El fantasma de Colosio: Por Jesús López Segura / La Versión no Oficial
La hipótesis del “candidato mártir”
https://youtu.be/1C-slsBcMrU
No tardó mucho dese que El Jefe Diego invocó un eventual asesinato de Ricardo Anaya como única forma de contenerlo, para que el propio prospecto de “mártir de la contienda” se hiciera acompañar del hijo de Luis Donaldo Colosio en su llamado respetuoso a Peña Nieto para que deje de usar a las instituciones -en particular a la PGR– como instrumentos de aniquilación política de sus adversarios.
Paralelamente, en el aniversario 89 del PRI, sin la presencia del primer priista del país, Enrique Peña, un “no priista”, el “Yo mero“, confeccionó un discurso que, en consonancia con las invocaciones sugerentemente criminales del Jefe Diego, es ilustrado con el clásico pasaje colosiano, relativo al hambre y sed de justicia que impera, todavía, en nuestro país. Una mínima actualización de las condiciones del México de Colosio y el de Meade, habría exigido una referencia obligada al hambre y sed de seguridad pública, pero los asesores de Meade no parecen dar una.
Dice el columnista Salvador García Soto en su “Serpientes y Escaleras” de El Universal, que detrás del pleito a muerte entre Peña y Anaya -antes aparentes bienavenidos socios políticos-, está un rompimiento de mayor envergadura en la cúspide de las estructuras de la nomenklatura prianista: el de Carlos Salinas de Gortari con el propio Peña Nieto, por la disputa entre ambos personajes por el control de la sucesión presidencial.
Según el agudo columnista -quien brindará detalles de su argumento mañana- Salinas quiso imponer a su sobrina Claudia Ruiz Massieu como candidata presidencial y Peña la desdeñó, lo que desató la guerra en el olimpo priista, vía la dupla Diego Fernández y Ricardo Anaya, contra el delfín presidencial, José Antonio Meade, y contra el propio Presidente de la República.
Cada vez más analistas llaman la atención sobre la posibilidad de que la ilegal, inmoral, y bananera embestida institucional contra Anaya es tan evidentemente torpe, tan absurdamente obvia, que quizá constituya un plan con maña para convertirlo en mártir de la democracia, “gallardo luchador” contra un sistema autoritario que trata de aplastarlo a toda costa, en lo que sería la versión reloaded del desafuero contra López Obrador, es decir, “El Desagüero“.
Quienes defienden esta teoría -a la que se opone la hipótesis de García Soto– conceden a Peña un gran instinto estratégico y un control absoluto sobre las instituciones, de modo que puede darse el lujo de fingir en una forma tan convincente una aparente persecución que, en realidad, constituye un complot para convertir a Anaya en el vencedor. Demasiado complejo y con muchísimas aristas incontrolables, para mi gusto.
Según este planteamiento que se resume en la estrategia de aparentar una persecución contra Anaya pero sólo para apuntalarlo en las encuestas, la multitud de “intelectuales” que firman el desplegado para exigir a Peña frene tan descarada asonada judicial y mediática, estarían haciendo el juego, la mayoría sin proponérselo, para construir a ese candidato quijotesco que logre vencer a López Obrador ante el insuperable hándicap de Meade, de Peña y del PRI.
Hagan sus apuestas, señores.
P.D. Lo expresado ayer por López Obrador en el sentido de que Anaya ya se arregló “en lo obscurito” con Peña, no apunta más que a la idea de que lo seguirán persiguiendo por tonterías como la del plagio de discursos, pero que le han perdonado la grave acusación sobre lavado de dinero, lo que revela que López Obrador habla sin reflexionar mucho lo que dice y no está muy al tanto de las especulaciones de los analistas. ¿No cree usted?
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