sábado, septiembre 7

La mexicanización de Ecuador. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

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Exportado por los cárteles mexicanos, especialmente el de Sinaloa, llega a Ecuador el imperio del mal

Ya para nadie es un secreto que la situación que se vive en México, gracias a la política de militarización de la Seguridad Pública, fenómeno desatado desde hace 17 años por Felipe Calderón, continuado por Enrique Peña, y llevado a extremos de locura por Andrés Manuel López Obrador, engendra desde nuestro país una internacionalización creciente del modelo mexicano actual, consistente en consolidar el paradigma del prohibicionismo en materia de drogas, pero con un aderezo sorprendente: el de los abrazos a la delincuencia.

Calderón impuso un modelo prohibicionista relativamente racional (aunque sin tomar en cuenta que las fuerzas castrenses están incapacitadas para tareas de Seguridad Pública y respeto a los derechos humanos de las víctimas de la delincuencia organizada), es decir, usando a las policías y al Ejército en tareas de combate a la criminalidad, en lugar de romper con el modelo prohibicionista impuesto por Richard Nixon para encarcelar a los jóvenes que protestaban por la Guerra de Vietnam, alegando que fumaban marihuana.

Peña adoptó el mismo modelo porque pudo comprobar, en los hechos heredados por su antecesor, que el paradigma era altamente contraproducente, dado que generó un crecimiento delincuencial explosivo y una zozobra social creciente, escenario que le resultó idóneo para su proyecto de realizar un saqueo inmisericorde de las finanzas públicas, sin que la sociedad estuviera en condiciones de organizarse para impedirlo.Narcotráfico en México

El de Atlacomulco pudo hacer de las suyas libremente, gracias a un ambiente de tejido social destrozado (como el que empieza a perfilarse ahora en Ecuador y en otros países que alimentan la migración hacia los Estados Unidos), dada su política de combate militar a la delincuencia, que originó masacres y pánico social, distractores idóneos para disimular el robo masivo de los recursos nacionales.

El Presidente López Obrador, quien parecía en campaña iba a tomar el toro por los cuernos, es decir, que mandaría a los soldados a sus cuarteles, ha hecho exactamente lo contrario. Incluso dijo abiertamente que podría, como en Costa Rica, desmantelar a las fuerzas armadas con el argumento de que solo sirven para cuidar las fronteras pero ni en el caso de las invasiones de antaño funcionaron porque, dijo, fue el pueblo finalmente y no los soldados, el que repelió las agresiones históricas a nuestra soberanía territorial.

El caso de AMLO es realmente paradigmático, pero sobre lo que no se debe hacer. No solo ha fortalecido la participación de los militares y marinos en tareas de Seguridad Pública, deseñando por completo la formación de policías especializados y destinando presupuestos fastuosos para la militarización, insisto, no solo de la Seguridad Pública (grave error histórico que quedó ampliamente demostrado por los trágicos yerros de sus dos antecesores en el cargo), sino en una inmensidad de aspectos de la otrora vida civil de los mexicanos.AMLO: Abrazos y no balazos

Pero eso no es lo peor. Donde la militarización obsesiva del mandatario choca con cualquier signo de racionalidad, es en la creencia, ridícula, confirmada durante ya cerca de 6 años de gobierno, que la sola presencia masiva de los militares y marinos, va a disuadir a los criminales de realizar sus infames tareas de asesinatos, secuestros y extorsiones a la sociedad desamparada. Pero ya cuando la política obradorista escala a las montañas de la locura, es cuando proclama la mesiánica técnica de los abrazos a la delincuencia, como si Él tuviera los dones de Jesucristo de realizar milagros con la sola emisión de su voz.

Al analizar la explosión incontrolable de la violencia en Ecuador y compararla con la de México, el destacado analista Salvador García Soto expresa en su Serpientes y Escaleras de El Universal:Violecia en Ecuador

“Quizás la única diferencia, nada menor y totalmente visible, entre lo que ocurre actualmente en Ecuador y la violencia criminal que asfixia a México, es la forma de responder a ese desafío de los presidentes de cada país. Porque mientras ayer en Quito, el presidente Daniel Noboa, con apenas un mes en el cargo, declaró una “guerra armada interna”, catalogó de “terroristas” a los grupos criminales sublevados que aterrorizaban a la población ecuatoriana y mandó a su Ejército a combatirlos y someterlos con toda la fuerza del Estado, en México el presidente López Obrador pretende que “todo está bien” que no pasa nada y que los más de 140 mil asesinatos [en realidad son más de 165 mil] ocurridos durante su gobierno y el descontrol y violencia con la que arrancó este año 2024 y cerró el 2023 ‘son un invento de los conservadores y del amarillismo de los medios’, mientras insiste que su fallida estrategia de ‘Abrazos, no balazos’ sí está dando resultados.

Para decirlo claro y simple pues: en Ecuador hay un presidente que no se dejó ni amedrentar ni maniatar por los narcos, mientras que en México hay un presidente que tolera, protege y defiende a los criminales que se burlan de su estrategia, mientras apoyan a su partido y a sus candidatos, y destrozan la vida de millones de mexicanos”

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