AMLO le declara su amor a la maestra Delfina: “La queremos mucho”
Al despedirse de ella porque “va a otro encargo”, le dice públicamente que “esto es de razón, pero también de pasión”
LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura
“La queremos mucho, maestra Delfina, porque esto no es nada más un asunto de racionalidad. También tiene que ver con los sentimientos, lo que hacemos. Es razón, pero también pasión“. Esas palabras de apapacho desmedido que en cualquier burocracia que no fuera encabezada por un líder carismático que hace y dice prácticamente lo que le viene en gana, podrían ser interpretadas, de plano, como acoso sexual.
Pero claro que no es el caso del Presidente López Obrador con respecto a su muy querida doña Delfina Gómez, una maestra que según él, hizo “un trabajo excepcional al frente de la SEP“. Lo que sucede con don Andrés es que al no poder exaltar ninguna de las acciones de la casi ex titular de tan importante ramo de la administración pública, entonces tiene que remitirse al cariño personal. Al halago gratuito a sus presuntas cualidades como persona, no como experta en la delicada tarea encomendada. A su supuesta “honestidad” -cuestionada en tribunales-, pero también a su rudimentaria sencillez, característica que piensan explotar desde ahora sus propagandistas a sueldo de la prensa matraquera.
Y para completar el cuadro de que al líder carismático de la cuarta transformación le importa un comino la educación pública de este país, nombra como sustituta de su amada Delfina, a la que desde ahora empieza a respaldar para la gubernatura del Estado de México con propaganda disfrazada de “derecho de réplica”, a otra maestra de primaria a la que le tiene absoluta confianza.
¿Qué tiene que ver la “atención ciudadana”, rubro en el que lleva décadas la maestra Leticia Ramírez Amaya, con la Educación?
No es por sus destacados trabajos de investigación en materia de análisis y desarrollo curricular, en capacitación magisterial o investigación educativa y científica. No. Lo que AMLO valora para ese descuidadísimo rubro que afecta de por vida a nuestro niños y jóvenes, es la cercanía emocional que tengan las encargadas con su persona. Punto. Y no hay poder humano que le haga entender a este obstinado hombre que el mundo de la expertiz es mucho más ancho que su círculo íntimo de colaboradores y amigos.
La última decisión de doña Delfina, de quien no dudamos pueda ser una buena persona -a pesar de las acusaciones que pesan sobre ella de delincuencia electoral– fue, luego de cerrar las escuelas de tiempo completo -uno de los pocos aciertos educativos de los últimos tiempos- la de aprobar a todo el mundo.
Con el pretexto de la pandemia y el fracaso total en las medidas que le dejó instrumentadas Esteban Moctezuma para la educación a distancia, la SEP tomó la decisión más irracional y absurda de la historia mundial en el ramo: aprobar a todo aquél que presentara sus exámenes. Y tienen el descaro de llamar a ese engendro burocrático “democracia pedagógica“.
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