jueves, abril 18

Se contagia la UAEM del clamor estudiantil nacional contra la impunidad: Por Jesús López Segura / La Versión no Oficial

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“Nos están matando, ¿que acaso no lo ven?”

https://youtu.be/AG4BVyFc6RI

 

El cálido movimiento estudiantil en busca del más elemental remedo de justicia, surgido del embate brutal del porrismo en la explanada de la UNAM, hace apenas una semana, invadió ayer las frías calles de Toluca, habitualmente grises, solitarias, indiferentes.

Más de 3 mil estudiantes de la Universidad Autónoma del Estado de México, arropados por enviados de otras escuelas y organizaciones estudiantiles, marcharon desde las instalaciones de la Facultad de Humanidades hacia las oficinas de la Fiscalía General de Justicia de la entidad (FGJEM), antes Procuraduría mexiquense, donde, a regañadientes, les fue recibido su pliego petitorio.

¿Cuál puede ser el contenido de un pliego petitorio de estudiantes en el México de los 250 mil muertos por la guerra de Calderón y Peña contra el narco, si no una exigencia apasionada de desterrar la impunidad? ¿Si no un clamor porque las policías hagan su maldito trabajo?

Nos están matando ¿qué no lo ven?, es el reclamo legítimo de nuestros niños convertidos mucho más rápidamente de lo que habríamos deseado en jóvenes, rebeldes ante un mundo que les hemos heredado mucho peor de lo que hubiéramos querido para ellos.

A su todavía tierna edad, con la esperanza agónica de un futuro incierto, arrastran ya el sufrimiento precoz de pérdida que podría haberse evitado: Karla Jazmín Rueda Servín, Rodrigo Alarcón, Víctor Manuel Estrada, Javier Gabino Álvarez, Marlen González, Areli Salazar, Deni Aurora Hernández Jiménez… son, entre otros, los nombres del dolor, la desolación en la que los hemos abandonado.

Termina el sexenio de la esperanza fallida y la nación entera trata de sacudirse la pesadilla del terror cotidiano, el acoso perpetuo de la extorsión, el atraco, la violación, el asesinato perpetrados en todos los rincones del país, en cualquier esquina, en tu auto, en el transporte público, en tu propia casa y, desde luego, en las instalaciones de las escuelas de nuestros hijos.

Ahora resulta que hay algunos políticos que, además de demagogos y ladrones, auspician grupos de porros para golpear y aterrorizar a nuestros jóvenes estudiantes, a la vieja usanza del priismo más autoritario, diazordacista, y ninguna autoridad hace nada para detenerlos. ¿Cómo se atreven a tolerar semejante infamia?

La criminalidad generalizada al amparo de autoridades ausentes, cuando no cómplices de los delitos de lesa humanidad que hemos padecido los mexicanos durante ya una docena ininterrumpida de años de angustia silenciosa, sólo puede ser detenida por la sociedad en su conjunto.

Ningún líder político puede lograr cambios verdaderamente profundos sin el concurso de la sociedad, habitualmente movilizada por el empuje inicial de sus jóvenes estudiantes, naturalmente dotados de valentía y generosidad sin límites.

Quienes hayan provocado el ataque a los alumnos ceceacheros el lunes 3 de septiembre en la explanada de CU, hicieron un mal cálculo, porque los estudiantes, a los que muy pronto se podrían sumar los trabajadores hartos de la explotación de patrones y el abuso de sus líderes sindicales charros, en iguales o peores condiciones que desataron el gran movimiento estudiantil de hace medio siglo, en la víspera del aniversario de la matanza de Tlatelolco, se mantendrán por el cauce de la protesta pacífica, ordenada, civilizada propia de su naturaleza estudiantil culta, informada.

Las provocaciones porriles sólo pueden prosperar con gobiernos autoritarios como el de Gustavo Días Ordaz. Se equivocaron quienes desde su obscura perversidad tratan de generar inestabilidad en la tersa transición de gobierno.

Si acaso lograrán que las exigencias de la sociedad para tomarle cuentas a nuestros saqueadores y asesinos se radicalicen más de lo que el civilizadísimo líder de la cuarta transformación nacional ha planteado como oferta para la pacificación del país.

Lástima que todavía hay gorilas embozados que no entienden nada y siguen aplicando las recetas de su brutalidad a una sociedad mucho más informada y madura que la de hace 50 años. Al tiempo.

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