lunes, abril 29

AMLO reitera su afecto especialísimo por los primos Del Mazo y Peña Nieto

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Gran fiesta ciudadana por la inauguración del primer tramo de “El Insurgente”

Por Jesús López

Dos motivaciones parecen haber llevado al presidente López Obrador a apresurar la inauguración de un tren rápido que debería unir dos ciudades capitales, Toluca y la Ciudad de México, proyecto que ha tardado una eternidad en concretarse y cuya inauguración parcial no tiene mucho sentido más allá de crear un ambiente festivo para el inicio del Gobierno de doña Delfina Gómez, histórico por partida doble, como primer gobierno de una mujer en la entidad, y también como el primer gobierno emanado de un partido diferente al PRI en casi un siglo de dominación hegemónica priista en la entidad.

Y no tiene mucho sentido, más allá de esas consideraciones, porque se trata de un tren básicamente pensado o destinado para multitud de personas que viajan de la ciudad de Toluca a la de México, por razones básicamente laborales y que requieren de un transporte seguro y rápido que permita desahogar la autopista carísima que une a ambas ciudades capitales, y no tanto para el transporte en distancias cortas entre los límites de la ciudad de Toluca.Tren Interurbano México Toluca El Insurgente

De cualquier modo fue una buena idea poner a disposición (gratuita durante un mes y luego durante varios meses más, a 15 pesitos) algo que también puede funcionar (en lo que se termina los tramos faltantes) como un medio recreativo fascinante para los mexiquenses. Enhorabuena.

La otra motivación evidente de AMLO para apresurar esta inauguración parcial, se relaciona, de manera más que evidente, con una cortesía para Alfredo del Mazo Maza, presente en la inauguración nada menos que en el último día de su mandato, y para su apreciadísimo Enrique Peña Nieto, ausente – ¿porque el miedo no nada en burro?- quien fue el que inició la costosísima obra, cuando era Presidente.

Los elogios de don Andrés -en su discurso de toma de posesión de doña Delfina– para los primos Del Mazo y Peña Nieto, a quienes retrató como grandes demócratas, sazonados con un nada discreto regaño a quienes consideramos que, como muchos otros gobernadores, Del Mazo cedió graciosamente la plaza a cambio ya no solo de impunidad (y quizá alguna buena embajada), sino de apapachos especiales por cuenta de quien dice ser enemigo de la corrupción, confirman, a mi modesto y discordante parecer, una muestra más de ese acuerdo que inicialmente se fraguó en lo obscurito, pero va saliendo a la luz ante cualquiera que no esté cegado o amordazado para quedar bien con el nuevo orden.

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