martes, octubre 15

¡Saquen sus rosarios de nuestros ovarios!: marcha pro aborto en México

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Miles de mujeres marcharon en todo el país exigiendo libertad y seguridad para despenalizar la interrupción del embarazo no deseado

LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

Hace poco más de un año, el 7 de septiembre de 2021, el ministro Arturo Zaldívar, presidente de la Suprema Corte, anunciaba que ninguna mujer en México podría ser procesada o sancionada por abortar. Esa resolución jurídica debía ser el disparador para que los congresos locales de los estados empezaran a eliminar de sus códigos penales el delito de aborto. Sin embargo, el efecto no ha sido el esperado. ¿Por qué?

Más allá de la resistencia tradicional de los grupos conservadores en la materia, respaldados por la Iglesia Católica y otras iglesias igualmente represoras de la mujer, prevalece en el país una resistencia nueva que ha impedido que legisladores locales progresistas, incluso con mayoría morenista -como en la legislatura anterior del Estado de México-, den el paso consecuente y definitivo para liberar al sector mayoritario de la población de la esclavitud ginecológica.

Esa nueva poderosísima resistencia proviene nada menos que del Presidente López Obrador quien, amparado en una presunta vocación “izquierdista” -que izaría con la despenalización del aborto una de sus principales banderas- en realidad se aferra a una religión suigéneris que aplica a la política -a pesar de declararse abiertamente “juarista”-, y que le induce a perdonar a los jefes de la mafia del poder -porque “los suyo no es la venganza”- y hasta abrazar a los criminales -porque “la violencia no se combate con más violencia”-.

Así, más que como doctrina política, el obradorismo -como el cristianismo- se erige en un país con profundas raíces místicas, en una especie de religión en el poder y sus fanáticos, en las bases de apoyo electoral, fieles hasta la ignominia, como califica el maestro Alfonso Zárate a los soldados del obradorismo, al tiempo que se pregunta:

“¿Por qué callan quienes tienen el deber de aconsejarlo?” y se responde el articulista de El Universal con 3 opciones posibles: “quizá por el miedo a recibir una reprimenda pública, o que los despida o, mucho peor, que los denuncie como traidores a la patria”.

Pero las opciones de Zárate se quedan cortas. Los que adoran al Presidente, gente aparentemente muy sensata cuando pláticas con ellos, son seres contradictorios que llevan su fanatismo a extremos de obediencia ciega. Lo que diga el líder, el mesías, es incuestionable y debe ser acatado en todas sus letras, puntos y comas, aunque en pláticas privadas defiendan con elocuencia -y a veces hasta con grandilocuencia- conceptos como la libertad de criterio frente al autoritarismo y el fascismo.

Si López Obrador dice que no a la despenalización del aborto es un ¡NO! rotundo y ya pueden realizar las mujeres de México todas las marchas que quieran que sólo ahí, donde ahora priistas y hasta panistas aprueben el aborto, única y exclusivamente para llevarle la contra al Presidente, se concretará ese ideal feminista, contra los deseos del Señor.

Por eso vemos ahora a panistas antes muy conformes con la guerra de Calderón pronunciarse enérgicamente contra la presencia eterna de los militares en las calles que, por motivaciones muy distintas a las del Borolas, promueve AMLO para sorpresa de una “izquierda” completamente extraviada.

Cuando una mujer decide abortar -por las razones o sinrazones que sea- y no puede hacerlo en las mejores condiciones de salubridad posibles, entonces opta por meterse un gancho de ropa en el útero o acudir por un tecito al mercado de Sonora, o a cualquier otra forma clandestina, desesperada, para lograr su objetivo. Miles de estas mujeres en todo el mundo terminan muertas por un caso agudo de fiebre puerperal, una infección generalizada del organismo provocada por restos del endometrio que quedan adheridos en las paredes del útero y se infectan.

Negarles a esas mujeres la posibilidad de realizar el aborto en las mejores condiciones de salubridad posibles, constituye un crimen de lesa humanidad, por mucho que se quiera justificar con discusiones de tipo religioso, moral o basados en una embriología mal entendida y hasta prostituida (quien esto escribe sacó diez de calificación en la materia de Embriología de la Facultad de Medicina de la UNAM).

Como decía ayer, muchas mujeres seguirán abortando en México y más ahora que se nos presenta el panorama catastrófico, apocalíptico del calentamiento global y crisis económicas insuperables. Lo harán con o sin el consentimiento de quienes se arrogan el derecho de decidir por ellas.

Otras no lo harán y están en todo su derecho de traer nuevos seres humanos a un mundo que no hemos podido civilizar para recibirlos como se merecen. Es un asunto de libertad, de que cada una decida por sí misma qué hacer con esa maravillosa capacidad de procrear vida nueva.

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