“El algorismo” (AMLO dixit) y la mayoría calificada. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura
Sheinbaum declara que “le da gusto” la candidatura de Kamala, pero apoyaría igual a Trump si gana
¿Por qué a muchos nos espanta que Morena imponga, con la complicidad de sus esbirros del INE, una mayoría calificada en el Congreso de la Unión? ¿Acaso hemos sido defensores del, efectivamente, corruptísimo aparato judicial de nuestro país que libera peligrosos delincuentes al tiempo que mantiene enchiquerados a inocentes robapanes?
La respuesta es simple, Morena usaría la mayoría calificada para aplastar, en el próximo Congreso, a todo aquél que se oponga a sus designios, entre los que figura entregar la Corte y el aparato judicial todo (excepto las fiscalías a modo y los ministerios públicos) a los abogados de grupos de poder, incluidos criminales de cuello blanco, negro y las tonalidades de grises que convengan y que tienen la capacidad de imponer jueces, magistrados y ministros en elecciones de Estado que se perfilan como la especialidad de la 4té.
La mayoría calificada se la robaba el PRI cuando le daba su “chingada gana” (Ana Gabriela dixit) y nadie se espantaba, porque el PRI, hay que reconocerlo, tenía cierto pudor para al menos aparentar un apego discreto a los principios democráticos más elementales, como dice acertadamente Héctor Aguilar Camín “no como éstos” que, de plano, no disimulan el orgullo de su gandallez.
Al menos el PRI construyó órganos diversos para simular transparencia y respeto a los Derechos Humanos, entre otras metas sustantivas que un buen gobierno debería alcanzar sin necesidad de muletas burocráticas, o se ruborizaba públicamente ante los abusos del Ejército (el 68 y la guerra sucia, por ejemplo), aunque tales millonarios organismos descentralizados, comisiones y fideicomisos de la simulación, terminaran en manos de sus cuates para que la opacidad y las violaciones a los Derechos Humanos siguieran, hasta con más bríos, su maligno curso en la vida de la nación.
Pero éstos, como dice Aguilar Camín, ni la burla perdonan. Hay que ver el cartón de Proceso con Gertz Florero echado en un sofá, acusando de “copiones” a los trabajadores del aparato judicial, para darse cuenta de que él, ratificado frecuentemente con la confianza absoluta de don Andrés, lleva casi 6 años en paro indefinido, interrumpido solo en dos ocasiones, cuando se esmeró, con juvenil enjundia, en encarcelar a su anciana cuñada y, ahora, cuando con la velocidad de un galgo cumplió la orden de acusar al hijo del Chapo, perdón del “señor Guzmán Loera“, de traición a la patria, por el horrendo crimen de llevar ante la justicia gringa al delincuente más peligroso del mundo, el Mayo Zambada, impune ante la justicia mexicana por alrededor de medio siglo.
Y hay que ver también a doña Claudia Sheinbaum celebrar la nominación de Kamala Harris por el simple hecho de ser mujer, para lamentar este tipo de narrativa propia del hembrismo corporativo, es decir, “le da gusto” su nominación no por las cualidades excepcionales de Kamala como ser humano (independientemente de su género o color de la piel) que le permiten estar dando una batalla épica dignísima, inteligente y valiente contra el candidato del Ku Klux Klan, Donald Trump, racista, silvestre y mentiroso consuetudinario, fascista y perfectamente capaz de llevarnos a una tercera y definitiva guerra mundial, que además amenaza con expulsar a millones de mexicanos, suspender las relaciones comerciales con nuestro país y aplicar aranceles a nuestra industria automotriz de 200%.
Por sus declaraciones de ayer, la sucesora de AMLO se manifiesta dispuesta a reconocer, con la misma festividad que a Kamala, a Trump, si así lo decide el voto de nuestros vecinos. Y no quiero decir con esto que debería despotricar contra el magnate deslenguado, como él lo hace contra el pueblo de México, dentro y fuera de nuestras fronteras, pero al menos muy bien podría haberse quedado callada o elogiar a Kamala por algo más que el hecho de ser mujer, porque tal hecho por sí solo no garantiza nada, como lo podemos ver en el lamentable caso de Ana Gabriela Guevara, por ejemplo.
Siendo que don Andrés, para concluir, tiene como una de sus frases favoritas de batalla aquella de que “no hay texto sin contexto”, extraña mucho, muchísimo que ahora esté tan empecinado en que se le dé una interpretación gramatical, textual al artículo constitucional sobre la distribución de legisladores plurinominales, olvidando por completo el contexto esencial de la democracia en un sistema mixto como el nuestro: conceder exactamente el número de plurinominales para igualar la proporción de votos y de curules, a menos que se deba aplicar hasta un máximo de 8% de sobrerrepresentación en la Cámara, pero solo para efectos de garantizar la gobernabilidad, mediante una mayoría simple, no en el caso de la calificada.
En este delicadísimo asunto, don Andrés y sus huestes legislativas se aferran a una literalidad compulsiva y mandan al diablo el contexto, es decir, el espíritu de la ley, al tiempo que siguen con la inverosímil cantaleta de que no “son iguales”.
Sobre el algoritmo de Pedro Ferriz de Con (que no “algorismo” como repitió 3 veces AMLO), el vocero de la vieja derecha mexicana nos queda a deber una explicación plausible.