jueves, noviembre 21

Gana Del Moral el debate, pero perderá la elección. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López

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Entusiasmó a sus fans con su arrogancia presuntuosa, y avasalló con el respaldo descarado de la “conductora”

“Nos ve-mos pre-su-mi-da, no te pue-do aguan-tar”… decía una canción rockera muy popular en los 60s, interpretada magistralmente por Enrique Guzmán. En una sociedad patriarcal, autoritaria como la nuestra, damas valientes que tratan de quitarse el yugo del machismo con desplantes de suficiencia y arrogancia (cualidades reservadas a los hombres) son muy mal vistas por la mayoría que, fiel a la dominación del macho -que ha prevalecido durante unos 5 mil años en la faz de la Tierra-, prefiere a señoras limitadas verbalmente, con actitud estoica de soportar su precaria situación, dispuestas a dejarse conducir y, en suma, perfectamente capaces de asumir un rol de segunda clase en la ratificación del dominio (¿maximato?) del varón que las controla.

Alejandra del Moral satisfizo la expectativa de sus seguidores de aplastar a la maestra Delfina Gómez, hablándole -igual que la conductora- con un tono de superioridad clasista, como si regañaran a una empleda respondona, acusándola de haber traicionado a las mujeres que sí tienen hijos (mensaje subliminal cargado de saña y muy lejos de la sororidad prometida) al cancelar estancias infantiles y escuelas de tiempo completo, por ejemplo.Delfina Gómez y Alejandra del Moral, brimer debate en el IEEM

Con ayuda nada discreta de Ana Paula Ordorica, conductora aliada y tendenciosa que se sumó al debate y terminó haciéndole mucho más daño a su protegida que a la maestra, Del Moral parecía decirle a la mitad del público presente: “Mírenla. No sabe ni hablar. Mucho menos va a poder gobernarnos. Sin el apoyo de los hombres que la controlan (empezando por el Presidente) no es nadie. Aquí queda claro que yo estoy mucho mejor capacitada”.

Delfina refunfuñaba. Respondía con la timidez y recato que aprecian los machos que la admiran por su sencillez. Pero también por muchas mujeres que condenan la agresividad de guerreras verbales -candidatas a la hoguera- como Lilly Téllez. Ni siquiera se atrevió a reclamarle a la conductora su protagonismo y descarada parcialidad, o a preguntarle abiertamente a su adversaria qué quiso decir cuando exhortó a sus mapaches electorales a dar rienda suelta a lo que saben hacer, porque ella quiere un certificado de mayoría, no uno de buena conducta”.

Pésimamente asesorada, Ale entregó la plaza ¡sin proponérselo! Fue convencida por los traidores de su partido de exhibir las limitaciones de su contrincante y presentarse como social e intelectualmente superior, con lo que ofendió y humilló a millones que se identifican con la maestra y están hartos del lenguaje prepotente de una clase dominante en el Estado de México caracterizada por su grandilocuencia verbal, asociada invariablemente con su corrupta voracidad.

Para bien o para mal, tendremos cuarta transformación para rato.

 

 

 

 

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