Policías municipales de Hermosillo, asesinan a un hombre que pretendía suicidarse: Por Jesús López Segura / La Versión no Oficial
Ciro Gómez exhorta a las policías y fuerzas armadas de todo el país a que sigan ese ejemplo
Ahora fue en Hermosillo, Sonora, donde se repitió una escena que cada vez es más frecuente a lo largo y ancho del país. A lo largo y ancho de “la cuarta transformación nacional”. Policías municipales de Hermosillo, Sonora, acribillan a balazos a un ciudadano. Doce disparos le propinaron al presunto suicida que protagonizaba su drama, su desesperación, en el techo de su casa y exigía que nadie se le acercara. No estaba agrediendo a nadie, si acaso a él mismo. Estaba solo en la azotea de la construcción y no escuchaba los gritos de su familia que lo conminaba a soltar el cuchillo, a bajarse y calmarse, cuando 3 policías irrumpen en la escena y tratan de someterlo.
Con la torpeza típica de los guarros uniformados, se le aproximan imprudentemente y el enloquecido suicida los rechaza, lo que Ciro Gómez interpreta como una agresión a la autoridad que, en “legítimo uso de la fuerza”, repelió el ataque “en defensa propia”, a balazos. Doce disparos dejaron al ciudadano muerto. Le ahorraron el trabajo de suicidarse.
Recientemente ocurrió algo similar en Puerto Vallarta, Jalisco. Un presunto criminal tenía sujeta a una mujer, amenazándola con un cuchillo en el cuello y, cuando finalmente la suelta y trata de correr, es acribillado a balazos. No le dispararon para salvar la vida de la rehén, que ya había sido liberada. Le dispararon a quemarropa varias veces a un presunto criminal que corría para escapar, no para agredir a nadie. Y toda esta escena terrible de abuso policial letal fue transmitida en vivo por una televisora local.
Hoy publica la revista Proceso que “familiares de Josué Olarte Barba, baleado por elementos del Ejército Mexicano en Nuevo Laredo, Tamaulipas, el pasado 29 de enero, informaron que falleció anoche en el Hospital de Especialidades, debido a la gravedad de las lesiones que presentaba en la parte posterior de la cabeza”.
“Los militares balearon a la víctima, aparentemente por una confusión, en terrenos de la colonia Claudett de Nuevo Laredo, mientras buscaba materiales para la construcción, junto con un compañero de trabajo”.
Azucena Uresti entrevistó hace dos días al presidente municipal de Tijuana, Baja California, para indagar qué medidas se tomarían contra un policía que ejecuta a un presunto criminal cuando éste yacía sentado en el suelo, pero se lleva una increíble sorpresa cuando Juan Manuel Gastélum, que así se llama el munícipe, empieza a cantinflear sobre “el debido proceso” y los testimoniales de los policías implicados para desmentir, al aire, por televisión nacional, lo que saltaba a la vista como una ejecución sumaria absolutamente gratuita e innecesaria, como si se tratara de una acción tan “legal”, que ni siquiera se había tomado la molestia de detener a ninguno de los implicados. Entonces, ¿cómo se atreve a cantinflear sobre “el debido proceso”, si no había ningún “proceso”?
“El video no está completo. Lo que ven tus ojos, Azucena, es engañoso. Yo confío más en el testimonio de mis policías”, parecía decir el burócrata insufrible que trataba a la conductora y su audiencia como estúpidos.
Ningún presidente de la corriente “neoliberal” se atrevió a permitir que, desde la televisión, como es el caso de Ciro Gómez Leyva, o desde las máximas autoridades municipales, se hiciera apología de la violencia del Estado contra los ciudadanos, fueran estos presuntos criminales o suicidas.
No sabemos si estos casos eran muy frecuentes durante la dictadura neoliberal, durante la barbarie de la “guerra contra el narco” peñacalderoniana y ahora -por la apertura informativa, empiezan a salir a la luz pública para desacreditar al nuevo Gobierno, o si 12 años de genocidio han endurecido tanto la sensibilidad de comunicadores y autoridades, que ya se ven las ejecuciones sumarias de ciudadanos como lo más natural del mundo y se alienta a las “fuerzas del orden” a que maten a placer.
En su fascismo exacerbado, Ciro Gómez -quien realizó entrevistas y reportajes para justificar y poner como héroe al soldado que disparó en la cabeza a un hombre completamente sometido y golpeado en Palmarito, Puebla, el 3 de mayo de 2017-, pierde de vista que un suicida no es un peligro más que para él mismo y que los protocolos para evitar que se mate deben, ante todo, ser extremadamente cuidadosos y realizados por especialistas, no por guarros armados y sin preparación alguna.
No oculta su odio por la gente desesperada. Los ve con desprecio y quisiera que todos desaparecieran. Ciro Gómez es un auténtico peligro para México.
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