El misterio cósmico del “cometa” 3i/ATLAS. La versión no oficial. Por Jesús López Segura

El visitante imposible que nos obliga a repensar la ciencia y nos reta a evolucionar
La repentina irrupción del “cometa” —que en realidad no parece ser un cometa— denominado 3i/ATLAS, ha puesto de cabeza al mundo científico. Se trata del tercer objeto proveniente del espacio interestelar que penetra en nuestro sistema solar del que se tenga registro. El primero, 1i/Oumuamua, causó un revuelo similar; el segundo, 2i/Borisov, fue menos enigmático. Ninguno, sin embargo, muestra las anomalías que rodean a este tercer visitante.
El 3i/ATLAS (designado formalmente como C/2025 N1) es, pues, el más desconcertante de todos. Exhibe una serie aparentemente interminable de irregularidades que lo alejan de la definición de cometa y, al mismo tiempo, lo excluyen de las categorías de asteroide o meteoro. Todo indica que estamos ante una nueva clase de cuerpo celeste jamás observada desde la Tierra. Su órbita es hiperbólica, lo que confirma que no está ligado gravitacionalmente al Sol y proviene del espacio interestelar. Estudiarlo ofrece una oportunidad única para conocer materia ajena a nuestro sistema solar, su composición, dinámica y posibles orígenes.

Anomalías detectadas
1. Composición inusual de la coma.
Observaciones con el James Webb Space Telescope (JWST) revelan una alta concentración de dióxido de carbono (CO₂), con una relación CO₂/H₂O de 8 ± 1. Esta proporción resulta extraordinaria, ya que la coma —la envoltura gaseosa y polvosa que rodea al núcleo— suele estar dominada por agua en los cometas conocidos.
2. Trayectoria y alineación orbital.
Aunque retrógrada, su órbita está alineada con el plano de la traslación planetaria dentro de un margen de cinco grados. Tal alineación resulta extremadamente improbable si el objeto fuera un visitante aleatorio.

3. Polarización de la luz reflejada.
Se ha registrado una polarización negativa extrema en la luz de la coma, incompatible con los patrones ópticos de cometas ordinarios. Esto sugiere una composición exótica de polvo o gas con propiedades de dispersión desconocidas.
4. “Anticola” orientada hacia el Sol.
Observaciones de julio y agosto muestran un chorro de material lumínico apuntando hacia el Sol, en lugar de la típica cola que se aleja de él. Este comportamiento es raro y difícil de explicar mediante los modelos estándar.
5. Relación níquel/hierro anómala.
Informes preliminares —aún por confirmar— indican una abundancia de níquel con ausencia casi total de hierro en el material expulsado. De verificarse, sería una firma química inédita entre los cuerpos menores conocidos del sistema solar.

¿Un mensaje interestelar?
Ante tantas anomalías, algunos investigadores —entre ellos el astrofísico Avi Loeb— han sugerido que 3i/ATLAS podría no ser un objeto natural, sino una sonda o artefacto artificial de origen extraterrestre. Los argumentos que alimentan esta hipótesis incluyen:
a) La baja probabilidad estadística de su alineación orbital “óptima” con el plano planetario.
b) Su composición química anómala, difícil de explicar en el marco de los modelos conocidos.
c) Su dinámica de emisión y rotación incompatible con la de un cometa convencional.
d) La presencia de pulsaciones electromagnéticas precisas, con una rotación invariable de 16 horas y 47 minutos, que algunos cosmógrafos han descrito como un reloj cósmico, coincidente con fluctuaciones recientes en el campo magnético terrestre, según reportes aún no verificados.
Es importante subrayar que no existe evidencia concluyente de inteligencia o tecnología asociada al objeto. La mayor parte de la comunidad científica sigue considerando a 3i/ATLAS como un cometa interestelar natural, aunque de naturaleza inusualmente compleja y definitivamente extraña.
Un desafío a nuestra percepción
Podría decirse, sin embargo, que el mensaje de 3i/ATLAS, si es que lo hay, no está escrito en palabras ni fórmulas, sino en paradojas físicas que ponen a prueba nuestra comprensión. Su composición imposible, su cola invertida, su alineación improbable y sus pulsaciones precisas parecen un espejo que revela los límites de nuestra ciencia.
Tal vez no intenta comunicarse en el lenguaje del carbono ni de las ecuaciones, sino obligarnos a evolucionar, a reconocer que la inteligencia cósmica podría expresarse más allá de los códigos que entendemos.
3i/ATLAS sería, entonces, un examen cósmico, una invitación a despertar otra forma de conocimiento aún dormida en la mente humana.
Muchas incógnitas podrían empezar a despejarse en las próximas horas, cuando este ¿artefacto? del tamaño de Manhattan y que viaja a una velocidad de 60 kilómetros por segundo, salga de la alineación con el Sol, que le sirvió de escondite visual en su máxima aproximación a nosotros.





