Pero más que una demostración de fuerza, puso en evidencia la patética decadencia del imperialismo yanki

Los desplantes teatralmente amenazantes, con su colección de plumas usadas como armamento de alto calibre para firmar agresivos decretos, al mayoreo, ante las perplejas cámaras del mundo entero, llevaron a Donald Trump a un show nada terrorífico, como se lo proponía, sino francamente ridículo.

Calificar a los narcos mexicanos como terroristas es algo que hasta la Presidenta Sheinbaum celebraba esta mañana “porque todos estamos de acuerdo en combatir a los delincuentes”, dijo, lo único es hacerlo bien coordinados cada uno dentro de sus territorios y atribuciones, como propone felizmente el propio secretario de Estado, Marco Rubio.

Donald Trump categorizó como terroristas a los narcos mexicanos

Militarizar su frontera, por otra parte, es un derecho que cualquier mandatario puede ejercer si siente amenazado su territorio por una eventual invasión bélica extranjera, por ejemplo, pero decretarlo porque huestes de hombres, mujeres y niños de países empobrecidos buscan una forma de ganarse la vida honradamente, dispuestos a realizar tareas desagradables para los residentes legales, y con salarios precarios, es una acción no solamente inhumana, sino contraproducente y cobarde, porque implica usar su poderoso ejército y guardia civil para desmantelar y aterrorizar familias de trabajadores inocentes.

Donald Trump dispuesto a perseguir a los indocumentados

La orden ejecutiva de cancelar la nacionalidad a los hijos de indocumentados que nazcan en territorio estadunidense, es un disparate anticonstitucional que muy pronto va a ser revocado por las Cortes de un país donde todavía existe un Poder Judicial independiente.

Aplicar aranceles a los socios comerciales que han firmado un tratado de libre comercio es ilegal y arbitrario, además de profundamente irracional porque afectará a muchas empresas norteamericanas instaladas en México y podría provocar un tremendo aumento en el costo de la vida para los propios estadunidenses que se benefician en un alto porcentaje de su consumo energético por las importaciones de gas canadiense, por mencionar un solo ejemplo, además de que se perdería la oportunidad histórica de consolidar a la región Norte de América ante los embates comerciales de la lucha de China por la hegemonía comercial mundial, y arrastraría a México y a Canadá a la saludable búsqueda de alianzas con el resto del mundo, particularmente China, Latinoamérica y la Unión Europea.

Donald Trump retrasa aplicar aranceles a productos de México y Canadá

Así que las fanfarronadas de Mr. Trump, quien llegó al poder en buena medida por el apoyo de latinos, especialmente mexicanos ya bien asentados que ven con malos ojos la migración porque representa mano de obra competitiva y barata, deberían movernos si no a la risa, por lo menos a celebrar que la Presidenta Sheinbaum esté tomando las cosas con la calma chicha que lo hace, aunque ello moleste a opositores histéricos y vociferantes de su propio equipo, como El Noroñas, ávidos de confrontación verbal con el nuevo Führer, jefe de la oligarquía de superricos, en celebraciones faraónicas reflejo de su megalomanía, amenizados con el inconfundible saludo nazi de Elon Musk, o con el sombrero férreo de Melania a manera de cinturón de castidad, para evitar el contacto físico con su desagradable marido.

El sombrero que Melania usó en la toma de Protesta de Trump, originó memes en las redes

Y, por cierto, ¿qué espera doña Claudia para revocarle la concesión televisiva de las frecuencias radioeléctricas que pertenecen, inalienablemente, a los mexicanos, al golpista Ricardo Salinas Pliego?

No contento con defraudar al fisco con miles de millones de pesos, por lo que simplemente debería estar en la cárcel, el dueño de TV Azteca usa esas frecuencias, reguladas estrictamente por la ley, para promover intereses extranjeros, como cínicamente reconoció ayer al celebrar haber financiado mayoritariamente los festejos de Mr. Trump. No se trata de libertad de expresión, como decía cobardemente Jesús Ramírez, sino de no usar el espacio radioeléctrico propiedad de la nación, para financiar intereses abiertamente antimexicanos, lo que constituye un ostensible delito de traición a la patria.

El resto de mexicanos que apoyan a Trump -sin usar recursos públicos- merecen todo nuestro respeto porque ejercen escrupulosamente su derecho a la libertad.