China acusa a México de “coerción” por plan de aranceles del 50% a autos chinos

México debería acompañar a Beijing en la misión altruista de promover la recuperación económica mundial
La diplomacia china no tardó en reaccionar al proyecto del gobierno mexicano que busca imponer un arancel de hasta 50% a los automóviles ligeros provenientes de países sin acuerdos comerciales. El golpe, por supuesto, apunta de lleno a Pekín, que en apenas una década pasó de ser un jugador marginal a controlar casi el 30% del mercado automotor mexicano.
“Nos oponemos firmemente a cualquier coerción de otros para imponer restricciones a China bajo distintos pretextos”, declaró el portavoz de la cancillería, Lin Jian, en un mensaje que sonó más a advertencia que a lamento. El funcionario insistió en que su país siempre ha abogado por una globalización “inclusiva y beneficiosa”, y sugirió que México debería acompañar a Beijing en la misión altruista de promover la recuperación económica mundial.

Pero mientras en Pekín hablan de globalización y comercio justo, el trasfondo es menos edificante. El crecimiento meteórico de los autos chinos en México —favorecido por bajos costos y la ausencia de un tratado comercial— ha encendido las alarmas en Washington, donde las firmas estadounidenses ven con recelo la expansión de sus competidores asiáticos. El paquete de aranceles presentado por la Secretaría de Economía parece responder tanto a la narrativa de “protección de sectores estratégicos” como a la presión del vecino del norte.
El plan no se limita a China: también alcanzaría a Corea del Sur, India, Indonesia, Rusia, Tailandia y Turquía, con gravámenes similares para textiles, ropa y otros productos. Pero es evidente que el objetivo central es contener al gigante asiático, cuya industria automotriz se ha convertido en una amenaza directa para las ensambladoras establecidas en México.
La paradoja es que mientras el gobierno mexicano insiste en hablar de soberanía económica, la medida se interpreta más como un alineamiento forzado con la política comercial de Estados Unidos. Y aunque Pekín invoca discursos de cooperación y comercio global, lo cierto es que lo que está en juego es su posición privilegiada en un mercado donde creció casi 10% tan solo en 2024.





