La Rebelión de las televisoras contra el Nuevo Gobierno: Por Jesús López Segura / La Versión no Oficial
Prensa Neoliberal vs Prensa Pejemónica
Los indicadores de que la prensa hegemónica nacional -enriquecida durante décadas con el fastuoso presupuesto oficial y con la inversión ilimitada de anunciantes empresariales-, está asumiendo posturas cada vez más agresivas de beligerancia abierta contra el nuevo gobierno -y su intención de alcanzar lo que el presidente electo llama “la cuarta transformación del país”-, no pueden ser más claros.
En el caso de las televisoras los ejemplos de la rebelión contra el nuevo gobierno se multiplican a diario, sobre todo en el tema del nuevo aeropuerto. El alineamiento de Televisa, Telefórmula y Milenio TV, al menos, revela un escandaloso interés de esos medios porque se continúe con el proyecto de Texcoco, como si los dueños de esas televisoras tuvieran alguna participación económica en el mega negocio, o estuvieran recibiendo mega chayos para promocionarlo, amparadas en la muy riesgosa “consulta” que propugna el nuevo gobierno.
Todos los días remachan que los que ellos consideran “expertos” -científicos objetivos, desinteresados- en el tema, se han manifestado en contra de la opción de Santa Lucía y calificado la de Texcoco como la mejor y quizá única alternativa viable. Nunca entrevistan a expertos ecologistas como Iván Restrepo, por ejemplo, como si el argumento de la devastación del Vaso de Texcoco -como elemento regulador del agua en todo el Valle de México- tuviera menos validez o peso que las ansias de hacer negocios de unos cuantos empresarios tan inconscientes, como voraces.
En el colmo de su cinismo, incluyen como “voces desinteresadas” las de los empresarios que pujan por el multimillonario proyecto texcocano que podría significar el último eslabón de la cadena de saqueos de la riqueza nacional que ya lleva, como decía, 30 años, con sus desastrosas consecuencias para el medio ambiente y para la desigualdad criminal que priva entre los mexicanos.
La agresividad de Azucena Uresti en la entrevista telefónica con José Ma. Riobóo, que tuvo lugar anoche en Milenio TV, es llevada a extremos sólo superados por Carlos Loret y sus secuaces de Despierta. Uresti de plano le plantea una pregunta que, por lo demás, nunca hemos visto que le haya formulado a los empresarios promotores de la opción de Texcoco que a diario publicita en su programa, a saber “si tienen intereses financieros personales” en el proyecto que defienden.
Pero la burla descarada contra Javier Jiménez Espriú por parte de los tres entrevistadores de Despierta -de la que quizá ni cuenta se daba un hombre bien intencionado y sumamente tolerante como don Javier– no tuvo límites. La falta de respeto total la manifiesta, como de costumbre, el prototipo de la prensa amarillista de la economía, Enrique Campos, quien parece competir con David Páramo por el ridículo título de “padre del análisis superior” cuando le pregunta al próximo secretario de Comunicaciones y Transportes, con el tono de bullying típico que este comunicador disfruta cuando se trata de defender sus posturas cerradas sobre el tema económico, que si “la cirugía mayor que propone para el actual aeropuerto capitalino significa ¡ponerle un segundo piso!”.
La dictadura neoliberal impuesta en México durante 3 décadas -desde el fraude del 88 hasta julio de 2018-, habría sido impensable sin el concurso de medios de comunicación alineados con el fraude electoral, con la matanza masiva de mexicanos, delincuentes o no -bajo el pretexto de “la guerra contra el narco”-, y con el saqueo del país a gran escala. El consenso que las televisoras construyeron para legitimar estas tres grandes mentiras, era una condición sine qua non para su viabilidad práctica.
1.- La gran mentira de que el fraude del 88 estuvo basado en sentimientos de patriotismo. El “Fraude Patriótico“, porque “Cárdenas habría llevado al país al desastre”, eran los alegatos de prianistas distinguidos de entonces, sumados a las falsedades sobre “el asesino solitario” de Luis Donaldo Colosio y los fraudes presidenciales posteriores que las televisoras avalaron con la misma sumisa prontitud con la que encubrieron la matanza de Tlatelolco décadas antes.
2.- La gran mentira de Felipe Calderón -continuada por Enrique Peña Nieto– de que la guerra contra el narco se declaró para bajar los índices de consumo y tráfico de estupefacientes en el país, así como abatir los índices de criminalidad. Los resultados escandalosamente contraproducentes durante el sexenio de Calderón en la materia y, a pesar de ello, la continuidad en el de Peña Nieto de la misma “política de seguridad”, revelan que la verdadera intención de esa guerra era otra completamente distinta.
