Sheinbaum facilita a los militares el salto a la política y descalifica críticas como “ignorancia”

¿Regreso del militarismo? Con una “licencia especial” militares podrán contender por cargos públicos, alerta MC
Por Jesús López Segura
Por si faltaran señales del rumbo militarista que sigue la 4té, la reforma a la Guardia Nacional propuesta por Claudia Sheinbaum reabre un capítulo que se creía superado desde hace más de un siglo: el de los generales como candidatos, gobernadores o funcionarios públicos.
En el artículo 44 de la reforma, se establece que los elementos militares adscritos a la Guardia Nacional podrán obtener una “licencia especial” —no definitiva— para contender por cargos públicos o desempeñar puestos civiles. ¿Quién otorga ese permiso? El Presidente de la República o el titular de la Secretaría de la Defensa Nacional. Nadie más. No el Congreso, no el Senado, no el Poder Judicial. Solo el mando supremo civil o militar.
La diputada Ivonne Ortega, de Movimiento Ciudadano, fue una de las primeras en alzar la voz: “Los militares podrían entrar a cualquier categoría de trabajo civil sin que pase por el Senado, la Cámara de Diputados u otra cosa. Solo por la libre disposición de quien los imponga”, denunció.
¿Viejos fantasmas? Más bien realidades contemporáneas. En palabras del periodista Salvador García Soto, lo que estamos presenciando es el siguiente paso lógico tras el reparto de contratos, obras públicas y fideicomisos millonarios a las Fuerzas Armadas durante el sexenio de López Obrador. Ahora, con Sheinbaum, se les abre la puerta para ocupar cargos políticos, con licencia especial firmada desde Palacio Nacional o desde la Sedena.
De los aeropuertos a las urnas
Lo que para los constituyentes de 1917 fue una conquista democrática —separar al Ejército de la vida política para evitar golpes de Estado y dictaduras militares— ahora es trivializado por el nuevo régimen.
Hace apenas unos días, Sheinbaum propuso al Senado el nombramiento del general Luis Rodríguez Bucio como cónsul en Dallas, Texas. Ahora, se quiere “normalizar” que militares puedan ser también diputados, gobernadores o presidentes municipales, con un simple permiso firmado en lo oscurito.
Sheinbaum descalifica críticas con desprecio
Lejos de explicar las razones del cambio o de abrir el debate, la presidenta optó por el desdén y el insulto. Esta mañana, desde Palacio Nacional, Sheinbaum respondió:
“Me voy a adelantar a una crítica que ya traen los comentócratas… los corifeos… de estas leyes. Una de las críticas… muy ignorantes, la que muestra nada más su ignorancia, es que ahora un elemento de la Guardia Nacional puede pedir licencia para participar en algún puesto de elección popular o algún cargo. Bueno… resulta que esto viene de la Constitución del 1917.”
Pero la presidenta omite —o ignora— que la Constitución establece una licencia definitiva, precisamente para evitar que los militares regresen temporalmente a sus cuarteles solo después de obtener el poder por la vía electoral. La reforma de Sheinbaum es otra cosa: licencia especial, otorgada discrecionalmente por quien ocupa el poder. Es el dedazo militar, pero con uniforme.
¿A qué le teme Sheinbaum? ¿Por qué insultar a quien cuestiona? Tal vez porque sabe que esta reforma contradice no solo el espíritu constitucional sino el discurso mismo de su movimiento, que se autodenomina “democrático” mientras concentra más poder en las élites militares.
El militarismo no llegó, nunca se fue. Solo estaba esperando el momento para regresar a las urnas… con permiso presidencial.