“AMLO NO es un tirano”. Krauze le tapa la boca a Loret. Por Jesús López. LA VERSIÓN NO OFICIAL
“López Obrador está actuando cada vez más como un autócrata”, considera el ahora “intelectual inorgánico”
En su más reciente emisión de LatinUs, Carlos Loret de Mola asegura que el mandatario mexicano hace cuanto puede para convertirse en un dictador, en un tirano; y pone múltiples ejemplos que aparentemente podrían avalar sus afirmaciones dolosas y agresivas. Se la pasa durante poco más de diez minutos despotricando contra el Presidente López Obrador en términos cada vez más abiertamente ofensivos y directos, antes de iniciar una interesante entrevista con Enrique Krauze.
Al presentar el nuevo libro de Krauze “Crítica al poder presidencial”, Loret evidencia su intención de amarrarle navajas al historiador con el Presidente:
¿Ésta [mostrando el libro] es una respuesta a las constantes referencias del Presidente López Obrador que te dice “callaste como momia cuando los otros saquearon al país; nunca hablaste de la corrupción, nunca hablaste de la tiranía, nunca hablaste de la violencia; callaste como momia?
¿Ésta es tu manera de decirle a López Obrador mientes?
Krauze, que no se chupa el dedo y está muy lejos de cocerse al primer hervor, como Loret, le responde con un categórico ¡NO!, que deja congelado al entrevistador.
Enrique Krauze.- “No. Ésta es una recopilación de textos dirigida no al Presidente sino al público lector para ofrecer un panorama de los últimos 40 años, haciendo ver la importancia que tiene la crítica del poder presidencial debido a la preponderancia absolutamente excesiva, abusiva que ha tenido la figura del Presidente a lo largo de todos estos años y en general en la historia de México. No es un libro pensado en el poder. Es un libro pensado para la sociedad, para el ciudadano, para el lector, para que tenga una perspectiva histórica”.
Loret trataba de reponerse de la decepción y evidente angustia que le provocó la mesura del intelectual (ahora “inorgánico”), contrastante con sus vociferantes insultos cada vez más subidos de tono, mientras otros comunicadores rabiosos, como Ciro Gómez Leyva, por ejemplo, han venido apaciguando su narrativa, bajándole de huevos al omelete de su “Golpe de Estado Blando” contra el mandatario, una vez que se percataron de que no iban a recibir chayos para moderar sus críticas (o ya los empezaron a recibir) mientras corrían el riesgo de sufrir la suerte de Loret, es decir, que las propias televisoras los corrieran aunque ellas mismas -y otros patrocinadores- les financiaran luego -por abajo del agua- el costosísimo espacio de LatinUs.
Carlos Loret.- “Pero lo que te ha cuestionado mucho el Presidente es la autoridad moral para criticarlo a él”.
Enrique Krauze.- “… El estilo de López Obrador tiene algo de Echeverría. La insistencia en la prédica y el hostigamiento continuo a sus críticos. El estilo personal es autoritario, es intolerante y, sobre todo Carlos, alienta la polarización y el odio. Eso es lo que más me preocupa. La polarización y el odio.
El odio, la mala hierba del odio en los cafés, en las aulas, en las familias, envenena la vida pública de los mexicanos. Esto no debe ser. Esto no debe continuar”.
Loret.- “Recuerdo una frase que le aplicaste a Donald Trump. ¿Aplica esta frase a López Obrador?: “A los tiranos no se les apacigua, a los tiranos se les enfrenta”.
Krauze.- “López Obrador no es un tirano. López Obrador está actuando cada vez más como un autócrata. Y hay que ser muy cuidadosos con los términos…”
No hay que perderse ningún detalle de esta entrevista, incluido el contexto previo de los ataques de Carlos Loret contra el Presidente, porque ambos personajes, el periodista y el intelectual, quedan perfectamente delineados en su afán de defender sus respectivos negocios.
Loret, alumno destacado de Ricardo Rocha, siempre estuvo empeñado en ocupar lucrativos espacios en la millonaria televisión comercial, fingiendo una actitud crítica que le diera credibilidad a una emisora cada vez más desprestigiada, sobre todo en el contexto de la irrupción de las benditas redes sociales. Loret se hizo indispensable en el riesgoso juego no del equilibrio, sino del equilibrismo informativo, donde el que no cae, resbala.
Parado en la cuerda floja de la crítica light, disfrazada de crítica de fondo, Brozo primero y Loret, después, fueron expulsados de Televisa, pero habilitados posteriormente con un fastuoso presupuesto en redes sociales donde el bozal que les imponía la televisora ya prácticamente no existe y su consecuente radicalismo les ha ganado una muy nutrida audiencia, relativamente fácil de engañar.
Krauze, como intelectual orgánico de los gobiernos neoliberales, ha perdido el glamur que le valió prebendas, prestigio y jugosísimos convenios de publicidad para sus publicaciones, pero, sobre todo, la creación de multitud de instituciones que le permitían ubicar a sus familiares, amigos y “correligionarios ideológicos” en puestos burocráticos “de la sociedad civil” empoderada.
Esa sociedad civil empoderada por los gobiernos corruptos está siendo prácticamente desmantelada por la 4té, con el argumento muy válido de que la democracia, la transparencia, la libertad de expresión y otros grandes valores de la civilización, deben ser afirmados y protegidos por el propio Estado mexicano y no requieren, por lo tanto, ser tutelados por organismos burocráticos gatopardistas, creados específicamente para simular que todas esos valores sustantivos, ignorados y pisoteados por gobiernos corruptos (neoliberales o no), se recuperan y salvaguardan con muletas burocráticas.
La democracia, por ejemplo. Luego de 7 décadas de simulación democrática priista, el hartazgo social por fenómenos como el dedazo y la cargada, así como los múltiples y muy creativos mecanismos para la prevaricación del voto (como el ratón loco y la urnas embarazadas, entre muchas muestras de la picardía del priismo más cínico), dieron origen al IFE y luego al INE, como respuestas burocráticas de un Estado carente por completo de credibilidad y, por lo tanto obligado a simular que ese nuevo organismo garantizaría la democracia porque sería un instituto plenamente “ciudadanizado”.
La verdad de las cosas fue que la promesa de ciudadanización derivó en una descarada “partidización” del organismo electoral, que originó múltiples traiciones a la democracia, similares a la caída del sistema del 88, sólo que ahora no era la instancia gubernamental directamente la que las perpetraba, sino un costosísimo aparato burocrático dizque “ciudadanizado”.
“Por fin ahora sí nuestros procesos electorales serán limpios y confiables”, se le juró a una sociedad a punto de la insurrección. Lo mismo se puede decir de muchos institutos y fideicomisos creado por gobiernos corruptos para engañar a una población harta de la perversión de la ley y de las promesas incumplidas.
Por tratar de evitar que el elefante reumático siga impidiendo el desarrollo de un buen gobierno, el presidente López Obrador puede ser confundido con un “autócrata”. Y por defenderlo, algunos intelectuales podrían sufrir en el futuro la maldición de Carlos Fuentes, quien, en polémica con Octavio Paz, aseguraba luego del jueves de corpus el 10 de junio de 1971, que era deber histórico de los intelectuales apoyar a Luis Echeverría.
Que cada quien se haga cargo de sus obsesiones y asuma el juicio de la historia.
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