miércoles, noviembre 19

No se haga bolas, Presidenta. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura

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La revocación adelantada: el tiro por la culata que Ricardo Anaya aprovecha con inteligencia

En medio de rumores sobre el mal humor de López Obrador en su retiro de Palenque —irritado por la pérdida de control político y mediático de su heredera, la presidenta Claudia Sheinbaum, lo que ha provocado el linchamiento de su “hermano” Adán Augusto y destapado los escándalos que salpican a su hijo Andy—, Morena impulsa una maniobra que muchos interpretan como un intento desesperado por retomar la narrativa y aprovechar la popularidad de la mandataria antes de que se le desmorone el apoyo de la gente, luego de haber ignorado olímpicamente los reiterados llamados de auxilio de Carlos Manzo, prácticamente dándole luz verde a su asesinato.

Ricardo Anaya, coordinador del PAN en el Senado, leyó entre líneas la jugada y respondió con una provocación calculada: si quieren adelantar la revocación presidencial, que se incluya también a los gobernadores en la boleta, sobre todo —dijo— a los que tienen vínculos con el crimen organizado. Así convirtió la iniciativa morenista en un boomerang político que podría golpear de lleno a los mandatarios estatales aliados, desde el régimen, con los criminales.

El excandidato presidencial fue más allá: propuso que, si se revoca el mandato a la Presidenta, no sea el Congreso el que designe a su sucesor, sino que se convoque a una elección constitucional directa, donde la ciudadanía elija tanto al nuevo titular del Ejecutivo como a los gobernadores, según el tan cacareado “anhelo morenista” de que sea el pueblo el que decida. “Si la ponen en la boleta —advirtió—, lo que va a pasar es que se le va a revocar el mandato.”

La iniciativa original, presentada por el morenista Alfonso Ramírez Cuéllar, busca reformar el artículo 35 constitucional para emparejar la revocación con las elecciones intermedias de 2027, bajo el argumento de reducir costos y aumentar la participación ciudadana. Pero, en los hechos, según la narrativa dominante en la comentocracia, se trata de una ratificación encubierta del gobierno de Sheinbaum, que pretende oxigenar una administración visiblemente desgastada.

Mientras Ricardo Monreal pidió no precipitar la discusión —que podría darse hasta 2026—, la propia Sheinbaum respaldó la idea, sin percatarse de que se disparaba en el pie, alegando que sería eficiente y ahorraría recursos. Su tono fue más técnico que político, pero en el trasfondo se percibe el intento de relegitimarse con la bendición del Señor de Palenque, quien observa con creciente impaciencia cómo su delfina pierde brillo y su entorno se fractura.

En suma, Anaya aprovecha la grieta interna de Morena: convierte lo que parecía una jugada táctica de control en una oportunidad para exhibir las contradicciones del obradorismo, al tiempo que lanza un desafío directo a su núcleo de poder. Si AMLO busca adelantar la revocación para disciplinar a su heredera, la oposición está dispuesta a convertir el experimento en su juicio político anticipado, en sentido contrario de lo que apuntan varias voces de la comentocracia, quienes sostienen que se trata de una treta electorera para que “la popular” Claudia Sheinbaum —y los recursos del Estado—, aparezcan en la boleta.

La hipótesis fundamental que he venido planteando —y que ahora retoma abiertamente el famoso Ramón Alberto Garza García, de Código Magenta—, es que AMLO no solo está irritado con su sucesora, sino dispuesto a retirarla del cargo anticipadamente por haber permitido que se destapara la cloaca del huachicol fiscal, así como el linchamiento público de su “hermano” Adán —ahora conocido internacionalmente como el verdadero jefe de “La Barredora“, franquicia tabasqueña del Cártel Jalisco Nueva Generación—, y la exposición viral del “modus oper-Andy” (Código Magenta dixit) de su hijo, convertido por ello en heredero casi imposible del obradorismo familiar.

Como he dicho sin ambages, doña Claudia se hace bolas pensando que puede darle atole con el dedo a los dos poderosísimos personajes que la cercan y prácticamente la torturan cada vez que no muestra resultados tangibles. AMLO le exige que deje de dar la espalda a sus operadores políticos de los “abrazos” —es decir, a los funcionarios que le heredó en cargos trascendentes del Congreso, el gabinete, las Fuerzas Armadas y las gubernaturas—. Donald Trump, en sentido contrario, la presiona de manera grotesca y por momentos ofensiva para que entregue a esos funcionarios cómplices del crimen organizado.

El asesinato de Carlos Manzo fue una forma cavernaria de hacerla culpable de tal atrocidad con el propósito inequívoco de debilitarla, habida cuenta de los innumerables y desoídos gritos de auxilio del ahora mártir de la democracia mexicana. El acoso sexual en el Zócalo, una segunda llamada que expone su vulnerabilidad. La revocación de mandato anticipada, una tercera amenaza, esta vez institucional, para forzarla a romper con las medias tintas y enfrentarse de lleno con Trump, como lo hizo AMLO en los últimos meses de su mandato.

El tabasqueño prepara su regreso, y bastará una sola señal suya para que las huestes morenistas —y no pocos opositores y ciudadanos apartidistas hartos de las mentiras claudistas sobre la presunta disminución de los asesinatos dolosos— voten a favor de la revocación.

Entonces, Adán o Andy podrán “poner orden” en la Presidencia.

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