Pausa a los aranceles, pero no a la captura de terroristas. AL GRANO. Por Jesús López Segura
¿El acuerdo con Trump es no tocar al ex presidente AMLO a cambio de permitir la incursión en México?
Bien dice Salvador García Soto que la pausa de un mes a la guerra comercial de EE. UU. contra México y Canadá, no fue mérito de Claudia Sheinbaum, como las huestes de lambiscones encabezados por Marcelo Ebrard nos quieren hacer creer, sino de una carta que congresistas gringos, de ambos partidos, le hicieron llegar a Trump en donde ponen como lazo de cochino su plan de atacar con aranceles a sus principales socios comerciales, por las gravísimas consecuencias que ese plan tendría contra la economía norteamericana, en beneficio de China y otras potencias en el actual contexto geopolítico de la lucha encarnizada por la hegemonía comercial.
Y la verdad es que Trump puede ser racista, pendenciero y megalómano, pero no es estúpido. Sabe perfectamente que la amenaza de los aranceles es esgrimida –y luego postergada– con el único propósito de presionar para que México frene el flujo de indocumentados y fentanilo a su país. Eso es todo. Y le preocupa porque su gobierno es incapaz de atemperar la epidemia suicida de adicciones crecientes a drogas mortales como por tratarse de una sociedad en franco e imparable proceso de descomposición.
Sin tener la más mínima idea de lo que podría significar una eficaz estrategia militar en la actualidad, con armas de destrucción masiva inimaginables hace unos cuantos años, me atrevo a presentar la probablemente descabellada hipótesis de trabajo de que Donald exigió a Claudia, a cambio de no molestar al ex presidente López Obrador, desplegar multitud de elementos de la guarida nacional en la frontera y descuidar por completo, así, áreas muy conflictivas como Cancún, Chiapas Tabasco y Sinaloa, a fin de que los buques de guerra que ya rondan por las costas de Ensenada, puedan aproximarse a esos puntos marítimos de forma que desde ahí se incursione para capturar a los principales líderes que controlan dichas plazas y asesinarlos o mandarlos a las cárceles que el presidente salvadoreño Nayib Bukele les puso a su disposición.
El único líder narcopolítico que se salvaría de ese destino es el Gobernador Rocha Mayo, perdón Moya, como propone El Noroñas, mediante el mecanismo de someterlo a una revocación de mandato para que su salida del poder no sea identificada como un castigo por su protección a narcotraficantes, lo que dejaría en ridículo a AMLO y a la propia Sheinbaum por la enjundiosa protección que públicamente le han prodigado.
Si la señora Presidenta (con “a”) estuvo de acuerdo con Trump en tal estrategia, habría salvado su relación con su mentor y padrino político, traicionando a ciertos aliados de López Obrador, entre los que figuran algunos gobernadores y exgobernadores, así como narcotraficantes de primerísimo nivel, según está presuntamente registrado en múltiples archivos de la CIA y otras agencias gubernamentales gringas.
Y en ese sentido sí habría que felicitar y arropar a doña Claudia, porque se trataría de una jugada maestra para desbaratar las estructuras narcogubernamentales que recibió como herencia y que mantienen al país en la desgracia, lo que se lograría, por añadidura, sin derramar un solo tiro de las fuerzas federales mexicanas y sin comprometer a quien desde el poder Presidencial dio pie a la consolidación de esas estructuras, permitiéndole un retiro amable en su rancho La Chingada o en algún otro paraíso cubano o venezolano, porque la alternativa sería una cárcel salvadoreña, o Guantánamo, ¿No cree usted?
P. D. Antes de que empiecen a quemarme en leña verde los fanáticos de AMLO, les recuerdo que se trata de una simple hipótesis de trabajo, muy probablemente descabellada.