PRI, un nonagenario necio que actúa como si sus terribles agravios pudieran ser perdonados: Por Jesús López Segura / La Versión no Oficial
Se descarta Osorio Chong para la dirigencia, y Ulises Ruiz exige la expulsión de Peña Nieto
“El PRI llega a su aniversario 90 sumido en su peor crisis política, financiera, electoral, legislativa y de confianza, aunque sus integrantes estiman que no desaparecerá ni cambiará de nombre”, comenta el analista especializado José Gil Olmos en la revista Proceso.
El año pasado tuvo prerrogativas por mil 94 millones de pesos para gastos ordinarios y de campaña, pero su derrota estrepitosa le costó muy cara: el financiamiento disminuyó 30% y se estimaba que tendría alrededor de 811 millones de pesos. Las multas impuestas por el Instituto Nacional Electoral (INE) minaron las arcas y Enrique Burgos, encargado de las finanzas partidistas, informó que se quedaron con 590 millones 600 mil pesos, monto que no les alcanzará para los gastos del presente año.
En 2003, el PRI tuvo que hipotecar los edificios de su sede nacional, ubicados en Insurgentes Norte, para conseguir un crédito de 60 millones de pesos del Banco Interacciones, tras la multa de mil millones de pesos impuesta por el Instituto Federal Electoral (IFE), como consecuencia del Pemexgate.
Pero muy lejos de asumir la responsabilidad de su debacle prácticamente terminal y ofrecer disculpas -habida cuenta de la serie de desfalcos contra la nación que su último mandatario federal, Enrique Peña Nieto, toleró e incluso auspició-, el antiguo “partidazo” pretende actuar como si nada sucediera y usa a sus antiguos y nuevos voceros en los medios hegemónicos de comunicación para promover un debate artificial entre aspirantes a dirigirlo, como si tal “debate” tuviera alguna trascendencia para un país que rechaza casi en forma unánime al organismo político que prohijó desfalcos como el robo de combustibles para destruir a Pemex, los contratos leoninos para acabar con la CFE, los saqueos inmisericordes de las finanzas públicas por cuenta de gobernadores de lo que Peña llamaba con desvergüenza “el Nuevo PRI“, y toda la serie que se avecina de denuncias que el propio presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, formula casi a diario en sus conferencias de prensa.
Por lo pronto, priistas que integran la corriente Democracia Interna -encabezada por Ulises Ruiz, aspirante a la presidencia del PRI– aseveraron que el expresidente Enrique Peña Nieto debe ser expulsado del partido, pues lo señalan como el responsable absoluto de la derrota electoral del año pasado.
A través de una carta, reclamaron a la presidenta nacional del PRI, Claudia Ruiz Massieu, la inclusión del exmandatario en el Consejo Político Nacional. Aseveraron que Peña Nieto “no sólo no puede ser consejero político, sino que debe ser expulsado del partido por el inmenso daño que le causó, llevándolo del triunfo del 2012 a la peor derrota de su historia en el 2018”.
Enviaremos un documento dirigido a Claudia Ruiz Massieu y al Consejo Político Nacional, señalando que Peña Nieto no es, ni puede ser Consejero y que se debería solicitar su expulsión del @PRI_Nacional
Afirmaron que “una y otra vez se ha señalado el desprestigio que le ocasionaron al PRI la corrupción de destacados militantes como el propio Peña, algunos miembros de su gabinete y los gobernadores cuyas candidaturas impulsó él; unos hoy encarcelados, algún otro prófugo y otros más aún al frente de sus entidades”.
En la misiva difundida este domingo también responsabilizó a Peña por la inseguridad, pobreza y desigualdad, además de la corrupción que se vivió en los últimos seis años, actos que ocasionaron que el PRI cayera en los más bajos niveles de aprobación en su historia.
Acusó que la actitud pasiva de la dirigencia priista ante estos hechos, provocaron ser sinónimo el “ser priista y corrupto”.
Ulises Ruiz reiteró que las contrarreformas de Peña “dañaron al partido”. Afirmó que la más grave de sus propuestas en el partido fue eliminar candados para que se postulara a externos, sobre militantes, en referencia de la candidatura de José Antonio Meade como ciudadano y no como militante.
Bajo estos argumentos pidió a la actual presidenta nacional priista todos los consejeros políticos, incluida ella, desistan de proponer a Peña Nieto como consejero.
El oportunismo de Ruiz salta a la vista. Se lanza a la yugular de Peña manejando verdades a medias que fue incapaz de llevar hasta sus últimas consecuencias cuando no bregaba por apropiarse de los despojos de un partido que él mismo contribuyó a destruir con sus prácticas antidemocráticas y corruptas.
Cuando menos Miguel Ángel Osorio Chong ha desistido de continuar con la farsa, consciente quizá de que como responsable de la política interior en el sexenio de Peña, él mismo debe compartir las culpas que carga el mexiquense, y que darán pie con mucha probabilidad a la muerte lenta de un partido que supo mantenerse en el poder durante 70 años mediante la fórmula calificada como “la dictadura perfecta” por Mario Vargas Llosa, consistente en permitir la alternancia presidencial de sus dos corrientes dominantes: la nacionalista revolucionaria y la conservadora, hasta que Miguel de la Madrid rompió esa tradición interna y echó de sus filas a los nacionalista revolucionarios que, 30 años después, han vuelto por sus fueros con otro nombre: Morena.
Mientras, los voceros de la nueva derecha mexicana -como Ciro Gómez Leyva– fincan sus esperanzas en que el presunto “prestigio” del ex rector José Narro alcance para volver a engañar a una parte de la ciudadanía, la suficiente para resucitar al muerto y mantener el registro. Ya veremos.
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