Amenaza Cártel de Sinaloa con ‘volar’ REFORMA por criticar a AMLO. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura
El Presidente justifica la militarización del país: No quiero que la GN se eche a perder como la PF
Lord Molécula le da pie al Presidente López Obrador a responder a quienes lo critican por militarizar al país, columnistas -dice el rastrero “reportero”- que propalan fake news en su contra. Con tal pregunta a modo, el Presidente se suelta de nueva cuenta contra Reforma. Por enésima vez lo acusa de ser “el medio más representativo de los intereses conservadores, empeñados en regresar al poder para reinstaurar el régimen de corrupción que imperó en México durante toda la etapa neoliberal”.
Pero el nuevo ataque verbal del Presidente contra Reforma, se perpetra a propósito de su nota principal de hoy en la que consigna textualmente que “un hombre que dijo ser integrante del Cártel de Sinaloa amagó con volar el edificio de REFORMA ‘si no corrige’ el periódico sus críticas a López Obrador“.
El Presidente pone énfasis en que él es un pacifista, y condena por lo tanto toda forma de violencia, como aclarando que sería incapaz de haber promovido esa amenaza, cuando nadie lo está acusando de eso. De lo que se acusa a López Obrador -y con toda razón, aunque nos pese a quienes somos partidarios de una verdadera transformación del país- es de que con sus peroratas diarias en tono beligerante propicia un ambiente muy perjudicial para la prensa que lo critica y que no basta con que él se comprometa a diario con no amordazar a los periodistas o pedir la cabeza de reporteros incómodos.
Parece que López Obrador no entiende -y su vocero mucho menos- que el ambiente hostil contra el periódico Reforma que él mismo crea a diario desde su tribuna de Palacio Nacional, pone en peligro a medios de comunicación y a sus trabajadores y directivos, por el evidente fanatismo de las huestes obradoristas, sobre todo en un ambiente de violencia generalizada que priva en el país por herencia de administraciones anteriores que su Gobierno ha sido incapaz, hasta ahora, de contener, y que -como muestra- ha costado la vida a 15 comunicadores en lo que va de su mandato.
Si conjugamos esta preocupante actitud del mandatario con su “modito” de responder a la pregunta de si está militarizando al país, derivada del decreto que acaba de publicar en el que se impone el regreso del Ejército y la Marina Armada a patrullar las calles, lo que muchos interpretan como un fracaso rotundo de la estrategia de la Guardia Nacional y un renacimiento del modelo fallido de los dos sexenios anteriores, todo indicaría que estamos en el umbral de un gobierno plenamente autoritario.
El “modito” al que me refiero es el de eludir una respuesta abierta y clara en un principio, fingiendo que el decreto era una consecuencia lógica -un mero trámite- derivado de la reforma constitucional mediante la cual se creó la Guardia Nacional, aprobada por las dos cámaras federales y la mayoría de los Congresos locales y por todas las fuerzas políticas. Como lavándose las manos luego de haber estado argumentando que la mencionada reforma no iba encaminada a la militarización, porque tendría “mandos civiles” aunque aprovechando en la capacitación de los elementos de la GN la disciplina castrense.
Más tarde, ante otra pregunta del reportero de la agencia oficial de Noticias (“pregunta a modo”, por tanto) ya el Presidente se descara: dice sin subterfugios que “no quiere que la Guardia Nacional se eche a perder como ocurrió con la Policía Federal. Que debe tener mandos militares” y acompaña con esa declaración una serie de argumentos en favor de la bondad de las fuerzas armadas mexicanas y del hecho que él personalmente supervisará todos los días que no haya violaciones a los derechos humanos de los mexicanos.
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