La coartada de la 4T para autoexculparse del asesinato de Manzo. AL GRANO. Por Jesús López Segura

Luisa Alcalde califica la indignación nacional de “politiquería” y Sheinbaum de “comentócratas carroñeros”
Luisa María Alcalde califica de “politiquería” las manifestaciones de indignación por el asesinato de Carlos Manzo. La presidenta Claudia Sheinbaum va más lejos: desde su conferencia de prensa —reforzada esta mañana con los “periodistas” más viles, como Hans Salazar y un tipo de SDP Noticias, entre otros megarrastreros— sentenció que a los “comentócratas carroñeros” no les preocupa realmente Uruapan ni Michoacán. “No, lo que buscan es atacar al gobierno y regresar al poder con sus privilegios. No les interesa el país”, aseguró en tono condenatorio.
A riesgo de caer en el ejercicio de la “politiquería” o ser clasificado como “comentócrata carroñero”, me tomo la libertad de preguntar: ¿para qué carajos le sirvió a Manzo el equipo de catorce escoltas de la Guardia Nacional asignados a su seguridad personal —como anda cacareando a coro, con desvergüenza inusitada, el gobierno federal— si de todas maneras se lo echaron? Para el caso, esos escoltas actuaron como unos reverendos inútiles o, de plano, como cómplices de los asesinos materiales. Con esos guardias, ¿para qué quieres enemigos?
Durante la mañanera, un periodista no rastrero —aunque bastante torpe— preguntó a Sheinbaum dónde estaba el fiscal Gertz. Harfuch respondió que, por lo pronto, la carpeta se lleva con la fiscalía local, pero aclaró que, de ser necesario, más adelante la Fiscalía General de la República podría atraer el caso.
No se necesita ser Sherlock Holmes para identificar como uno de los principales sospechosos a Alfredo Ramírez Bedolla, el gobernador michoacano al que Manzo acusó públicamente de estar coludido con el crimen organizado y al que incluso retó a golpes. Bedolla se burlaba de él abiertamente, y en el funeral de Manzo fue echado entre gritos de “¡asesino!”. Entonces, la respuesta de Harfuch sobre mantener la investigación en manos de la fiscalía local es francamente ridícula. Lo mismo que la estrategia mediática de la presidenta Sheinbaum al intentar culpar a Calderón del clima de violencia que propició el terrible desenlace del sábado por la noche en Uruapan.
¿Cómo se atreve la mandataria a reiterar su condena contra Manzo por haber dicho que debía aplicarse la fuerza letal contra criminales sorprendidos en flagrancia y armados? ¿Cómo no se le cae la cara de vergüenza al afirmar que eso —el uso legítimo de la fuerza del Estado— sería actuar “fuera de la ley”, casi justificando el asesinato de Manzo? Encima de haberlo abandonado a su suerte, Sheinbaum insulta y difama al líder del sombrero insinuando que proponía violar la ley.
¿Cuál es la coartada de los gobiernos de la 4T para autoexculparse de las masacres cometidas por el crimen organizado en sus narices? Es tan obvia y tan pedestre que resulta inconcebible que el grueso del pueblo de México —ese mismo que AMLO y ahora Sheinbaum consideran “muy politizado”— no se percate del monumental engaño: culpar a los criminales de tragedias como el asesinato del líder limonero Bernardo Bravo Manríquez, primero, y ahora de Carlos Manzo, cuando ni el gobierno federal ni el estatal movieron un dedo para enfrentarlos, revela la siniestra estrategia de abrazar a los delincuentes más desalmados, permitirles actuar libremente “mientras se atacan las causas”, y luego culparlos cuando se les pasa la mano.
Al declarar Sheinbaum que no estaba de acuerdo con Manzo en su llamado a enfrentar a los criminales con la fuerza legítima del Estado, prácticamente firmó su sentencia de muerte. ¿Quién la va a juzgar por este evidentísimo crimen de Estado? ¿Gertz Manero?





