La Involución de las Conciencias. Por Jesús López Segura. LA VERSIÓN NO OFICIAL
Al rogar la declinación de Máynez, Xóchitl y asociados revelan estar completamente perdidos
Como bien señala Raymundo Riva Palacio en la reseña que hace de la participación de Xóchitl Gálvez en Tercer Grado, de Televisa, la candidata opositora a la Presidencia está enredada en una gravísima contradicción, por la cual, irremediablemente, terminará jugando (esto no lo dice Raymundo, lo digo yo) el tristísimo papel histórico de legitimadora involuntaria de la peor elección de Estado que haya tenido lugar en nuestro país.
Mucho más grave que las operaciones tamal, urnas embarazadas, ratones locos, caídas del sistema y asaltos digitales, estrategias todas que conforman el riquísimo catálogo fraudulento del prianismo depredador, la elección de Estado que encabeza, aquí y ahora, el Presidente López Obrador -como abierto jefe de campaña de su creatura Claudia Sheinbaum, desde la Mañanera- constituye el ejemplo más claro de delincuencia electoral en nuestra historia, con el agravante de que, gracias a su propio perpetrador, ahora se considera constitucionalmente como “delito grave”.
La miopía de nuestras autoridades electorales, incapaces de ver la descarada enjundia con la que el Presidente usa los recursos públicos para denostar a la oposición, diariamente, durante una 3 horas en promedio, por ya casi 6 años consecutivos, induciendo inequívocamente el voto en favor de su movimiento -independientemente de que lo haga de manera encubierta o disimulada- además del uso y abuso de los programas sociales, a través del ejército de “servidores de la nación” puestos más bien al servicio de sus candidata, configuran sin lugar a dudas una “elección de Estado” que está a punto, a unos días, de ser legitimada por una candidata que ya se siente derrotada por las encuestas y pide al esquirol Máynez que decline en su favor. ¿Puede haber un mayor grado de ingenuidad?
Dice Gálvez en Tercer Grado que aceptará su derrota, al mismo tiempo que denuncia una elección de Estado que todos vemos menos la autoridad por la que antes marchaban sus ahora víctimas.
Máynez se descara y muestra lo que todo el mundo aprecia -excepto los militantes de MC y muchos estudiantes universitarios despistados con sus planteamientos “progres” sobre la mota, por ejemplo- y exhibe en todo su esplendor salvaje su papel de alcahuete de Morena, exactamente el mismo rol que Juan Zepeda -antes perredista y ahora dirigente de MC en el Estado de México– jugó en dos elecciones mexiquenses consecutivas, la primera en el 17 (por el PRD) en favor de Alfredo del Mazo, y la segunda en el 23 -con MC– autoexcluyéndose del proceso, en favor de Delfina Gómez.
Así las cosas, todo indica que quien terminará imponiéndose en la elección será Claudia, aunque no por ella misma, por sus dotes carismáticas o la fuerza de sus propuestas, sino gracias a la “revolución de las conciencias” impuesta como una eficaz estrategia electoral por quien la destapó para sucederlo.
Esperemos los mexicanos de bien que Claudia haya estado jugando el muy difícil papel de aceptar el reto de no contradecir a su creador (salvo de manera inevitablemente inconsciente) y por ello no haya tenido oportunidad de desplegar sus verdaderos proyectos para rectificar el desastre de don Andrés (sobre todo en materia de Seguridad, Educación y Salud).
Rogamos porque una vez instalada en el poder, Claudia se inspire en el General Cárdenas para mandar al rancho “La Chingada” o más lejos a un tal vez bien intencionado exmandatario que lamentablemente parece haber enloquecido en el puesto.
En el fondo, la mayoría del pueblo de México, incluidos muchos de los más feroces críticos del obradorismo, donde me cuento, esperamos que los principios de la 4té y otros de mayor avanzada en materia de derechos de la mujer y de los niños, o de desmilitarización del país, entre otros objetivos prioritarios de la verdadera izquierda, cristalicen en la práctica y corrijan las grotescas desviaciones de AMLO. Ojalá Claudia, cuando ya no tenga que fingir para no desatar la ira de un tirano potencial, tenga la fuerza para rectificar el rumbo del país.
La buena noticia es que, ya sea que Claudia se ponga las pilas una vez en el poder -como buena mujer de izquierda inteligente-, o que Xóchitl logre el milagro de imponerse en una elección en donde ha llevado todas las de perder, los mexicanos -hoy separados por el odio sembrado desde el poder presidencial con fines estrictamente electoreros- seremos gobernados por una mujer y acaso ello garantice un proceso de reconciliación nacional. Ya veremos.