Noruega denuncia Corrupción en Pemex: ni AMLO la frenó, ni Sheinbaum escapa del desastre

Lo dice el Consejo de Ética noruego, no la “prensa fifí”. Hostilidad hacia los periodistas que investigan
Por Jesús López Segura
El Fondo Global de Pensiones del gobierno de Noruega ha lanzado un misil diplomático disfrazado de comunicado: Pemex es un barril sin fondo… de corrupción. La petrolera mexicana, supuestamente rescatada del saqueo neoliberal por el gobierno de la “cuarta transformación”, continúa siendo un ícono internacional de cómo no manejar una empresa estatal.
A pesar de las promesas de Andrés Manuel López Obrador de limpiar la casa, el lodazal sigue. Lo dice el Consejo de Ética noruego, no la “prensa fifí”. El retiro de 2 mil 692 millones de pesos en inversiones se basa en un informe demoledor que abarca casi dos décadas de escándalos, impunidad y cinismo. Entre 2004 y 2023, Pemex ha sido señalada por vínculos con Odebrecht, la Estafa Maestra, y negocios putrefactos como la compra inflada de Fertinal. ¿Y los responsables? En vez de cárcel, recibieron más contratos y oficinas con vista al mar.
El caso Lozoya es la joya de la corona del desfalco: casi 14 millones de dólares en sobornos, una red de empresas fantasmas, y contratos amañados que huelen a podrido desde Brasil hasta Coatzacoalcos. Pero el verdadero insulto llega cuando se documenta que los mismos operadores de estos fraudes siguieron siendo premiados durante el sexenio de AMLO. Héctor Salgado Castro y Miguel Ángel Lozada Aguilar, piezas clave en la maquinaria de corrupción de Pemex Exploración y Producción, continuaron con el privilegio de la nómina pública. ¿Castigo? Ninguno. ¿Contratos? Más de 40 millones de dólares por adjudicación directa.
Y cuando alguien alza la voz, el aparato se encarga de desacreditarlo. El informe noruego también advierte sobre la hostilidad del gobierno mexicano hacia los periodistas que investigan estos casos. Calificativos como “sensacionalistas” o “mentirosos” son la respuesta estándar. En el país donde contar la verdad puede costar la vida, no sorprende que Pemex prefiera desmentir antes que limpiar.
La salida del fondo noruego no es solo simbólica. Representa una condena internacional a la supuesta regeneración moral obradorista. Y lo que es peor: Claudia Sheinbaum hereda una petrolera marcada por la desconfianza global. Ramsés Pech, analista energético, lo resume con crudeza: Pemex se ha vuelto tan poco confiable que conseguir financiamiento será un milagro, justo cuando más lo necesita.
Con una deuda que ya supera los 2 billones de pesos y pérdidas trimestrales por más de 43 mil millones, Pemex es un paciente terminal que sigue pidiendo crédito mientras oculta su expediente médico. Y aunque su vocera, Margarita Pérez, asegura que “aún se deben analizar a fondo las implicaciones”, la realidad ya golpeó la puerta: los inversionistas serios se están yendo. No por prurito ideológico, sino porque no están dispuestos a financiar una cueva de ladrones.
El comunicado oficial de Pemex intenta disfrazar el golpe con cifras parciales y burocracia. Reconoce que la salida del fondo comenzó en 2014, pero omite que lo que colmó el vaso fue la continuidad de la impunidad en los últimos seis años. Porque, si la 4T tenía una misión, era poner fin a los vicios del pasado. Pero, como suele pasar en México, los corruptos cambiaron de discurso y de partido, pero no de prácticas.
Pemex no solo perdió una inversión. Perdió algo mucho más difícil de recuperar: la confianza. Y lo hizo no por ataques externos, sino por su incapacidad –o falta de voluntad– para romper con la red de complicidades que la tiene atrapada desde hace décadas. Con ese lastre, ni Sheinbaum ni ningún otro gobierno podrá rescatarla. Porque no se puede sacar a flote una empresa cuando quienes deberían salvarla siguen robando los botes salvavidas. Y mucho menos cuando se hace gala de ignorancia ante la inexorable irrupción de las benditas energías limpias.