Quinto Informe delmacista. Una imagen dice más que mil palabras… Por Jesús López Segura
¿Se fragua una minialianza alterna con PAN; MC; disidentes de Morena patrocinados por M&M; y priistas Montessori?
LA VERSIÓN NO OFICIAL
Las imágenes son mucho más elocuentes que los dichos, sobre todo cuando las palabras no llevan un sello de encendido compromiso político, expresadas en un nivel de altos vuelos conceptuales. Tal parece ser el caso de un gobernador que se resiste a asumir el papel que la historia le deparó como defensor de la última trinchera del partido que lo cobijó -a él y a sus ancestros- en el más alto cargo de “elección popular” al que puede aspirar un político en su entidad natal.
Pero Alfredo del Mazo Maza no es un político en el sentido estricto del término. No le interesa. Como el caso del jardinero con suerte, cada una de sus expresiones, que no son otra cosa que pueriles muestras de su indiferencia, es interpretada por periodistas a sueldo como un gesto de genialidad. Su falta de compromiso, por ejemplo, para responder -de manera respetuosa, pero firme- a las ofensas cotidianas que el Presidente López Obrador le propina a los de su clase, es vista como una muestra inequívoca de “madurez política para llevar buena relación con el Presidente de la República en beneficio de los mexiquenses”.
El desatino de torcer el programa social de la Tarjeta Rosa, para convertir a las mujeres más pobres de la entidad en matraqueras digitales de su gobierno, como lo confesó y celebró abiertamente su propio vocero, Jorge Pérez Zamudio en entrevista con SinEmabrgo, y el encumbramiento del perpetrador de semejante aberración, Eric Sevilla en la Presidencia del CDE del PRI, es interpretado por los “analistas” como “una jugada inteligente” para enfrentar a Morena en el enclave, en extinción, del Grupo Atlacomulco.
Hay que leer cuidadosamente la entrevista que Alfredo del Mazo concede a El Universal, luego de su Informe, para darse cuenta de que el hombre está completamente ausente de la política. Don Alfredo se autolimita al papel de administrador del Gobierno y deja a su partido todo lo que tenga que ver con elecciones, pero no como un ardid para evadir pronunciamientos potencialmente comprometedores, como hacen todos los políticos para regocijo de los periodistas recoge notas y los analistas de medio pelo, sino porque simple y llanamente ¡no le in-te-re-sa!
Por eso resultaría estéril abocarse al análisis de las palabras de un mandatario que está en todo su derecho de llevarla leve en el recargado ambiente de voracidad política que le rodea, urgido ya quizá de irse al retiro a hacer algo más con su vida de lo que le fue impuesto.
Sería mucho más productivo analizar las imágenes del Quinto Informe y especialmente la foto de El Universal, absolutamente desafiante, en la que aparecen Luis Felipe Puente y Enrique Jacob observando, con cara de desaprobación absoluta, cómo Maurilio Hernández e Higinio Martínez, sonriendo discretamente, custodian nada menos que una muy feliz Alejandra del Moral, mientras Ricardo Monreal abraza al propio Higinio (con el que apenas hace algunos días se daba un fuerte agarrón por la presidencia del Senado) y a Elías Rescala.
¿Qué hacen Maurilio e Higinio apapachando -y hasta el senador levantando el dedo pulgar- a la candidata semioficial del PRI? ¿Es un pago a la traición de Alito, para hacerle creer a la ingenua secretaria de Desarrollo Social que cuenta con la simpatía del morenismo mexiquense?
¿Y qué carajos hace Monreal abrazando a Higinio y a Elías Rescala, la delmacista víctima del feminismo electorero?
Y qué Jacob y Puente con cara de ¿¡Whaaaaat!?
Otras imágenes son también muy elocuentes del aquelarre que un gobernador correcto y escrupuloso en sus deberes formales, pero indeciso y titubeante en lo político, es capaz de convocar: la muy merecida indiferencia, rayando en el desprecio hacia Alito.
Arturo Montiel con cara y tono de preocupación en sus palabras, bajando de su lujoso auto para regañar a todo aquél que se atreviera a adelantar los tiempos, como si, desesperado por no saber qué pasa, pidiera tiempo fuera para atar cabos e hilos sueltos por todos lados.
Un valioso aliado local panista, Enrique Vargas, tiene que abandonar el evento tan pronto como arrancaba, porque fue citado por su dirigencia nacional justo en esa hora.
La ausencia de Marcelo es perfectamente explicable porque andaba en el asunto del Secretario de Estado gringo, y porque, por lo pronto, no conviene que se balconeen los acuerdos que, en lo obscurito, ha venido tejiendo, a través de Enrique Gómez de Orozco y otros Enriques, con el delmacismo, para hacerle de chivo los tamales a Alejandra.
Lo de los apapachos exagerados a Claudia y los guiños nada discretos a Adán y a Monreal, cualquiera con una mínima información de los últimos acontecimientos, puede explicarlo.
Lo que no tiene perdón de Dios y merece desde luego una explicación clara y contundente, es la ausencia de Delfina. Entenderíamos que como coordinadora de comités de Morena no la hubieran invitado, aunque nadie puede dudar de su carácter de delfina presidencial prácticamente invencible. Pero como senadora de la República, estaba obligada a asistir, aunque no la invitaran, porque resulta inexplicable que alguien que aspira a gobernar un estado, no asista al Informe de Gobierno. Es insólito.
Y, finalmente, ¿el discurso reiterativo de Ana Lilia sobre “gobiernos de coalición más que aliancismo electoral”, qué clase de jiribilla lleva?
Si lo que están fraguando entre todos los aspirantes del priismo Montessori, ante la cesión evidentísima de la plaza por cuenta del gobernador Del Mazo, y ante la ruptura de la alianza Va por México -contra lo que opine el inepto y fantasioso Chucho Zambrano– es improvisar una minialianza alternativa del PAN; una parte del PRI; una de Morena impulsada por la fórmula M&M; y Movimiento Ciudadano encabezada por Ana Lilia Herrera, creo que las posibilidades serían mucho más productivas con Juan Zepeda a la cabeza para captar el voto antisistémico de mexiquenses muy molestos con el obradorismo autoritario y el delmacismo ausente.
Pero a Juan Zepeda no le hace gracia ni doblegaría su eventual gobierno ante el único y verdadero titiritero de todo este aquelarre: el eterno Innombrable de siempre. ¿O sí?
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