Sobre ello se puede especular mucho, pero me atrevo a formular la hipótesis de que el verdadero objetivo de militarizar el país fue evitar un levantamiento popular por los fraudes electorales y el saqueo sin precedentes de las finanzas públicas que alcanzan, con Peña Nieto, niveles nunca antes vistos.
Una población aterrorizada por la mancuerna funcional del crimen organizado con militares violadores de derechos humanos y policías y funcionarios públicos altamente corrompidos, en todos los niveles, difícilmente se atreve a protestar ante los escandalosos fraudes y el evidente saqueo de la riqueza nacional.
3.- La tercera gran mentira que el prianismo sostuvo durante estas tres décadas, con el concurso de las mismas televisoras que se disponen hoy a bombardear al nuevo gobierno -amparados en una muy mal entendida “libertad de expresión”-, es que la política económica impuesta por los organismos financieros internacionales ha sido benéfica para el país, porque logró someter indicadores macroeconómicos desatados en la experiencia de gobiernos priistas inclinados hacia el “nacionalismo revolucionario”.
La verdad es que el neoliberalismo sólo ha beneficiado a unas cuantas familias que acumulan una riqueza equivalente a la mitad del producto interno bruto del país, perjudicando a la inmensa mayoría de los mexicanos. Lo que significa para cualquier mentalidad sana, con todas sus letras, una quiebra, una bancarrota del sistema.
La irrespetuosa entrevista a Jiménez Espriú de esta mañana en Despierta, cuando Enrique Campos suelta la burla de ponerle un segundo piso al aeropuerto de la Ciudad de México, sólo es equiparable a la edición de hace unos días en la que Despierta presenta a López Obrador asintiendo cuando una mujer desesperada le pregunta si quiere que se hinque para ayudarla a localizar a su hijo desaparecido.
Jiménez Espriú la dejó pasar. En ese momento debió haber interrumpido la entrevista exigiendo respeto a sus inquisidores. Pero se pasa de buena gente. Permite que se le humillen públicamente y siembra, de ese modo, la inexorable radicalización de las televisoras mexicanas que todavía pretendían guardar cierta apariencia de “periodismo objetivo”, pensando quizá que el nuevo gobierno juzgaría y castigaría el nefasto papel que han jugado en la consolidación de la tragedia neoliberal mexicana.
Presentar una edición mal intencionada donde se retrata -con unos segundos de video trampeado- a López Obrador como un individuo insensible ante el sufrimiento de una mujer desesperada en sus ruegos, es una canallada de Televisa que debería tener consecuencias, pero parece que el equipo de López Obrador ni siquiera se entera.
Don Andrés Manuel y su gente deberían estar descansando. Él debería pasarse algunas temporadas visitando Uruguay, para que Pepe Mujica le platique los pormenores de lo que tuvo que enfrentar cuando legalizó el consumo y venta de mariguana en ese maravilloso país sudamericano. Debería visitar Cuba y empaparse del heroísmo de un pueblo que confrontó a la potencia más grande y abusiva del mundo durante más de medio siglo, con infinitamente menos recursos que México.
Debería don Andrés Manuel visitar Finlandia y enterarse de cómo logró superar el desastre que la desregulación en materia financiera provocó en ese país europeo luego de la crisis del 2008. Viajar por el mundo en vez de exponerse en la enésima gira por un territorio nacional dominado por grupos criminales, esperando 5 horas en el aeropuerto y exponiéndose a las agresivas preguntas de “corazoncitos” que tienen la consigna evidente de sus medios de hacerlo caer en el error.
Debería dejar que Peña Nieto afronte las consecuencias del repudio generalizado de la gente. Observar cómo la prensa neoliberal lo defiende luego de su fracaso electoral estrepitoso, en vez de andarle sirviendo de parapeto y desviando las críticas hacia el nuevo gobierno.
No por mucho madrugar, amanece más temprano, don Andrés Manuel.
¿Para qué andar dando brincos si el electorado le puso el suelo tan parejo?
¿Para qué subirse al ring con televisoras y otros medios a los que les sigue pagando una fortuna el gobierno de Peña Nieto?
Si siguen picando el avispero, antes de tener los hilos del poder en la mano, más pronto de lo que imaginan las televisoras mexicanas estarán pujando abiertamente por un Golpe de Estado, tal como ha ocurrido en otras experiencias “populistas” del continente. Al tiempo.
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