Mi experiencia con Pablo Milanés. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura
Una estampa del autoritarismo histórico que prevalece en Televisión Mexiquense
Fue una casualidad el toparme con Pablo Milanés en el lobby del hotel Riviera, en La Habana, Cuba, hace unos 34 años. Algunos medios mexicanos habíamos sido invitados a cubrir un Festival Internacional de Turismo en la isla y, a pesar de nunca haber reporteado en mi vida, sentí la necesidad urgente de abordar al gran cantautor (fallecido ayer en España) en cuanto lo vi pasar, con cierta prisa, por el extenso y lujoso salón del que solo recuerdo su hervidero de gente, incluidos muchos periodistas de toda América Latina y algunos europeos.
¡Pablo! grité.
Él frenó su paso y volteó a verme, pensando quizá, por mi atrevida camaradería, que era yo un conocido. Apelé entonces al enorme afecto que manifiestan los cubanos hacia los mexicanos en forma automática: Trabajo en una televisora mexicana y me encantaría entrevistarte, le dije. Aceptó de inmediato con la calidez que solo los grandes hombres son capaces de desplegar, con paradójica sencillez.
De inmediato me puso en contacto con su representante (olvidé su nombre) y me sugirió que grabáramos un concierto que iba a ofrecer tres días después en Ciudad Libertad. Me puse de acuerdo con Eduardo Torreblanca, director de Noticias de Canal Once, que viajaba con un camarógrafo y convencimos a un reportero de Imevisión (Nuevo León) para poner las tres cámaras en una producción conjunta al servicio del generoso reto que nos impuso el artista revolucionario.
Había conocido a Rafel Sed Pérez -ministro de Turismo de Cuba en ese entonces- en una entrevista para Televisión Mexiquense, realizada en Canal Once para una serie que titulamos “En una semana como ésta”, allá por el 26 de julio del 88, si mal no recuerdo. Sed Pérez quedó impresionado con el programa y me invitó, por segunda vez, a viajar a la isla, en lo que no sé ahora pero en aquel entonces era la primera incursión de la televisora oficial del Estado de México en un evento internacional.
Eduardo Torreblanca escribió las preguntas que le formulamos a Pablo y coordinó conmigo la producción. Grabamos casi nada más con dos cámaras, la de Lalo y la mía, una pesada Ikegami que manejaba con maestría mi camarógrafo (de quien olvidé su nombre pero no su gran profesionalismo) e hicimos la edición en Televisión Mexiquense, con el arduo esfuerzo de Jaime Cornelio Chaparro, maestro de la UAEMex que se desempeñaba entonces como editor de Noticias en la emisora y a quien invité al viaje. Yo era jefe de redacción y le decía “socio” a Jaime porque hacíamos muy buen equipo con mis guiones y su edición para los noticiarios.
No hago el cuento largo. Con Mario Ramón Beteta impuesto como gobernador por el Presidente De La Madrid, bajo el amparo jurídico del “Jus Ranchis“, el finado político cuyo único vínculo con la entidad era su rancho, nos impuso a su vez como directora de TV Mexiquense a su amante, también finada, Patricia Garza.
“Pablo Milanés en Concierto en Ciudad Libertad” -me comentó luego Lalo Torreblanca– fue calificado por el consejo directivo de Canal Once como un programa de excelencia y como tal fue retransmitido frecuentemente por la emisora del Politécnico Nacional durante una década, por lo menos. El representante de Pablo me dijo que siempre que vinieran a México querían que yo fuera su contacto.
Pero fui despedido por Paty -como le decían a la Sra. Garza los lambiscones que nunca faltan en el mundillo de la tele-, por negarme a conspirar con ella para deshacerse de mi jefe directo, el subdirector de Noticias. Para redondear su venganza, mandó borrar los créditos en el master del programa.
Nunca volví a ver a Pablo Milanés en vivo y jamás me devolvió Patricia Garza la copia que le presté.