La criminalidad orgánica. Por Jesús López Segura. LA VERSIÓN NO OFICIAL
¿Cómo pueden charlatanes como Naasón, con un discurso tan elemental, embaucar a millones de personas?
Un informe del Congreso de los Estados Unidos reprocha “la inacción del gobierno del Presidente López Obrador” frente a los narcotraficantes que tienen en jaque al país del Norte, al contabilizar más de cien mil norteamericanos muertos específicamente por el consumo de fentanilo proveniente de México.
El informe del Congreso gringo habla también de cómo la violencia del narcotráfico ha tenido implicaciones políticas en México lo que se reflejó antes de las elecciones de mitad de mandato en 2021, cuando, según se informa, más de 100 políticos fueron asesinados y muchos más fueron amenazados. “Esta situación llevó a algunos analistas a afirmar que los cárteles mexicanos han llevado la interferencia electoral directa a nuevos niveles”.
Salvador García Soto. AMLO evita operaciones contra el narco: Congreso de EU. Serpientes y Escaleras. El Universal.- https://www.eluniversal.com.mx/opinion/salvador-garcia-soto/amlo-evita-operaciones-contra-el-narco-congreso-de-eu
Todos recordamos el intento de Donald Trump de considerar a los cárteles mexicanos de las drogas como “terroristas“, lo que hubiera facultado a su gobierno a intervenir directamente en México, posibilidad que López Obrador se ha empeñado no solamente en descartar por todos los medios, sino incluso ha acotado las intervenciones con la CIA y otras agencias norteamericanas en nuestro territorio -concertadas por gobiernos anteriores-, por considerarlo como una forma inaceptable de colonialismo y de violación flagrante a la soberanía de un país independiente.
Paralelamente, la intención del mandatario mexicano de reformar la Constitución a fin de militarizar a plenitud la Guardia Nacional (proyectada original y constitucionalmente como un ente básicamente civil), ha generado diversas reacciones. Amnistía Internacional y el colectivo #SeguridadSinGuerra, anunciaron una campaña para reunir las firmas de compromiso de los legisladores mexicanos, de todos los partidos, para rechazar cualquier reforma que acentúe la militarización de la seguridad pública y “defender la que creó una Guardia Nacional civil en la Constitución”.
Don Andrés presta oídos sordos a la multitud de estudios que determinan, con absoluta certidumbre, que las fuerzas castrenses metidas en tareas de Seguridad Pública solo provocan violaciones masivas a los derechos humanos de la población a la que deberían proteger. Y ello por el muy elemental argumento de que su formación está orientada, precisamente, para la guerra. Y presta oídos sordos hasta a sí mismo, cuando prometió en campaña que devolvería a los militares a sus cuarteles.
Para José Miguel Vivanco, exdirector de Human Rights Watch-Américas, el balance de este gobierno en derechos humanos es “muy pobre y profundamente decepcionante”. La situación, dice a la revista Proceso, “ha empeorado” con respecto a sexenios anteriores, y afirma que la política de “abrazos, no balazos” viola el derecho fundamental de los ciudadanos a la seguridad.
El Presidente López Obrador se presenta todos los días por la mañana con un discurso muy agresivo contra sus antecesores en el cargo. Especialmente una de las víctimas de su “derecho de réplica” es Felipe Calderón, acusado por el mandatario no solo de haberle robado la elección presidencial, sino de haber pateado el avispero en su guerra declarada contra los narcotraficantes, lo que llevó al país a un baño de sangre que todavía perdura, sin que estas gravísimas acusaciones tengan la implicación judicial que todos esperábamos. Lo peor es que el baño de sangre crece, luego de haber rebasado ya la mitad de este sexenio, “porque la pacificación, atendiendo a las causas profundas, lleva tiempo”.
Los argumentos de AMLO para justificar el fracaso de su política de “abrazos y no balazos“, una suerte de caridad cristiana impulsada desde el poder presuntamente laico, encaminada a considerar a los criminales como “seres humanos capaces de cambiar”, visión mesiánica combinada con el proyecto de “atacar las causas de la criminalidad” mediante programas burocráticos muy limitados para “rescatar a los jóvenes de las garras de los cárteles mediante su reclutamiento en políticas asistencialistas como becas y el programa de empleo Jóvenes Construyendo el Futuro”, han derivado, desde su planteamiento, pero mucho más ahora con su fracaso rotundo a 3 años y medio de su instrumentación, en una reprobación internacional.
Decirle directamente a la cara a los familiares de niñas y mujeres asesinadas, de jóvenes desaparecidos, de personas linchadas, de vecinos expulsados de sus casas y comunidades de origen, que “a los asesinos, secuestradores y violadores hay que abrazarlos porque el presidente que prometió acabar con ese calvario, porque atacaría las causas no se le da la venganza”, es una auténtica mentada de madre a la dignidad de víctimas que esperan un mínimo de congruencia entre los discursos y los hechos de aquél a quien le depositaron su confianza y fe absolutas.
Lo que tenemos en el país actualmente es una “criminalidad orgánica”. Una utopía que solo existe en la fantasía del líder carismático que repite a diario un discurso muy elemental en el que todo se ha de solucionar con el amor, porque la violencia no puede combatirse con la violencia. Un Estado que pretende ir más allá del propósito retórico de “combatir al crimen organizado“, exhortando a la sociedad a convivir con él.
En el discurso del obradorismo, los narcotraficantes eran aliados de burócratas como Genaro García Luna, de modo que la retórica oficial del calderonismo era combatir a los criminales, pero en la práctica ese combate no existía, al menos respecto del Cártel de Sinaloa, con el que García Luna tenía acuerdos secretos de colaboración.
AMLO afirma que su gobierno no tolera ese tipo de corrupción. Jura que ya no existe ese contubernio de autoridades con criminales, pero libera a los hijos del Chapo con el pretexto de evitar una masacre. Saluda cordialmente a su abuela “porque es una señora respetable que no tiene que ver con las actividades de su hijo, El Chapo, y sus nietos, los Chapitos. Les construye con recursos públicos una carretera que conecta su guarida, Badiraguato, con el resto del “Triángulo Dorado” al que pide llamar de otra forma: “El Triángulo de los trabajadores honrados” o algo por el estilo.
En el fondo, lo que López Obrador les pide a los mexicanos es que aceptemos como nuestros vecinos a los delincuentes que nos asesinan, violan a nuestras mujeres, nos extorsionan y expulsan de nuestras casas. Que veamos a la criminalidad como algo orgánico, es decir, que funciona en la fisiología social como una especie de tumor con el que tenemos que aprender a convivir pacífica, amorosamente. Y todo ello porque lo suyo no es la venganza.
Dice el maestro Alfonso Zárate en su columna de hoy de El Universal que “como su padre y su abuelo, Naasón Joaquín es un farsante que se presenta como “apóstol de Jesucristo“, un pederasta señalado por delitos que incluyen: violación, extorsión, lavado de dinero y posesión de pornografía infantil. Pero nada mueve la lealtad ciega de sus discípulos; nada aparta a sus seguidores de ese estafador, ni la manera ostentosa de vivir, ni su acumulación de coches de lujo, joyas y propiedades, ni siquiera la admisión de sus crímenes”. Y se pregunta:
“¿Cómo pueden charlatanes con un discurso tan elemental embaucar a millones de personas?”
“Precisamente por la sencillez de sus mensajes, por su repetición, por su cercanía mientras sus fieles perciben a las otras creencias frías y distantes y porque la secta les da un sentido de pertenencia y les ofrecen la redención”.
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