y reiterar su acusación en otros numerosos foros-, que Nestora Salgado “es una secuestradora“, porque eso lo debe determinar un juez y no un candidato locuaz ávido de votos, arrojado por sus imprudentes asesores al terreno de la calumnia. ¿No cree usted?

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