viernes, julio 26

Los médicos cubanos. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

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Enviar a doctores a ejercer en páramos inhóspitos, equivale a enviarlos a la guerra sin fusil

El Presidente López Obrador ha sostenido una ríspida polémica con quienes critican que su administración traiga a México a doctores cubanos para cubrir la demanda de esos profesionales en zonas marginadas del país, donde los médicos mexicanos optan por no cubrir las plazas que se ofrecen, en parte porque prefieren las comodidades de los grandes centros urbanos, donde se impone su sueño de hacerse ricos en consultorios de lujo, pero en parte también por el riesgo que representa no contar con la infraestructura hospitalaria mínima para atender pacientes en comunidades apartadas en las que pueden ser objeto de extorsiones, y se exponen a que el fallecimiento, muy común de pacientes por falta hasta de los más elementales medicamentos, provoque la ira de familiares que la emprenden, por ignorancia y desesperación, contra los inermes doctores y enfermeras, dejados de la mano de un Gobierno que los manda, prácticamente, al matadero.

Mientras en vastas regiones del país impere la ley de los criminales organizados -y la Guardia Nacional mantenga su incomprensible papel de mero observador, ya no digamos que repartidor de abrazos a los delincuentes-, ni médicos, ni enfermeras, ni muchos otros profesionales del comercio y la industria desearán exponerse a vivir y desarrollar su actividad en páramos abandonados.

En tales condiciones, enviar ahí médicos cubanos o de cualquier otra nacionalidad, constituye una grave irresponsabilidad que, tarde o temprano, trascenderá en el nivel internacional.

Así es de absurda la percepción que el Presidente López Obrador tiene de su propio Gobierno. Dice, por ejemplo, que un saldo devastador del neoliberalismo fue que se despojó a las universidades de la capacidad de preparar suficiente número de especialistas en medicina, pero su gobierno no solo no aumentó el presupuesto de las universidades públicas reales, reconocidas internacionalmente, como la UNAM, sino que lo redujo y, en consecuencia, el rechazo de aspirantes de nuevo ingreso sigue creciendo, como se lo recordaron en La Mañanera.

Ciertamente hay universidades estatales de antiguo prestigio que han dado paso al control de neoliberales salvajes que privilegian sistemas de enseñanza medievales, como desgraciadamente ocurre en la UAEMex. Pero con el mismo criterio silvestre con el que don Andrés hace secretaria de Educación Pública a la muy respetable dama que le toma los recados de la gente desde hace décadas, el mandatario piensa que puede construir en su sexenio un montón de universidades, ideológicamente afines a sus prejuicios, que complementen la creciente demanda de aspirantes.

Como si erigir una universidad de prestigio y calidad fuera “enchílame otra”.

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