“Ando tirando aceite”: AMLO. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura
“No los iba a recibir porque, ¿cómo voy a estar yo ahí sentado si soy un sospechoso?”: AMLO con referencia a comisión gringa
¡Ah qué don Andrés! Finalmente cumplió su advertencia de presentar al Congreso de la Unión un paquete de 20 iniciativas, a sabiendas de que varias de ellas no serán aprobadas, aunque otras sí porque, de no hacerlo, los opositores se exponen a ser condenados por el electorado.
Pero este suigéneris ejercicio de Reforma Constitucional “de gran calado” (como decía Peña) se transforma en una gran farsa demagógica cuando analizamos que la mayoría de esas iniciativas han formado parte de su ideario básico y son, por donde quiera que se les vea, imposibles de instrumentar en la práctica, al menos sin un cambio radical en materia fiscal y de modelo económico.
La pregunta básica es ¿por qué no las planteó al principio de su administración, cuando contaba con todo el capital político y la mayoría calificada para aprobarlas sin ningún reparo?
Así hubiera tenido 5 años para hacerlas realidad, pero es más fácil prometer, que cumplir.
Cualquiera puede desear que todos los jubilados cobren como pensión el cien por ciento de su último salario. Que todos los mexicanos sean dueños de las casas donde viven. Que reciban atención médica y medicinas gratuitas con el más alto nivel profesional. Que todos los niños y jóvenes tengan becas para estudiar en un sistema público de educación de excelencia académica. Que los maestros ganen como los doctores y abogados. Que los soldados respeten los derechos humanos…
El problema es lograr todos esos y muchos otros buenos propósitos -que nadie, en su sano juicio, puede desdeñar- en la práctica de Gobierno. En campaña se dicen muchas buenas cosas que se supone el que las promete tiene los pelos de la burra en la mano para hacerlas realidad, una vez que acceda al poder. Pero AMLO es un hombre de campaña, no uno de gobierno. No sabe más que prometer pero la realidad lo rebasa en cada uno de sus ofrecimientos generosos.
Por eso desperdició ya cinco años despotricando contra sus opositores. Ello le permitió hacerse de la mayoría de los gobiernos estatales. Usó los recursos de la Presidencia para hacer campaña denostando a sus adversarios tiempo completo.
Ahora, cuando la lumbre ya le llegó a los aparejos y le quedan 8 meses para instaurar un Sistema de Salud ya no digamos que como el Dinamarca, sino mínimamente funcional. Cuando los alumnos mexicanos mostraron niveles ínfimos en la prueba PISA. Cuando su administración será la más desastrosa de la historia en materia de Seguridad, nuestro mandatario se da el lujo de organizarse una ceremonia rimbombante en su refugio de Palacio Nacional -no en el Teatro de la República en Querétaro– para plantear las iniciativas que piensa heredarle, como tareas de Gobierno, a su sucesora, sin invitar a los representantes de otros poderes a los que piensa, simple y llanamente, anular.
Y ya entusiasmado hasta el paroxismo despide su Mañanera de hoy leyendo un poema de Rubén Darío que le permite exclamar, orgullos de sí mismo, que anda “tirando aceite”:
“Puede una gota de lodo sobre un diamante caer; puede también de este modo su fulgor obscurecer; pero aunque el diamante todo se encuentre de fango lleno, el valor que lo hace bueno no perderá ni un instante, y ha de ser siempre diamante por más que lo manche el cieno”.
Este desplante megalómano que don Andrés remató dirigiéndole a la joven secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde, una gran sonrisa de oreja a oreja, fue precedido por un relato del mandatario que no queda claro si se trataba de un chiste: resulta que Joe Biden (al que confundió con Antony Blinken) le llamó por teléfono porque don Andrés había desdeñado reunirse con una delegación encabezada por Elizabeth Sherwood-Randall, asesora de la Casa Blanca en seguridad, para tratar asuntos migratorios de la más alta prioridad.
“No los iba a recibir porque, ¿cómo voy a estar yo ahí sentado si soy un sospechoso?”, exclamó un ofendido mandatario mexicano con el vecino Gobierno que no ha sido capaz de taparle la boca a periodistas como Tim Golden. ¡Faltaba más!
Finalmente, y en alusión directa a las acusaciones de haber recibido millones de dólares del narco en 2006, nuestro Presidente dijo textualmente:
“Antes se recibía dinero de bandas de la delincuencia, también de empresarios, de traficantes de influencia, pero ahora ya eso es condenado, mal visto y denunciado. Y yo pienso que eso está llegando a su fin”.