viernes, agosto 8

Reforma Electoral, ¿la tiranía de una mayoría relativa? AL GRANO. Por Jesús López Segura

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Una propuesta simple para garantizar la auténtica representación proporcional en una democracia

Los números no mienten. Son leales a la verdad y no se dejan seducir por políticos ambiciosos. Bueno, todos lo son por definición, pero me refiero a aquellos que, en su ambición desmedida, sacrifican los últimos resquicios de escrúpulo. Por eso pienso —sin ser experto en estadística— que deben ser los números, y no los caprichos ideológicos, los que normen cualquier criterio serio de reforma electoral.

Cuando la mandataria mexicana —de todos mis respetos y consideraciones, como diría Marco Levario— expresa su aversión por las listas de plurinominales, pero sin extenderse demasiado en sus razones, no queda claro si su rechazo se dirige al mecanismo actual de designación o a la representación proporcional en sí misma, como principio democrático.

Si se trata de lo primero —la crítica a la forma en que los partidos imponen, desde sus cúpulas, listas de privilegiados que acceden a curules sin haber enfrentado jamás el juicio de las urnas—, coincido plenamente. Seguramente lo harán también la mayoría de los ciudadanos que valoramos una democracia genuina y no toleramos que sean las dirigencias partidistas (y no la ciudadanía) quienes nos impongan diputados y senadores ajenos a nuestras causas y, a menudo, ejemplos de abyección.

Pero si la intención es eliminar la representación proporcional como tal y dejar el Poder Legislativo únicamente en manos de mayorías relativas, entonces me permito recordarle a nuestra —espero bien intencionada— presidenta, que son los números, insisto, los que deben marcar la pauta para una gobernabilidad auténticamente democrática.

Para quienes no dominamos las estadísticas, resulta útil un ejercicio sencillo. Supongamos una elección con solo dos partidos —Morena y el PAN— y diez escaños en disputa. Si los diez candidatos de Morena ganaran con el 60% de los votos, en promedio, en cada distrito, el Congreso resultante sería monocolor: solo Morena. El 40% de los ciudadanos que votaron por el PAN quedarían simplemente fuera de toda representación. Su voz, borrada.

Ahí es donde entra el principio de representación proporcional, que —conviene subrayar— no es sinónimo de las listas plurinominales partidistas. En el ejemplo anterior, el PAN debería ocupar el 40% de las curules. Hoy eso se hace mediante listas cerradas y bloqueadas, elaboradas por las dirigencias. Pero hay otra forma más limpia y democrática: asignar los escaños proporcionalmente a los candidatos mejor posicionados de cada partido, según el total de votos emitidos.

Así, Morena tendría derecho al 60% de las curules y el PAN al 40%, pero todos los representantes habrían participado directamente en la contienda electoral, con respaldo ciudadano real. De este modo, toda la sociedad que votó estaría representada exactamente en la proporción en que se expresó en las urnas, sin simulaciones, sin sobrerrepresentaciones, sin mayorías que anulan a minorías.

Porque, si se elimina la representación proporcional, lo que se impone es una dictadura de la mayoría relativa. Y eso, en una forma de dominación política con apariencia democrática, se llama tiranía.

¿O me equivoco?

 

 

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