¿Fiscal José Luis Cervantes sustituye a Gertz Manero? LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

De quien sea el elegido, se podrá inferir si la decisión fue de AMLO o de Sheinbaum
Al general Lázaro Cárdenas del Río le tomó dos años sacudirse el maximato de Plutarco Elías Calles, aquel mandatario todopoderoso que se dio el lujo de imponer dos presidentes títeres antes de que Tata Lázaro lo subiera a un avión y lo despachara fuera del país. Dos años completos… y eso que el michoacano no era precisamente fácil de intimidar, como lo demostraría después al enfrentar al arraigado militarismo político, aparentemente invencible, y a los dueños extranjeros del petróleo.

Una vez que un presidente fuerte elige a su sucesor —o sucesora— y le hereda a medias el cargo con funcionarios de primer nivel leales a la prolongación informal de su mandato, resulta endemoniadamente difícil sacudírselo de encima. En el caso de Claudia Sheinbaum, la primera mujer en alcanzar la más alta investidura del país, el maximato del que debe liberarse es especialmente robusto: controla prácticamente todas las esferas del poder, formales e informales, mediante un liderazgo carismático que explotó hábilmente el fanatismo de masas largamente sometidas por el prianismo.

A pesar de sus discursos de autoflagelación, hay que respaldar a la Presidenta con todo, porque la alternativa —que nunca se independice— sería francamente desastrosa para un país que observa con horror la prolongación de una simulación perversa que no empodera al pueblo, como presume, sino a los cárteles de la droga, la extorsión y el asesinato masivo, que mantienen a México al borde de una guerra civil.

Mientras tanto, doña Claudia parece avanzar —poco a poco— de la mano de su casi único hombre de confianza, Omar García Harfuch, en una tímida rectificación del rumbo en seguridad. Un terreno donde la paciencia social ya está desbordada: más de 200 mil asesinatos y 130 mil desaparecidos pesan sobre sus hombros. Cifras que ningún país que presuma de civilizado —mucho menos de sede mundialista futbolera— puede tolerar sin quebrarse.

Ya es inminente la esperada salida de Alejandro Gertz Manero, quizá el peor cuasimodo leguleyo de la historia nacional, y eso que México es pródigo en fabricar ejemplares aberrantes de torcimiento jurídico. Un fiscal incapaz de ver crímenes flagrantes cuando no le convenían, pero implacable —cruel incluso— para perseguir enemigos personales con una ferocidad ante la cual hasta Noroña parecería una hermana de la caridad.

Si Sheinbaum logra decidir por sí misma quién sustituye a Gertz Florero —y no se lo impone el Senado— será una buena señal. Pero si opta, como especula la prensa obradorista maiceada desde Palenque, por la Viuda de Colosio, Alfonso Durazo; o peor aún, por el lelo Arturo Saldívar, entonces estaríamos presenciando el reforzamiento del maximato que debería combatir.

Si, en cambio, doña Claudia se inclina por una opción propia —sin sacrificar la Secretaría de Seguridad— como Ernestina Godoy; o mejor todavía, por alguien verdaderamente independiente, capaz de rifársela no sólo contra el crimen organizado sino contra los narcopolíticos que lo protegen; alguien como el fiscal mexiquense José Luis Cervantes —sugerido por Mario Maldonado, periodista generalmente bien informado—, entonces sí podríamos hablar de un paso saludable hacia la rectificación de un modelo que la mayoría de los mexicanos ya no soporta.
Y entonces, por primera vez en mucho tiempo, habría motivos legítimos para celebrar al lado de nuestra Presidenta.





