Ahora resulta que Del Mazo es un demócrata. LA VERSIÓN NO OFICIAL. Por Jesús López Segura
Marcelo va que vuela para impulsar la corriente crítica de Morena y encabezar una oposición triunfadora
La apasionada defensa que hizo el Presidente López Obrador del Gobernador Alfredo del Mazo en su conferencia matutina de ayer, es la prueba irrefutable de que, efectivamente, existió el acuerdo de impunidad por la cesión de la plaza. Solo le faltó aclarar a don Andrés qué embajada le tocará a don Alfredo por su invaluable aportación a la causa de Morena, aunque, insisto, el tercero de la dinastía Del Mazo no necesita un cargo diplomático -como algunos exgobernadores muertos de hambre- para irse a radicar, a todo lujo -como su primo Enrique– a cualquier parte del mundo.
Las plumas locales delmacistas, o delmaicistas (que es lo mismo) defienden al gobernador con el mismo argumento de que, al abstenerse de participar en la elección, “obró bien, con convicción democrática y apego a la legalidad que prohíbe que se usen recursos públicos para las campañas”.
Pero nadie de los que reclaman a Del Mazo su descarada indolencia y sospechosa apatía, incluso en fines de semana y fuera de horarios de trabajo, y muy destacadamente el impresentable Alito, podría ser tan cínico de haberle exigido al todavía mandatario mexiquense que violara la ley para impulsar a su candidata, a la que ignoró por completo y abandonó a su suerte, mientras en la otra equina, el Presidente arremetía a diario contra los “conservadores” que saquearon al país y recomendaba a la gente -usando los recursos públicos de La Mañanera– que votaran por la cuarta transformación, en una campaña abierta que no disimulaba su carácter ilegal.
A final de cuentas, ha quedado demostrado en la praxis cada uno de los planteamientos hechos en este modesto espacio y quienes nos criticaron, calificando incluso de idioteces nuestras hipótesis de trabajo, han tenido que tragarse sus palabras.
El pacto de impunidad y de cesión de las plazas de Coahuila al PRI y del Edomex a Morena se cumplió cabalmente. Mario Delgado podrá decir misa, pero alentar la división de Morena en el estado norteño propició la debacle que favoreció finalmente a Manolo Jiménez.
En el Estado de México, la fórmula fue clarísima desde el principio. Se negoció con Dante Delgado que Juan Zepeda jugara nuevamente como esquirol, pero esta vez en favor de su víctima en el 17, Delfina Gómez, con la simple estrategia de abstenerse de participar. Claro que las plumas priistas juraban que Zepeda no participó “porque MC tenía muy bajas expectativas de triunfo”.
Si en el 17 Zepeda hizo perder a Delfina, esquiroleándole un millón de votos con las siglas del PRD y en pleno auge del obradorismo, ahora, con las de MC solo tendría que haberle arrancado la cuarta parte de esos votos a la maestra para equilibrar la balanza, en pleno descrédito de un obradorismo decadente, pues la diferencia entre ambas candidatas fue de solo 516 mil votos, mucho menos de los esperado.
No creo exagerar al estimar que, ante la polarización nacional que AMLO ha impuesto con su discurso cotidiano de odio, Juan Zepeda podría haber desplegado una estrategia de “tercera opción” que quizá le habría llevado al triunfo en el Estado de México.
Pero Ebrard entró en acuerdos con Dante Delgado para darle una última oportunidad al Presidente de que opte por él en el nada discreto dedazo que se avecina, independientemente de los acuerdos de “piso parejo” a los que se llegue el próximo domingo y en los que Mario Delgado ha resultado ser un eficiente simulador, al menos a los ojos de los fanáticos irreflexivos de un obradorismo de “izquierda artesanal”.
La mejor opción para la estabilidad política del país la constituye, en este momento, sin lugar a dudas, Marcelo Ebrard Casaubón. Es el único que puede mantener esa estabilidad una vez que cese el frenético bombardeo cotidiano contra los “conservadores” desde Palacio Nacional. El único que puede dar esperanza a las clases medias despreciadas por el obradorismo, depauperadas en aras de la construcción de un Estado Benefactor que las degrade a clientelas del pensionismo y bequismo populistas.
Ni Claudia, ni mucho menos Adán Augusto, son capaces de mantener hipnotizadas a mayorías hambrientas y dependientes de pensiones, becas y remesas sin la capacidad discursiva demagógica que su dedo benefactor no les puede heredar. En el caso de Augusto es probable que supliese esa habilidad típica del Peje con el respaldo militar.
Esperemos que don Andrés, el héroe nacional que puso un coto a los neoliberales depredadores, entienda de una vez por todas que es tiempo de reconciliación y de retorno al sendero de la legalidad, porque no hay causa, por noble que sea en el discurso, que justifique pisotearla en la práctica.